Días de Rock: Bill Withers, La parábola de la estrella que no quiso brillar

Días de Rock: Bill Withers, La parábola de la estrella que no quiso brillar

03 Abril 2020

Una de las últimas leyendas vivientes del Soul, que abandonó su carrera estando en la cúspide para volver a lo esencial: Los valores de la vida familiar y los amigos. Este viernes 3 de abril falleció a los 81 años.

Oscar Rosales >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

El 4 de Julio de 1938 nació el cantautor de Soul Bill Withers. Muchos tal vez no conozcan su nombre ni su grandiosa música, pero su experiencia en el mundo artístico se alza como un caso emblemático, cuya historia podría servir de aprendizaje parta cualquier persona.

Yo lo escuché por primera vez interpretando “Ain’t no sunshine”, e inmediatamente se convirtió en uno de mis héroes musicales. Había algo especial en esa canción: Una sentida voz de soulmen acompañado por una guitarra acústica, que en tono quejumbroso confesaba su pérdida: “No brilla el sol cuando ella no está/no hay calor cuando ella no está (…)/ Me pregunto dónde ha ido esta vez/me pregunto si se ha ido para no regresar (…)/ Y yo sé/ Que debería dejarla sola/Pero no brilla el sol cuando ella no está/sólo hay oscuridad cada día”. Una composición que carecía de introducción, que en el lugar del estribillo sólo contenía la repetición de la frase “i know”, como si fuera un mantram, y con ausencia total de coro. Es un hit del año 1971, apogeo de la música negra y del R&B, pero aquí no hay saxos ni trompetas, ni mucho menos ritmos bailables. Sólo una interpretación suprema y directa sobre una base sonora sencilla. Todo tan genuino que logra un impacto devastador.

Quise conocer un poco más de este auténtico hallazgo con el que me había topado y comencé a conseguir sus discos y a indagar en su historia. Cuando me interioricé de los pormenores de su biografía me hicieron sentido muchas cosas. Con Bill Withers estamos frente a un artista auténtico, que sólo quiso servirse de la Música para lo que es: Expresar la vida. Nada de fama, millones, reconocimiento ni mucho menos excentricidades. Sólo las canciones, los pensamientos y las emociones. Una encarnación de la dignidad del Soul y del sentido de la Música.

Withers nació en la olvidada ciudad de Slab Fork, en Virginia. Era el menor de seis hermanos y su padre, que era un minero del carbón, dejó a la familia cuando el cantante aún era un niño. Se crió entonces con su madre y su abuela; esta última fue sumamente importante en su vida, pues le inculcó los valores que lo acompañarían siempre, le ayudó a superar su tartamudeo y lo llevaba a las liturgias de la iglesia local, donde hizo sus primeras armas en la música (esta mujer se convirtió en su inspiración y en retribución Bill le escribió la canción “Grandma’s Hands”, que es una de las más bellas piezas que se han dedicado a la figura de las abuelas y todo lo que ellas significan). Al ver cómo su madre tenía que salir diariamente a fregar pisos para poder sobrevivir y como una forma de escapar de un destino que parecía predeterminado, decide enrolarse en la marina cuando tenía 17 años. Ahí aprendió el oficio de instalador de baños y lavabos; se desempeñaba en aviones y dependencias aéreas. Cuando se retiró de la armada, en 1967, siguió ejerciendo este oficio como cualquier obrero, durante muchos años. Es en este período cuando empieza  a escribir sus primeras canciones y a cantarlas para sí mismo mientras trabajaba.

Con la ayuda del músico Ray Jackson grabó un demo con sus composiciones y lo mandó al sello Sussex. La cinta tuvo buena recepción. Le ofrecieron un contrato y la posibilidad de tener de productor nada menos que al mismísimo Booker T. Jones (líder de los Green Onions). En tres sesiones de grabación fue registrado “Just a I am”, un impecable álbum de debut que tuvo como single principal la mencionada “Ain’t No Sunshine”, la cual escaló rápidamente hasta el número 3 de las listas americanas y le dio a Withers su primer Grammy por Mejor Canción de Rhythm & Blues. El título del LP publicado en 1971 se traduce como “Tal como soy” y, efectivamente, en su interior nos encontramos con grandes piezas en las que su autor expresa su alegría, su amor y su rabia sin recurrir a grandes artilugios. Destacar también de esta ópera prima la social y combativa “Harlem” (“Noche de verano de Harlem, hombre hace realmente mucho calor!/Bueno, está demasiado caliente como para dormir y yo soy demasiado pobre como para poder comer/ No me importa si muero o no!/Noche de invierno en Harlem/oh no el calefactor no funciona/bueno, al viejo propietario no le importa si te mueres de frío o no!) y su relectura para el “Let it be” de The Beatles.

Al año siguiente editaría “Still Bill”, otra tremenda obra maestra donde se incluye el himno de la fraternidad y la amistad que es “Lean on me”, que a mí personalmente me llega mucho más que el “You’ve got a ftiend” de James Taylor.  Un trozo de su letra: “A veces en nuestras vidas tenemos dolor/sentimos pena/pero si somos sabios/sabemos que siempre hay un mañana./Apóyate en mí cuando no te sientas con fuerzas/y yo seré tu amigo/te ayudaré a continuar/porque no pasará mucho tiempo/hasta que yo necesite/alguien en quien apoyarme./Por favor, trágate tu orgullo/si tengo cosas que necesitas pedir prestadas/porque nadie puede cubrir aquellas necesidades/que tú no dejas que se vean (…)/Así que llámame, hermano, cuando necesites que te echen una mano/todos necesitamos a alguien en quien apoyarnos/yo podría tener un problema que tú entiendas/todos necesitamos a alguien para apoyarnos”. En esta placa también se halla “Use Me”, una gran canción con toques funk que se alzó como otro de sus hits demoledores y que posteriormente sería versionada en un dueto de Mick Jagger con Lenny Kravitz.

“Still Bill” significa “Todavía Bill”, lo que podríamos interpretar como que a pesar del gran impacto que supuso su aparición en el mundo de la música, Withers nos decía que aún seguía siendo el mismo de siempre. Pero el virus de la fama empezaría a cercarlo y las cosas ya no serían como siempre. Tras editar un último álbum con el sello Sussex y participar en 1974 del Gran Festival Zaire ’74, en África (donde compartió con James Brown, Miriam Makeba y Muhammad Ali, entre otros), el cantante se pasó al sello Columbia. Aquí los ejecutivos de marketing empezaron a alterar su propuesta, añadiendo elementos ajenos a su sonido tradicional y hasta contratando compositores para que le escribieran las letras de sus canciones. A eso se añadió todo el vértigo de la escena musical condimentada por la presencia de las drogas. Aguantó esto hasta 1985. “Me interesaba mucho ver si podía continuar en este negocio sin participar para nada en el juego de la fama. Pero no me salió muy bien. El juego de la fama me pegó una buena paliza”, declararía posteriormente en el documental “Still Bill”.

De esta forma, Bill Withers decide retirarse del mundo de la música. Una estrella destinada a brillar con un fulgor enceguecedor, pero que decidió finalmente retornar a la vida que llevaba junto a su familia y sus amigos. No ha vuelto a grabar ningún disco desde entonces, pero sigue componiendo algunos temas para artistas como George Benson.

Withers asegura que mucha gente le pregunta que por qué abandonó su carrera y él responde que no abandonó nada, que simplemente prefirió dedicarse a ser realmente quién es. “¿Sabes lo infeliz que serías si pensases que no eres lo que deberías ser? Mi verdadera vida transcurrió cuando sólo era un trabajador, sólo un marinero, sólo un instalador de lavabos. La auténtica medida de cualquier grupo de personas es cómo son los que sólo son personas”, concluye con sabiduría.

Recuerdo ahora cómo conseguí mi primer vinilo de Bill Withers: Fue en los cachureos de Avenida Uruguay, justo en la esquina de Independencia. Un señor que vende grifos para lavamanos, herramientas y otros utensilios, por cuyo puesto paso cada día cuando camino a la radio, un día colocó un montoncito de discos usados; no eran muchos. Le pregunté a cuánto los vendía: “A mil cada uno”, me respondió. Me puse a mirarlos y de repente apareció “Just as I am”, en perfecto estado. Un golpe de suerte o una manifestación del destino, de ésas tan escasas, pero tan certeras, que siempre agradecemos los empedernidos e incurables melómanos. Y más encima encontrarlo junto a todos esos artefactos de baño, seguramente los mismos que había dentro de la caja de herramientas que luce Bill Withers en la portada del Long Play.