A propósito del Loro Coirón en Parque Cultural: La postal prometida

17 Febrero 2020

Sonreí todo el recorrido por la exposición. Me detuve en cada pieza. Intenté descubrir cada detalle. Sonreía. Sonreía. Si hubiera estado mi abuela me hubiera dicho “¡Quién sola se rie de sus maldades se acuerda!” 

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Por Nury Ortego Farré

-¿Vamos a ver la expo de Loro Coirón en la ex cárcel?

No sabía que a mi sobrina le gustaban las exposiciones. Acepté la propuesta; ¡Loro me encanta! Y a mi sobrina le gusta tener cosas interesantes que contar en el instagram. 

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Hace once años atrás, cuando todavía no me decían señora y los fines de semana eran una promesa de emociones intensas, salía a bailar con mis amigas siempre al mismo lugar. A pesar de que todas movíamos frenéticamente el esqueleto, lo que nos hacía parecer deshinibidas y sin tapujos, la verdad es que ellas eran en el fondo conservadoras pero yo me hacía la lesa. Yo andaba de caza y siempre tenía éxito.

Me había propuesto ser una especie de secreta heroína que, en venganza al género masculino por su opresión sexual (entre otras cosas), conquistaba, embelesaba y despedía un babosito tras otro; quería que vivieran en carne propia el sentimiento de ser usados como objetos; rompí bastantes corazones. (No sé si estaba bien o mal, así que cuando lo dejé en el pasado -mi actuar- simplemente lo hice sin mucho cuestionamiento y no había vuelto a pensar en eso).

El caso es que una de esas noches de vengadora conocí a un gringo, cosa fácil en Valpo donde siempre andan rondando. Me gustó. Me gustó mucho. Me gusto más de lo normal. No dormimos. No dormimos nada. Llegó la mañana. Tuvimos hambre, fuimos por desayuno. Pasé de vengadora a guía turística, y después a guía turística enamorada (enamorada de enamoramiento) “El Desayunador” ya estaba abierto. Café, huevos, pan integral, jugo. El mural de Loro Coirón estaba a mi espalda, frente al gringo que comenzó a mostrarse casi más excitado con la espléndida visión que conmigo. Ese Valparaíso a través de los ojos del artista cobraba más vida con el olor del café y el sabor de la mermelada casera y de los besos.

Su bus salía pronto. Lo despedí con la promesa de enviarle una postal del Loro. Los ojos del gringo me encandilaron con su brillo. Nos separamos con un beso apasionado y un abrazo lo suficientemente apretado como para dejarme con la sensación de que me había traspasado un poquito de su alma, su alma de gringo. Una úlltima mirada a través del vidrio de la micro, un último gesto, un adiós con puntos suspensivos y el entusiasmo que aun corría por mis venas me llevó hasta la librería Ivens. Aún tengo esa postal. Se me enfrió la sangre. Preferí dejarla en mi refrigerador.

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Sonreí todo el recorrido por la exposición. Me detuve en cada pieza. Intenté descubrir cada detalle. Sonreía. Sonreía. Si hubiera estado mi abuela me hubiera dicho “¡Quién sola se rie de sus maldades se acuerda!” Mi sobrina me insistió varias veces preguntando si me gustaba la expo o no, y que por qué parecía tan distraída. -¡¡¡Me encantó!!! le dije. Porque me encantó. Incluso patudamente me imaginé que una de las chicas de las linografías era yo y que el gringo me había visto así hace once años atrás. 

No le revelé a mi sobrina la verdad.

¡Iré otra vez!  Deberías verla tú también.

La exposición de Loro Coirón continuará hasta Marzo de 2020, de Martes a Domingo de 10:00 a 18:00 hrs. Galería de Artes Visuales, 3er piso, Edificio de Difusión. Parque Cultural de Valparaíso.

Entrada gratuita.