[OPINIÓN] Negros: el horror más allá de la verdad del horror dicha mil veces

31 Enero 2017

La obra es el último montaje del Centro de Investigación Teatral La Peste con la dirección de Danilo Llanos y la dramaturgia de Fernando Mena

Luis Retamales Rozas >
authenticated user Corresponsal

Por Luis Retamales Rozas
Dramaturgo

I

Durante el 13 y el 19 de enero se presentó en el Parque Cultural de Valparaíso “Negros”, el último montaje del Centro de Investigación Teatral La Peste con la dirección de Danilo Llanos y la dramaturgia de Fernando Mena. “Negros” es la historia de una agrupación de ex conscriptos en el periodo de dictadura que buscan una restitución debido a lo que fueron obligados a vivir. En medio de un proceso de investigación para la creación de un libro, dos periodistas, recogen los testimonios y la versión de los ex conscriptos para averiguar qué tan culpables son, a su vez los conscriptos van viviendo una catarsis que los obliga a revivir sus traumas.  

La Peste se ha transformado, con 15 años de trabajo ininterrumpido, en un referente ineludible del teatro en Valparaíso. Es por eso que me referiré a tópicos fuera de la obra para ver la propuesta cultural que arma el sistema de la Peste. Si se puede definir de esa manera.

Me fascina lo mucho que se habla de La Peste. Una importante mayoría no gusta de sus obras y mientras que otra las defiende. Algo es seguro, un trabajo de La Peste no nos deja indiferente.

Lo que se dice cuando se habla mal: son monotemáticos, son exagerados, son obvias en lo político, abusan de recursividades y de lo marginal. Los que hablan de esta manera aseguran que las obras de La Peste son malas persé. Los que les gusta La Peste, les gusta que sea: una propuesta política, que hay que hablar de la marginalidad, que es importante que el teatro denuncie. Aseguran que son buenas persé. Otro tema es que si una compañía es capaz de generar recursos para la gestación de su obra, sean públicos, privados o propios es muy aplaudible, pero se suele confundir con exitismo y se pierde el ejercicio crítico. Ganar un Fondart y aparecer en la prensa no asegura nada. En el teatro hay mucha golpeaditas de espaldas irresponsables y por lo mismo comentarios irresponsables, a su vez hay mucho chaqueteo y cometarios en contra igual de irresponsables. Nos guste o no (y esto no es sobre el gusto) es importante hablar sobre el teatro en general con la mayor responsabilidad que merece un trabajo y construir un lenguaje y con ello una sensibilidad para la crítica.  

II

La Peste ha hecho de su propuesta de teatro político una forma de comprender nuestra realidad cultural. En este sentido es importante señalar que el arte en nuestro contexto siempre es político, el asunto es saber cómo entendemos lo político en un proyecto cultural. Pensando que una propuesta teatral siempre es compleja porque va desde su modelo de gestión, pasando por la dramaturgia, los modelos actorales, los modelos de organización, todo esto es determinante a la hora de comprender la propuestas teatrales. Así me atrevería a decir que el teatro es el ejercicio político más interesante desde la cultura por las complejidades que tiene, sin dejar de pensar que cualquier fenómeno puede cambiar esta idea, el teatro puede ser el espacio donde se propongan nuevos regímenes políticos culturales.  

La Peste nos platea como político lo siguiente: un teatro que se preocupa de poner problemáticas marcadas por la contingencia social, muchas veces pedagógico, que intenta corregir la realidad y manifestar posturas ideológicas de lo que sucede. Sus  tópicos rondan la marginalidad social, política étnica, sexual. Dicha marginalidad que nos planteo el arte en los 80 y que ahora se ha transformado en canon de los contenidos de las obras, teniendo como referente la propuesta dramatúrgica de Juan Radrigán. A esto se le suma un continente territorial que complementa la propuesta.

La realidad que nos muestra La Peste tiene que ver con una lucha política desde los marginales, que han sido abandonados por el ejercicio de lo público y la sociedad en general, para componer la idea de Chile como sociedad. Dicho sentido de lo político le debe a los proyectos políticos de izquierda y de la contracultura de los 60, de los que somos herederos y que ahora se han trasformado en un sentido común en la cultura. El problema de esto es que mantienen lo político en el enunciado, generando un teatro moralizante, vulgarizando las problemáticas sociales o solo llevándolas a estas dicotomías de mirar desde las víctimas, los espacios de marginalidad y donde los malos, son los victimarios, que en este sentido son fáciles de identificar: el fascismo, el neoliberalismo, la dictadura. En este sentido lo que podemos decir es que la marginalidad se ha trasformado en canon que hay que derrotar o ser capaces de cuestionar. A esto se suma que la dictadura como centro de interés ha trasformando el teatro en un loro que repite el mismo discurso sin auto reflexión. Si el teatro político es capaz de traspasar sería un gran logro.

III

Me he extendido porque en “Negros” se logra condensar las problemáticas en las que se ha envuelto el teatro político generando una propuesta. Ya que el acento está puesto en cuestionar esto a través de la historia de testigos de tortura o torturadores indirectos. De la manera que se logra es intrigantemente brillante, desde la dramaturgia de Fernando Mena, la dirección de Llanos y la puesta en escena.

La historia parte en un taller mecánico de uno de los ex conscriptos contando chistes vulgares. Esto marca un precedente ya que podemos entender el horror a través de la banalidad del lenguaje con hombres que cuentan los mismos chistes de adolescentes, para entrar en catarsis. Mientras avanza la obra se va montando y desmontando la contradicción de estos ex conscriptos que buscan una compensación por parte del Estado, mientras que una de las investigadoras, exiliada y torturada, trata de sacarles la verdad sobre la ubicación de los cuerpos de detenidos desaparecidos. Lo que nos expone muy bien la obra son los límites de una verdad que nos ha marcado como sociedad y si la verdad personal se puede trasforman en una verdad colectiva. La pregunta que nos deja la obra a primera instancia es ¿Los crímenes de la dictadura nunca tendrán una verdad y su búsqueda solo es un pozo oscuro, profundo y obtuso?

La separación del manierismo víctima-victimario que logra la obra la vemos en la imagen de estos ex conscriptos siendo representantes del pueblo que torturó a su propia gente hasta desaparecer la idea de “Pueblo”. Esta obra no es una metáfora sino la certeza de que el país está marcado por el abuso de los estratos sociales bajos para eliminarse entre ellos mismos. Los “Pobres” obligados a hacer el servicio militar son obligados a sodomizar y abuzar de su propia clase.

Fundamental es que el relato de la tortura, expuesto en la obra, se trasforma en algo mucho peor que el acto mismo. Cada relato estremece, al ver en un mismo sujeto, torturado por sus palabras al momento de decirla, transformándose en su propio enemigo al pronunciarla. El horror más allá de la verdad del horror dicha mil veces que marca sus acciones. Un ejemplo: cada personaje se puede identificar con el acto mismo que los marcó y por el cual los reconocemos más que por sus nombres: “conscripto violador de conscripto”, al “conscripto come perro” el “conscripto patriota”. Esto llega tan lejos hasta sus relaciones, sus familias, generando anillos que pueden ser capaces de tocar otras historias donde podemos aparecer como personajes víctima-victimarios. Por eso la impotencia que concentra la hija del mecánico-conscripto guarda el rencor y el odio como extensión del cuerpo de su padre. Esto queda patente cuando la hija quiere reconocer “Lo malo” como el “diablo” y lo conceptualiza en un delirio que termina siendo la idea del mal en la imagen de su padre. Para llegar a la imagen final cuando los ex conscriptos regresan al momento de su servicio militar y su tragedia no empezaba. Antes del final, o como un final previo al delirio, está la destrucción de la casa taller del mecánico-conscripto, abriendo la casa por la mitad –esa casa improvisada de cualquier población, en ese living-comedor que nos ordena- abriendo el camino al pasado, donde vemos la imagen de jóvenes de 17 años enfrentados a un arma.

Con esta obra se realiza un cierre operacional del tratamiento de la dictadura en el teatro, pero para dicho cierre, debía pasar tiempo, para que nuestro escenario político y cultural cambiara y tuviéramos la posibilidad que “Negros” existiera. Se seguirán dando obras que quieran decir una verdad de la dictadura pero creo que “Negros” hace un cierre importante. Después de “Negros” y luego de 26 años creo que es fundamental encontrar otras sensibilidades y profundizarlas. Es interesante preguntarse si La Peste es capaz plantearlo en su próximo montaje. Ya que todo en nuestra realidad es herencia de la dictadura y que el teatro nos lo repita es una redundancia innecesaria. Entonces  ¿Dónde encontramos esa nueva sensibilidad que el teatro necesita, capaz de construir un teatro político? “Negros” es un buen referente para pensar esto.