Memorias de un artista nacido de nuevo: Capítulo 4

07 Agosto 2018

Memorias de un artista nacido de nuevo: mi vida en el arte, relatando experiencias desde los comienzos hasta la actualidad, una escritura autobiográfica. 

Andrés Ovalle H >
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Capítulo 4 – Transiciones

Cuarto medio fue un año de transición.

Las canciones de Charly García se transformaron en un presagio. “Los amigos del barrio pueden desaparecer” cantaba en Los Dinosaurios, cumpliéndose a cabalidad cuando mis amigos fueron desapareciendo poco a poco. Unos se fueron a vivir a otros países y de vez en cuanto enviaban cartas contando experiencias con otra cultura; otros se cambiaron de ciudad; otros entraron a trabajar; otros dejaron embarazadas a sus pololas y tuvieron que casarse obligados por el suegro; y otros entraron a estudiar a la universidad y sus vidas cambiaron radicalmente.

Como un amigo con quien crecí jugando a las escondidas en el barrio y comencé mis primeras aventuras fumando petardos en los cerros de Viña, cuando “no se me secaba ni el ombligo” como dice El Temucano, y con quien viví cientos de experiencias junto a mi hermano mayor, incluso después que ellos entraron a estudiar arquitectura a la universidad. Me iban a buscar y me metían de colao a fiestas universitarias donde me sentía como bicho raro vistiendo uniforme de colegio en medio del ambiente lana de pelo largo, charango, pancartas contra la dictadura ”el pueblo unido jamás será vencido”, música de Los Jaivas, garrafa al hombro y todo tipo de sustancias ilícitas propias del carrete universitario de la época.

Memorias de un artista nacido de nuevo - Capítulo 1

Memorias de un artista nacido de nuevo: Capítulo 2

Memorias de un artista nacido de nuevo: Capítulo 3

En ese ambiente, un día mi amigo se enamoró y simplemente desapareció. Sus padres lo buscaron con los pacos por todas partes. Luego de varios meses, un día apareció vestido de blanco, cintillo de pitilla, pelo largo, una bolsa quechua cruzada a la cintura llena de inciensos y hablando de los ovnis, los espíritus, el karma, la energía del valle del Elqui y con su polola embarazada. ¿Qué había sucedido? Se había ido al norte junto a su polola y se había gastado la plata de la universidad, lo había alcanzado el esoterismo. Sus padres no sabían qué hacer pues mi amigo y su polola siguieron en el carrete y no funcionaron como pareja, acarreando sufrimiento y heridas emocionales que tardaron años en asimilar. Luego mi amigo vivió un periplo de situaciones que fueron apagando la luz de sus ojos, hasta dejarlo atrapado en el lado oscuro de la fuerza.

Yo veía como mis amistades se estaban dispersando y viviendo experiencias de adultos pero sin responsabilidades. De todos ellos aprendí un poco para cuidarme de un entorno de contrastes y en una época en que los milicos rugían con ferocidad.

Notación de Memoria con mano izquierda. Fragmento 14

Para 1988, Pinocho todavía roncaba en La Moneda y el país estaba dividido en dos bandos, los de Sí y los del No. Ricardo Lagos había apuntado con el dedo a Pinocho por la televisión y produjo una huella difícil de olvidar. Tras ese acto demandante y sin tapujos muchos perdimos el miedo. La época de transición a la democracia fue una hoguera de álgidas discusiones y debates entre compañeros y amistades. Si estabas en contra de Pinocho eras tildado de comunacho, y si estabas a favor eras un facho. No existía término medio, había que tomar una posición.

En ese contexto enfrenté la presión de dar la Prueba de Aptitud Académica para entrar a la universidad. Nunca creí en los cuentos amenazantes que rondaban el ambiente “si te va mal serás un fracasado”, o, “tienes que sacar sobre 650 puntos si quieres ser alguien en la vida”. Creo haber estudiado un par de veces los facsímiles que entregaban en el colegio para preparar dicha prueba. Con mi cabeza llena de metáforas y pajaritos de colores por la experiencia de la pintura, ese sistema de evaluación me parecía inerte y sin sentido, aunque tuve que acatarlo como el trámite que hice cuando me saqué el servicio militar obligatorio en el cantón de reclutamiento del ejército y apelando al pie plano.

Saliendo de cuarto medio, en el carrete de año nuevo, caí enfermo luego de patiparrear a lo “Palomita Blanca” en Horcón. Llegué a mi casa amarillo. Traía hepatitis. Me había intoxicado con mariscos y sustancias ilícitas de dudosa procedencia. Estuve 40 días en cama, lo que fue un alivio por la vorágine de acontecimientos que estaba viviendo. Entonces pude hacer una pausa cuando mi cuerpo pedía a gritos ¡Paren el tren que me quiero bajar! para concentrar mis energías en lo que más amaba, la pintura.

Notación de Memoria con mano izquierda. Fragmento 15

Fue así como ese verano pude dedicar todo el tiempo a estudiar a los maestros de la pintura universal. Mediante una enciclopedia de Historia del Arte Salvat -que aún conservo- aprendí a reconocer la magnificencia de la obra de Leonardo Da vinci y el Renacimiento. Pasaba días enteros dibujando y pintando con tempera imitaciones de Leonardo, aprendí a desarrollar la técnica del sfumato, creando formas y volúmenes que salían de las sombras. Hice estudios e imitaciones de varios de sus personajes, enfocándome en el Juan Bautista, al que me adentré siguiendo el análisis de Freud en La Psicología del Arte, donde señalaba el carácter hibrido del personaje aludiendo a la psicología y personalidad de su creador. Entonces comprendí que esas obras tenían alma, expresaban una emoción, una idea, una voluntad y escondían un misterio por resolver.

Como ya había vivido experiencias extraordinarias con el arte, me hizo sentido lo señalado por Freud, aunque no lo comprendía a cabalidad. Años después entendí que existe una transferencia sobrenatural del artista en su obra, un despojo de humanidad que mediante el arte se vuelca a la gente y que atraviesa la percepción. Como cuando la música y el canto nos paran los pelos del brazo, atravesando nuestra alma de una forma inexplicable. Con el tiempo he podido entender este misterio del arte, a partir del conocimiento del mundo invisible y la experiencia espiritual con Dios y con la revelación bíblica.

Ese verano en cama fue extraordinario, pude encontrar una verdad que brotaba por los poros y que no había visto con claridad, para ser un buen artista tenía que desarrollar la excelencia técnica y para eso, debía volcar mi alma, tiempo y esfuerzos a fin de desarrollar un arte que esté a la altura de los estándares que dejaron los grandes maestros de la pintura.

Fue mediante una enfermedad que pude separarme del entorno y refugiar mi vida en el arte. Pude evaluar con calma las posibilidades que tenía sobre la mesa pues debía tomar la decisión de estudiar alguna carrera, algo que con el tiempo fue un privilegio pues muchos amigos no pudieron continuar estudiando. Debía reconocer mi vocación y elegir un camino de vida, aunque mirándolo a la distancia, no tenía mucha opción, mi camino ya había sido trazado con anterioridad.