“Juntos y Revueltos”: Varieté payasa en Teatro Condell

01 Julio 2016

El sábado 2 de julio, a las 21 horas, te invitamos a presenciar un espectáculo simpático, dinámico y divertido. Les garantizamos escuchar risas absolutas de Playa Ancha hasta Limache. Preventas a dos mil pesos en boletería del teatro.

Teatro Condell >
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Si quieres morir de la risa y disfrutar de una velada inolvidable, te recomendamos no perderte este show de primer nivel. Lo que verás en esta oportunidad, es la locura, gracia y destreza de dos grandes compañías de Valparaíso. Festín de la Risa y Los Maestros de las Cosquillas juntos y revueltos mostrando sus mejores números y actuaciones. Y, además, varias presentaciones realizadas en conjunto.

Ambas compañías, compañeras y hermanas, nacieron del mismo hogar: TeatroMuseo del Títere y el Payaso. En aquel lugar, llegaron con sus sueños, tejieron sus destinos y, finalmente, comenzaron una vida como payaso/as. Por primera vez, se celebrará una versión de “Juntos Y revueltos” fuera de su matriz; y, en esta oportunidad, actuarán en unos de los pocos teatros históricos de la ciudad: Teatro Condell, con más de 103 años de antigüedad.

Para ahondar más sobre esta disciplina, que es en realidad una forma de vivir y sentir la vida, conversamos con la payasa Petunia -de la compañía Festín de la Risa-, una persona que irradia alegría en cada palabra.

¿Cómo llegaste a ser payasa?

Interesante pregunta. Yo era una pequeña cocinera y trabajaba en un restaurant de la calle Salvador Donoso. En ese lugar, la cocina está en un subterráneo, por tanto, desde allí, solo veíamos los pies de las personas al pasar. Y un día de verano ─en el tiempo en que existían los hermosos Carnavales Culturales─, mientras estaba pelando papas, pelando pollo, con calor, los fuegos prendidos, de repente pasó por fuera una banda de payasos, que en ese momento era la compañía Cachiporra. Vi desfilar ante mis ojos pies gigantes, con calcetas de colores, chalupas de payasos y muchos bombos. Miré lo que estaba pasando, observé mi entorno y pensé “debería ser payasa, yo quiero hacer eso”.  

En ese instante, soltó su cuchillo, se sacó el delantal y se despidió de la maestra cocinera del local. Salió del restaurant y se vio enfrentada a un mundo totalmente desconocido. No obstante, finalizó una etapa, pero comenzó a vivir un sueño. Tiempo después, nació Tony Petunia, la payasa que la ha acompañado desde entonces.

¿Cómo surge la Compañía Festín de la Risa?

Al ingresar a la Escuela Teatromuseo, de la Fundación del Títere y el Payaso, aprendí -y entendí realmente- lo que era ser payasa. En 2009, nos juntamos con algunos payasos y comenzamos a realizar las varieté. Entre ellos recuerdo, aunque no sé si existen a esta altura, el Zapatilla, el Tuga, Doctor Nervios, Don Corcho y el Soquete. Con ellos, identificamos que en la ciudad, en Valparaíso, los habitantes tenían la necesidad de reírse, de ver payasos. Desde entonces, han pasado varios integrantes por la compañía, pero ahora somos tres: Carlos Muñoz (Tony Pinganilla), Felipe Godoy (Tony Pitilla) y yo, Tony Petunia.

Ha sido interesante e interesante todo el proceso que hemos vivido y hecho. En el 2010 hicimos una gira de alegría después del terremoto, por la séptima región y en Juan Fernández. Fue bacán, porque la gente estaba devastada y le entregamos un poco de alegría en un momento en el que solo necesitaban pasarlo bien y reírse.

Estuvieron de gira hace un tiempo atrás, ¿Cómo vivieron esa experiencia?

Fue súper intenso y un gran viaje para los tres. Un día dijimos “¿Vámonos de aquí? Y nos fuimos, sin saber lo que iba a pasar. Así, durante el año 2014 recorrimos Perú, Ecuador, Brasil y Colombia. Estuvimos en la costa, en La Sierra, en todos los territorios de nuestro pueblo, con nuestra cultura. Con esto, pudimos comprobar, personalmente, qué provocábamos en un público diferente, como por ejemplo, en un pueblo indígena en Ecuador, y ¡Nos fue bien! Los hicimos reír y nosotros disfrutamos mucho, conocimos otros payasos que andaban en la misma o, incluso, los mismos habitantes -al vernos con diez mil maletas- nos decían “Oh, qué lindo lo que hacen, queremos hacerlo”. Entonces, de esta forma, también le contagiamos el espíritu a mucha gente, de salir y viajar, aquí en Chile y en todos los lugares que visitamos.

Nosotros estamos en Valparaíso todo el tiempo, y es bacán acá, pero hay otros mundos, otras civilizaciones, otras intensidades, otros colores afuera. Es interesante verlos, conocerlos todos y después llegar al Puerto amado y querido, pero también odiarlo e irse de nuevo. Por eso, cuando nos aburrimos, partimos con nuestras maletas hacia Europa, durante tres meses.

¿Tu personaje, Tony Petunia, es algo que tú haces o es parte de ti? 

Es difícil un poco, se me mezclan las dos cosas. Es lo que hago, pero también es lo que soy; es en lo que trabajo, pero es mi ideología, es parte de mí. Yo no soy seria en mi vida porque payaseo todo el rato, ya sea en el trabajo o en mi vida personal. Ambas nos fusionamos totalmente. Yo no concibo la vida con formalidades, con seriedad. Para mí, eso no existe. Es divertimiento todo el rato, si no es divertido, sino me entretiene, no lo hago y punto. Es una forma de trabajo, sino me parece entretenido, sino me calienta, si no me voy a reír haciéndolo, sino voy a disfrutar, no lo voy a hacer. Mi payasa ya se comió mi personalidad; pero, al mismo tiempo, yo me comí a mi payasa.

Mientras conversábamos hace un rato, dijiste que los payasos no podían llorar ¿Qué pasa con eso?

Porque los payasos están para dar alegría a la gente. Para llorar tenemos mil instancias, prendemos la tele, veamos las noticias y lloramos, hablo con mi tía y lloro. Creo que nuestra misión es hacer reír. Hay muchas corrientes y estilos teatrales, hay payasos que son muy poéticos -generalmente, europeos- y ellos te pueden sacar una lágrima, pero nosotros como latinoamericanos y como me lo enseñaron, el payaso tiene que entretener y divertir.

¿Qué significan para ti los aplausos?

Es todo. Además de la paga (jeje), son un reconocimiento y agradecimiento. Son el pago final, es sentir que lo estás haciendo está bien recibido y que, por lo tanto, te entregan algo valioso. En ese momento, sientes la admiración de las personas y eso es cuático.

¿Cómo los ha recibido el público acá en Valparaíso?

Súper bien. Aquí en Valpo, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, España, Francia. En todos lados, dentro y fuera del país, nos hemos sentido tan acogidos que yo, a veces, me asombro. Pero eso ha me servido para sentir que voy por un buen camino, que como compañía vamos por un buen camino. Una vez alguien me dijo que, con lo que hacemos, estamos forjando un lenguaje propio. Y eso es lo que me encanta, pues siento el reconocimiento y el cariño de las personas, así que dan ganas de continuar trabajando y hacer cosas nuevas. Hay una buena recepción y hay ganas de ambas partes, así que tenemos que puro darle.