Por Patricia Sáez
El Cardenal Francisco Javier Errázuriz Ossa tiene 77 años. Fue ordenado sacerdote en 1961, es decir, a los 27 años, y desde entonces entregó su vida por la Iglesia Católica, tal como los feligreses, quienes confiados en la guía de la Iglesia urdían su vida conforme a las normas impuesta por ella.
Alcanzamos a Monseñor Francisco Javier Errázuriz luego de la conferencia de Prensa donde el Cardenal Tarciso Bertone, Secretario de Estado del Papa Benedicto XVI, nos dijera que "muchos psicólogos y muchos psiquiatras han demostrado que no hay relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros han demostrado que hay relación entre homosexualidad y pedofilia".
Ahora Monseñor Errázuriz plantea una visión distinta de la Iglesia, pero los ojos se vuelven hacia los seminaristas y sus orientaciones de vida, relaciones humanas, principios y valores.
¿Cuál es la visión desde el interior de todos los abusos que se han dado a conocer en la Iglesia Católica?
A nosotros, a la iglesia, a los pastores, nos ha sorprendido mucho de qué manera se ha insistido en crímenes –delitos reales y dolorosísimos- de algunos sacerdotes, por ejemplo, con personas menores de edad. Nos ha sorprendido, porque de ninguna manera se está haciendo la denuncia frente a otras instituciones en las cuales, en porcentajes, son mucho mayores los delitos y se ha enfocado fuertemente en relación a la Iglesia y a los sacerdotes.
Por una parte, muestra -en algunos casos- una intencionalidad de dañar a la iglesia, a los sacerdotes o al Papa en algunos casos, pero por otra, no hay que considerar la cosa sólo en el sentido negativo, porque se demuestra que se espera de la iglesia y de los sacerdotes un comportamiento ético, profundamente cristiano, en el sentido de que representen a Jesucristo y eso nos parece sumamente positivo, o sea, que cuando no representan el amor de Jesucristo por los niños, por los jóvenes, por las personas conforme a su dignidad; que haya una reacción muy fuerte, exigiendo que ese comportamiento dé garantía a la sociedad plenamente.
¿Cómo está enfrentando la Iglesia Católica -en términos prácticos- los casos de abusos sexuales?
Ahora, de parte nuestra, de la Iglesia Católica y siguiendo el ejemplo del Papa Benedicto XVI, existe la decisión más absoluta para enfrentar estos casos para que no se repitan y de hecho, las mismas normas que todos tenemos para la selección de los seminaristas que van a ser sacerdotes, son realmente ejemplares. No dejan lugar a dudas de que las personas no solamente sean sanas, sino que tengan un gran equilibrio afectivo, que puedan vivir también siendo amigos del corazón, o sea, tanto personas que tengan amistades, que tengas relaciones humanas sanas, normales, representando a Jesucristo y, por otra parte, que intelectualmente vean los graves problemas y que su corazón sea un corazón muy sensible al dolor humano, al sufrimiento y al sufrimiento, no sólo de los niños, sino que también de los pobres, de quienes tienen alguna deficiencia, sea mental o física; que sea un corazón, como el corazón del buen samaritano y que jamás pretenda herir a nadie, sino que acercase a sanar las heridas, a sanar el dolor de los demás. Todos nuestros seminarios están trabajando en esa línea y cuando existan problemas en que se vulnere este gran querer de la Iglesia Católica, nosotros en la Diócesis estamos preparados para recibir esas denuncias. A veces toma un tiempo la investigación, lo que puede dejar intranquila a alguna persona, por el tiempo que demora, pero tiene que ser una investigación conforme a la verdad y desde luego con mucha misericordia por las víctimas.
¿Será esto una prueba de fe para los católicos?
No, porque la prueba de fe, en primer lugar, está relacionada con Jesucristo y es seguir al Señor, creer en Él, tratar de conformar la vida conforme a lo que Él quiere y cuando eso está en primer lugar, si bien es cierto, que la Iglesia, como toda institución humana, tiene defectos y tiene debilidades, eso no impide que queramos seguir realmente al Señor.