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[OPINION] El puñal encendió el feminismo

27 Julio 2018

Después del ataque a nuestras compañeras, nos levantamos con más convicción en la reivindicación de nuestros derechos, nos quitaron tanto que perdimos el miedo a incomodar, a visibilizar, a exponer los maltratos.

El Martutino >
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Por María José Oyarzún, profesora de filosofía e Isabel Leddihn, socióloga

Nos íbamos con el corazón rebosante de alegría por la convocatoria y el verde que inundó la calle Pedro Montt en Valparaíso el miércoles 25 de julio en la marcha por el aborto libre. El camino por la conquista de los derechos de las mujeres, ha sido arduo y nosotras lo sabemos. No ha existido en la historia una revolución que no tenga costos. Sin embargo, la noticia de tres compañeras apuñaladas en Santiago, nos golpeó de sobremanera, poniendo de manifiesto que algunos nos quieren hacer creer que somos “ciudadanas de segunda clase”, que insolentemente pretenden decidir sobre sus cuerpos.

El hostigamiento, la hostilidad, el acoso, la violencia y el abuso que nuestros cuerpos femeninos han debido sobrellevar a lo largo de la historia, manifestados de manera transversal, tanto en el ámbito doméstico, como en el público e institucional, nos hace reflexionar que un ataque como el ocurrido en la marcha por el aborto libre, es la clara resistencia de un sector que se niega a dejar sus privilegios, que responde con la violencia ya conocida, que enciende luces por la vida, por la potencial vida, por la vida que está, según ellos/as, por sobre nuestra vida.

Jaime Guzmán, creador del Partido Unión Demócrata Independiente, padre de nuestra nociva constitución creada en plena dictadura militar, señalaba abiertamente “La madre debe tener el hijo aunque salga anormal, no lo haya deseado, sea producto de una violación o aunque de tenerlo, derive su muerte”. De esta frase se puede desprender la ciudadanía de segunda clase a la que fuimos destinadas las mujeres de Chile, en donde algunos/as consideraban y consideran, que es más importante para el Estado el ciudadano/a venidero/a, que la ciudadana mujer viva, con derechos y obligaciones. La idea de que incluso debemos morir por lo que crece en nuestro vientre, evidencia el desprecio a lo femenino. No es de extrañar entonces, que por proteger la “vida”, hombres decidan apuñalar a tres mujeres y arrojar piedras a  manifestantes en una marcha a favor del aborto libre.

Probablemente si hubiesen sido otros los afectados, si en una marcha provida se hubiese alcanzado ese nivel de violencia, personeros/as de la derecha chilena habrían manifestado su rechazo categórico e inmediato. Sin embargo, las reacciones de la derecha y ultraderecha han sido más bien pasivas, de forma calmada han lamentado el hecho. Hay un silencio cómplice, porque en su fuero interno probablemente les parezca un ajusticiamiento. Porque llevan consigo la idea desplegada en la conciencia, sobre el cuerpo femenino como un cuerpo que debe ser confinado no a sí mismo, sino a la reproducción de un otro, al placer de un otro, a la existencia de otro y el decidir sobre nuestros cuerpos es un atrevimiento que debe conllevar un castigo.

La derecha calla sobre un sector que se radicaliza al punto del terrorismo en un país democrático y utiliza las redes de poder en los medios para omitir lo que se vivió en el país y de paso nombrando a la figura de la primera dama como mujer influyente. Los puñales fueron invisibilizados por el aparataje cultural, porque en nuestra cultura el machismo está instalado en lo profundo, reforzado durante años, en donde aún se ve a las mujeres como adorno y sujetas inválidas de emitir opiniones y juicios. Incomoda el feminismo al patriarcado a tal punto que posterior al ataque no vimos portadas dedicadas a la marcha, matinales inundados de expertos y/o pseudos influyentes de opinión mostrando los pormenores más morbosos.

El feminismo es un movimiento que se encuentra transitando de forma ruidosa en nuestro país, incomodando a los acomodados, removiendo a quienes decidieron dejar de avanzar, metiéndose nuestras casas, instalándose en las conversaciones de oficinas y bares. Un movimiento que le dice basta a la violencia institucionalizada, que exige que se deje de normar sobre cuerpos ajenos, que se niega a que sólo hombres tomen las decisiones sobre la otra mitad del país. El feminismo dice basta y llama a todos y a todas a revisar sus prácticas privadas y públicas, el feminismo llegó para quedarse aunque algunos sectores pretendan lo contrario.

Por eso hoy, después del ataque a nuestras compañeras, nos levantamos con más convicción en la reivindicación de nuestros derechos, nos quitaron tanto que perdimos el miedo a incomodar, a visibilizar, a exponer los maltratos. Perdimos la sumisión aprendida y hoy reconocemos; si apuñalan a una, nos apuñalan a todas y con mayor pasión gritamos que la revolución será feminista o no será.

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