[FOTOS] Artista sonoro trasladará bote por las calles de Valparaíso

04 Diciembre 2017

XI Festival de Arte Sonoro Tsonami se realizará del 4 al 21 de diciembre en Valparaíso, del 12 al 15 de diciembre en Concepción, y del 6 al 30 de diciembre en Santiago. La programación completa está disponible en www.tsonami.cl.

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Leonel Vásquez, colombiano, se ha dedicado a recorrer la costa de la Región de Valparaíso en la búsqueda de narraciones y experiencias de pescadores locales. El artista sonoro se prepara para “Acción de bogar en la ciudad”, la procesión de un bote por las calles de la ciudad, desde la caleta El Membrillo (donde fue construido) hasta los pies del Cerro Merced, lugar donde se ubica la galería de arte contemporáneo Worm. La actividad, a realizarse el próximo jueves 7 de diciembre a las 11:00 horas, pretende trasladar el objeto por diversos lugares estratégicos de la ciudad puerto, amplificando registros de la cultura pesquera.

Quintero, Concón y la Caleta Portales han servido de inspiración para Vásquez, quien siguiendo la orientación de entendidos astilleros, se ha dedicado a construir una pequeña embarcación, que luego estará en exhibición junto a audios recopilados en la misma galería hasta el domingo 10 de diciembre, abierta a todo público.

La caminata, enmarcada en el XI Festival Internacional de Arte Sonoro, Tsonami 2017, busca acercar el pasado al presente, para su pleno entendimiento, devolviéndole al mar un territorio que en algún momento le correspondió; aproximando la sonoridad de las mareas y el oleaje a una Plaza Sotomayor ahora invadida por el ruido del tráfico y la fugacidad citadina, por las bocinas de las micros y la conmoción mercantil.

El artista, oriundo de Sibaté, como docente y tutor en la Universidad de Tolima, la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad de los Andes, se ha interesado desde el comienzo de su carrera en la experimentación digital y la instalación de estaciones sonoras que sean capaces de intervenir el espacio público, persiguiendo recobrar la memoria de las culturas, conjugando temáticas como la resistencia humana, las tensiones entre la vida y la muerte, y el equilibrio entre el caos y el orden, forzando un diálogo interno que atente en contra de las convencionalidades.

Cercanas al comienzo de Tsonami, que se va a realizar entre los días 4 y 21 de diciembre en Valparaíso, nos sentamos a dialogar sobre su trabajo reciente.

-Leonel, inicialmente ¿cómo se construye en ti el deseo de fusionar arte sonoro y agua?

-Llego a esta reflexión por experiencias bonitas que he vivido en torno a las aguas. Yo vivo en un municipio que queda al lado de la gran capital de Colombia. El Río Bogotá atraviesa la ciudad y nace hacia el norte, en las montañas, con aguas que provienen de un entorno vegetal maravilloso. Aguas que tan pronto bajan de la montaña empiezan a contaminarse. Hay una práctica sobre los ríos, sobre las formas de vida en el agua, que se ha entendido muy utilitaria. Necesitamos el agua para nuestras prácticas cotidianas y aún así se vierten en ellos los desechos que provoca la actividad industrial. Hay poco más de once millones de habitantes, y todo lo que la actividad industrial genera, va al Río Bogotá. Éste tiene una cantidad de meatos que parece una serpiente atravesando la ciudad, y se mete por los barrios, toca las viviendas, pero la ciudad le ha hecho espalda al río todo el tiempo. Vivir al lado del río es vivir en una zona de alto riesgo.

El río tiene toda esa carga de la vida afectada por la inconsciencia y la indiferencia de los habitantes. Todas las cosas que no se quieren van al río. Y no sólo hablo de sustancias, también de seres humanos. Las personas que viven en la calle en los últimos años en Bogotá han tenido como único lugar para poder vivir la rivera, debajo de los puentes, al lado de los canales, porque en esos lugares se permite lo feo. A donde yo vivo, Sibaté, llegan las aguas del Río Bogotá. Se ha ido deteriorando todo un ecosistema de humedales. Empresas por demanda de energía decidieron mover el río por medio de bombas, concentrando el agua en el Embalse del Muña para poder provocar un movimiento hidráulico generoso en la producción de energía hidroeléctrica. Desde Sibaté hacia abajo las aguas en un comienzo eran limpias. El Río Bogotá en los 70 tenía muy buena condición, podía ser navegado y permitía la vida de los peces. Lo único que sale del río ahora es gas metano. Lo escuchas burbujear y el agua es azul-negra. Es terrible, y los olores son tremendos. Yo nací así, con el río contaminado. Y crecí viajando por la orilla de ese embalse, iba a la universidad sin parar a preguntarme lo que significaba, porque me parecía obvio. Así comienzo a preguntarme cuál es la relación que tenemos con las aguas.

-¿En qué se sustenta la indiferencia masificada?

-Hay una falta de entendimiento, de lo profundo. En Colombia he hecho una serie de ejercicios de recorrido, y es que a diferencia de nuestro tiempo relacionado con la sobrevivencia en el contexto capital, hay otras culturas que están en otra sintonía, que tienen una relación de uno a uno con el paisaje. En La Guajira desarrollan técnicas artesanales de obtención, tratamiento, recorrido y cosecha del agua, incluso configuran un lenguaje distinto que les permite no hablar de la cosa que se usa, sino de la vida misma que está siendo configurada a través de esa relación. Generan acciones de cosecha desde su cosmovisión, narrativas en las que las aguas y los vientos se incorporan en un imaginario de sujetos, hombres mujeres que circulan en el territorio de forma efímera, mágica. Así establecen lenguajes en razón del agua, con música, cantos, rezos; cantos de ciudad, cantos de cuna, de arroyo. En comunión se le expresa profundo respeto y admiración, y también se les pide. El agua deja de ser una  cosa y es un sujeto, alguien.

En estos momentos en La Guajira se vive una crisis y se está tratando de resistir a la desviación de varios ríos, proceso que está desarrollando una de las minas de carbón más grande, la Cerrejón, administrada por una multinacional. Hay quienes no ven con ojos distintos el paisaje y piensan que el desierto, por ser ser una zona árida, no es de nadie y merece poco cuidado. Y la gente por ir a trabajar y tener un sueldo para poder llevar comida a sus familias, ya no vive en casas hechas con materiales del lugar, que ayudaban con la humedad y a sobrellevar el calor sofocante. Ahora viven en casas de tejas de zinc, en hornos, sudando. La misma reflexión se dio trabajando con el Río Tunjuelo… ¡Un río sin memoria es un río de nadie!”.

-¿Por qué eliges la caleta El Membrillo y no otro lugar de Valparaíso?

-Estaba buscando la conexión entre lo continental, la costa, y el mar. Esos puntos nodales donde se desarrollan en su máxima expresión las relaciones entre los seres del agua y los seres de la tierra. O sea no solamente hago referencia a los humanos y a los habitantes de este lugar, sino que a todas las formas de vida que se ponen en relación. Por eso indagamos en espacios donde se podían conectar distintas inquietudes, y en primer lugar llegamos a la Caleta Portales porque justo esa forma de vida y de subsistencia del pescador artesanal podía generar puntos de conexión. Una caleta: la relación entre el mar y la costa, pescadores. Fernando Godoy, director de Tsonami, también artista sonoro, cumplió varias funciones en ese proceso.

La intención del proyecto era construir un bote, y que ese reúna los elementos culturales, históricos y antropológicos que dan sentido a la práctica de la pesca artesanal y su relación con el mar. Y hago referencia a la relación artesanal como a esa manera de lidiar con el mar en la escala de uno a uno, donde las manos son las principales herramientas de trabajo, con su fuerza. Eso me pone en una escala distinta a cualquier otra que se pueda establecer a través de medios tecnológicos. Me parece importante rescatar cómo lo que sucede alrededor de la construcción, le otorga sentido al objeto mismo. No nos planteamos producir un bote sólo por producir un bote, sino para ir encontrando respuestas en el camino: aprendizajes relacionados con la astillería tradicional y las embarcaciones.

-¿Cómo ha influido en el trabajo el estado actual de la caleta El Membrillo?

-La caleta El membrillo está cerrada porque se dañó el muelle. Muchas veces durante mi estadía en Valparaíso me he preguntado sobre la línea de frontera entre el mar y la tierra y los que caminamos sobre la tierra. Hay una fuerza indómita de la naturaleza, que es un ser; se manifiesta y expresa su vitalidad. En la caleta se dañó el muelle porque está puesto muy adentro del mar, y las marejadas y todo pues terminaron por destruirlo. El mar tiene esa manera de dejar huella en relación a lo que nosotros hacemos con él, y ver el muelle destrozado es como escucharlo. La vida en el mar merece ser protegida igual que la vida humana.

Siento que el agua me está mostrando que un lugar con memoria es un lugar que se puede rescatar y valorar. El Río Bogotá es un río de nadie, y no importa cómo era, su presente menos. Lo mismo estoy sintiendo acá. La Ley de Pesca está puesta en el presente y mirando hacia el futuro, no consciente de las necesidades de la gente, y que poco piensa en los seres que viven en el agua y los seres que viven del agua. Está hecha para engordar los bolsillos de unos pocos. A los pescadores se les está quitando su medio de supervivencia, y de esto me habló Andrés Santibáñez, un señor que está construyendo un bote en Quintero. La ley determina varias cosas: características de los modelos y sus medidas. Andrés invirtió su capital en una lancha para poder pescar y vivir, y su familia lo vio como un acto de locura: -¿Cómo vas a invertir en algo que no tiene ni una garantía de poder alcanzar sus objetivos?-. Y es un trabajo que le ha tomado cinco años, tabla por tabla. Entendiendo la fuerza del mar, esculpe esa intensidad en el bote como si fuera éste un negativo del mismo. Se trata de un astillero que juega al límite; va rompiendo desde dentro de la estructura impuesta. La pone en crisis, poniéndose a sí mismo en crisis. No es un gesto, no es arte, es vida. Al verlo en su patio trabajando, surge la pregunta: ¿Es posible ver el mar desde su perspectiva? Resulta inquietante.

-¿Qué has logrado recoger de las experiencias compartidas por los pescadores?

-Lo que he podido observar de las prácticas de pesca, desde la construcción de los botes, las maneras de prepararse, las redes, el tema climatológico, la hermenéutica de las aguas, los colores, las formas, la escucha. Todas hablan de un ser que se inscribe dentro del mismo lenguaje y se vuelve uno solo. Son el mar y ellos uno solo. He escuchado expresiones lindas como: uno solo entre el mar y el cielo. Es como tratar de configurar un cuerpo expandido en un nuevo cuerpo, un cuerpo que está compuesto de fuerzas, potencias, maneras vibrátiles de energía.

-¿Cómo ha funcionado tu vinculación con el espacio doméstico de arte Worm Gallery?

-Mi trabajo se ha convertido en un laboratorio de experimentación diaria. Tanto por el apoyo de las personas de Worm como por los pescadores y astilleros con los que hemos dialogado, quienes imaginan el proyecto y lo hacen suyo. Me dijeron que el bote construido lo van a utilizar en las procesiones del 1 de julio. El arqueólogo marino Juan Ciorba me dijo que no hay nada màs interesante que llevar un santo sobre hombros, porque es un acto de fe, donde tengo que dar algo de mí para poder recibir. Así pretende ser la procesión de este jueves.

XI Festival de Arte Sonoro Tsonami se realizará del 4 al 21 de diciembre en Valparaíso, del 12 al 15 de diciembre en Concepción, y del 6 al 30 de diciembre en Santiago. La programación completa está disponible en www.tsonami.cl.

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