Dimes y diretes internacionales

27 Septiembre 2009
Donde se se mueven las relaciones internacionales, todas las opiniones y actos de funcionarios gubernamentales son transmitidas al instante al mundo, por lo tanto hay que tener mucha cautela al momento de emitir las opiniones. Por H. Pérez White
Hugo Pérez White >
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Las palabras que se emiten eventualmente a la opinión pública por parte de personeros políticos, tienen un trasfondo que llevan consigo un mensaje subliminal aunque sean palabras rebuscadas para que surtan cierto efecto en los aludidos y de cuyos resultados y consecuencias se pretende sacar algún provecho aparentemente oculto y que permite manipular algún tema que por una razón u otra, yace en el subconsciente de quienes las emiten y no quieren aparecer violentos, porque pueden acarrearle algunas reacciones y muchas de ellas pueden ser buscadas intencionalmente o camufladas para provocar urticaria en las epidermis de los que probablemente se sientan aludidos.
Estos epítetos altisonantes que cada cierto tiempo remesen el ambiente político provocan respuestas inmediatas de las partes aludidas y este juego de palabras no hacen otra cosa que alterar los ánimos de los ciudadanos que están en otra actitud, que quieren vivir en paz, en armonía con sus hermanos y trabajar cada uno en sus quehaceres propios tratando de mejorar sus condiciones de vidas familiares.
Las palabras no dan motivo para ser interpretadas a su antojo por quienes quieran torcerle la nariz a nuestro idioma castellano o español porque todas ellas tienen su significado explícito y sus acepciones respectivas, según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), al cual recurrimos en busca de información en caso que una palabra nos provoque alguna duda momentánea y especialmente cuando hay que referirse a otras personas u otros estados o gobiernos que representan ideas contrapuestas y cuyo lenguaje hiere sensibilidades que no son habituales en el común de la gente, porque de este lenguaje que se dice ser propio de la diplomacia internacional dependen las buenas o malas relaciones que deben existir entre los pueblos y los gobiernos que esporádicamente los conducen y ello es motivo suficiente para ser cuidadoso en el uso de las palabras, frases u oraciones y no dejarlas al arbitrio de las interpretaciones.
En este mundo globalizado en que se mueven las relaciones internacionales, todas las opiniones y actos de funcionarios gubernamentales son transmitidas al instante al mundo, por lo tanto hay que tener mucha cautela al momento de emitir las opiniones, si no se quiere ver envuelto en la polémica habitual a la que ya nos estamos acostumbrando y que en variados tonos se ha insistido, a no entusiasmarse con las descalificaciones, porque, sólo consiguen con esta metodología, perturbar las pasiones y aumentar la animosidad ambiental enrareciendo el aire que respiramos y con mayor razón si éstas vienen de quienes nos decimos ser “hermanos”.