La silenciosa despedida de los museos: ¿metamorfosis o extinción?

La silenciosa despedida de los museos: ¿metamorfosis o extinción?

28 Mayo 2020

¿Se puede vivir sin museos? ¿quién reclamaría por su desaparición como si fueran una especie en extinción? Si la salida al ocaso es la transformación ¿en qué dirección y con quiénes debería hacerla?

Javiera Carmona... >
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Por Javiera Carmona Jiménez

En la actualidad se calcula que a nivel mundial hay 5.200 especies en peligro de extinción (entre mamíferos, anfibios, peces, reptiles y aves) debido principalmente a la destrucción y fragmentación de sus hábitats. La lista crece cada año y se señala que estaríamos viviendo la sexta extinción masiva en la historia del planeta, pero mucho más profunda que la última, ocurrida hace 15 mil a 10 mil años, cuando en Chile desaparecieron los gonfoterios, paleolamas y megaterios, mientras en el hemisferio norte se esfumaron los mamuts, tigres dientes de sable y rinocerontes lanudos.

En el presente hay muchas especies menos carismáticas -y por tanto menos mediáticas- que el oso polar o el gorila de la montaña que también están amenazadas y su desaparición desencadenará el “efecto cascada”. Es decir, su ausencia pondrá en peligro al resto del ecosistema por servir de alimento o por mantener relaciones simbióticas o de cooperación entre ellas, o por el importante papel que cumplen, como las abejas encargadas de la polinización. El pingüino de Humboldt es una de las especies amenazadas de la Región de Valparaíso y cada año hay noticias del hallazgo de sus pequeños cuerpos sin vida en las playas del litoral central. Esta ave no voladora tiene un lugar clave en varias cadenas alimenticias, tanto como depredadora (krill, crustáceos, pequeños peces) como presa (focas, lobos marinos, aves), y se encuentra en riesgo por la depredación humana y el impacto del cambio climático, responsables de la caída de la disponibilidad de sus alimentos y la pérdida de los lugares para hacer sus nidos.

En la exhibición permanente del Museo de Historia Natural de Valparaíso (MHNV) existen varios ejemplares disecados que se suman a otras historias de pérdidas irreversibles, como la del sándalo del Archipiélago de Juan Fernández, relatada por el naturalista sueco Carl Skottsberg (1880-1963), quien junto a Inga Reuter (1888-1985), colega finlandesa y además su esposa, documentaron el último ejemplar de la especie en 1908 (ver video 1). En la sala de las Islas Oceánicas del MHNV se puede escuchar y leer el conmovedor encuentro de la pareja con este árbol: "el irrevocablemente último descendiente de Santalum fernandezianum. Es una sensación extraña sentirse ante el lecho de muerte de una especie; quizás, y muy probablemente, somos los últimos científicos que lo ven en vida. Con respeto religioso observamos al viejo árbol, tocamos su tronco y sus ramas, sus hojas firmes, verde oscuras-no es una persona, es una especie que está muriendo. Ya no puede durar mucho más. Solo le queda una pequeña rama verde, las otras están secas y muertas”. 

Más dramática por lo lapidaria, es Elizabeth Kolbert en su libro La sexta extinción (2016), una crónica de viajes y expediciones científicas a través de centros de conservación y refugios para animales en peligro y numerosos museos de ciencias naturales de todo el mundo, en el que concluye que al final del siglo XXI habrá desaparecido entre el 20% y el 50% de todas las especies que había en el planeta al inicio de la Revolución Industrial. En el contexto de pandemia cabe preguntarse si éste no será también el destino de la especie humana, sobre lo que Elizabeth Kolbert reflexiona en Twitter: “la COVID-19 ofrece la analogía perfecta con el cambio climático: el momento en que es lo suficientemente obvio para que la gente tome medidas efectivas es el momento en que es demasiado tarde para tomar medidas efectivas” (12 de marzo de 2020). 

Al borde del olvido, la fauna y flora extraordinaria y corriente están acorraladas en el planeta, y como una metáfora se reflejan en las vitrinas de los museos, donde arrinconadas se despiden de nosotros silenciosamente al otro lado del cristal. A Kolbert la sorprende la capacidad humana para exterminar las especies, y al mismo tiempo la dedicación de grandes recursos para conservar los últimos vestigios de estos seres en laboratorios de genética y museos, en vez de entregarse por entero a cambiar el curso de las cosas para protegerlos y dar todas las batallas que esto implica.

Los museos, con todos los especímenes amenazados que custodian y objetos diversos de la historia, arqueología y del arte, son también instituciones que se encuentran al borde de la extinción.

El lunes 18 de mayo de 2020 se celebró el Día Internacional de los Museos con prácticamente todos ellos cerrados alrededor del mundo, pero con numerosas actividades en el entorno digital (charlas Webinar, exposiciones virtuales, etc.) que sutil o de manera explícita apuntaban a la sombra que los atemoriza como resultado del colapso económico de la pandemia y que compromete su financiamiento cuando los estados están optando por hacer recortes en el sector cultura para equilibrar sus finanzas. Se suma la crisis de la industria del turismo global con la que los museos mantienen relaciones simbióticas como parte del producto turístico ofertado que les permite la venta de entradas y recuerdos. Por último, las medidas de distanciamiento físico restringirán de manera permanente la cantidad de visitantes simultáneos en las salas de los museos (aforo) mermando también sus ingresos. En Latinoamérica muy pocos museos cubren sus gastos con la venta de entradas, y la mayoría depende de recursos públicos. La gente que trabaja en los museólogos se pregunta sí saldrá alguien a defenderlos, aunque si su crisis es tan evidente pareciera que ya sea tarde para tomar medidas, siguiendo a Kolbert sobre el cambio climático y la pandemia de la COVID-19. Si fuese así, sólo quedaría documentar su agonía como lo hizo Ami Vitali, fotoperiodista de la National Geographic encargada de capturar la última imagen del anciano Sudán, único macho de rinoceronte blanco del norte que debía ser sacrificado por el sufrimiento a causa de su deteriorada salud. La noche del lunes 19 de marzo de 2018, Vitali presenció cómo Sudán inclinó su cabeza bajo una tenue lluvia hasta rozar suavemente la de Joseph Wachira, su amigo y cuidador quien le acarició por última vez en un llanto colectivo ahogado entre cuidadores y la periodista. “Ver morir a una criatura, la última de su especie, es algo que espero no volver a experimentar nunca. Fue como contemplar nuestra propia destrucción”, anotaba Vitali.

La tristeza profunda que provocan estas muertes pareciera que no son comparables a lo que produce el cierre de un museo: ni la remodelación del MHNV que lo mantuvo cerrado por varios años; ni la restauración del Palacio Baburizza que aloja al Museo Municipal de Bellas Artes de Valparaíso que estuvo cerrado por más de una década como sucede con el Museo de Bellas Artes del Palacio Vergara en Viña del Mar desde el terremoto de 2010; ni la clausura por filtraciones y otros daños del Museo de Sitio en el subsuelo de la Plaza Sotomayor donde se hallaron los restos del muelle de la ciudad, en el que quedó varada la primera Esmeralda. La desaparición de los museos podría atentar contra el ecosistema cultural integrado por bibliotecas, teatros, centros culturales y espacios de creación y recreación como plazas, parques, jardines y canchas deportivas. La ausencia de los museos podría atentar contra la diversidad cultural; menoscabar el extenso y profundo tejido de conocimientos, experiencias creativas, artísticas, recursos simbólicos y un vasto campo sensible para la experimentación, la curiosidad y la imaginación, fundamental para la reproducción de la vida humana.

En esta sexta era de extinción, de cambio climático, se han descubierto nuevas variedades de fauna y flora, como las 10 especies y subespecies de aves halladas entre 2013 y 2014 en las islas indonesias al este de Célebes, donde se sospecha que se ocultan muchas aves desconocidas. Del mismo modo, previo a la pandemia también aparecieron nuevos museos en todo el mundo, incluso en Valparaíso, como es el Museo Universitario del Grabado de la Universidad de Playa Ancha (ver video 2), aún sin abrir sus puertas sorprendido por la revuelta social del 18 de octubre de 2019 y luego por las medidas para evitar la propagación del virus, contexto que lo fuerza -como a muchos otros museos- a enfrentar la extinción o transformación. ¿Cómo sintonizar con el contexto de convulsión social que sigue presente y entrar en el debate sobre la interpretación y significados de esta agitación marcada por divisiones económicas, políticas y sociales que remiten a diferencias culturales profundas? La pregunta no es solo local para Valparaíso, ni nacional, sino global. Recordemos como en 2019 ardía junto a Chile, Hong Kong, Colombia, Francia, Líbano.

Si bien la descripción de nuevas especies es muy útil, no se puede ignorar que estamos en la era de la extinción, del cambio climático, y por ello es imprescindible tomar más medidas para proteger a estas aves recién estudiadas, adviertía Mochamad Indrawan, biólogo indonesio que trabaja hace tres décadas con las comunidades de las islas para proteger los bosques. Estas aves son suceptibles de extinción porque su hábitat está amenazado por los incendios forestales y la desforestación de las islas, y es muy improbable que puedan vivir en otro lugar.

Del mismo modo, si bien es un mérito la fundación de nuevos museos, no se puede omitir que la pandemia ha hecho más evidente la larvada y profunda crisis por la falta de conexión con la sociedad que fluye, sufre y cambia fuera de sus muros, lo que puede llevar a las personas a preguntarse si son esenciales para la supervivencia humana en esta era de pandemia.

¿Se puede vivir sin museos? ¿quién reclamaría por su desaparición como si fueran una especie en extinción? Si la salida al ocaso es la transformación ¿en qué dirección y con quiénes debería hacerla?

 

Especie única en el mundo: Urtica fernandeziana, forma parte de herbarios conservado en el museo. from MHNV on Vimeo.