OCDE: ¿Es Chile el más desigual del club de los países ricos?

30 Noviembre 2015

Más de cinco años han pasado desde que el país se integrara a la que es considerada la principal institución política, financiera y económica del mundo occidental. ¿Existe voluntad de cumplir sus recomendaciones y corregir los niveles de desigualdad?

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Terminaba el primer gobierno de Michelle Bachelet, cuando en enero de 2010 se firmaba el ingreso oficial de Chile a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

De esta manera, el gobierno de Sebastián Piñera heredaba la incorporación al llamado “club de los países ricos”, integrado hoy por 34 naciones, lo que se concretó el 7 de mayo de ese año, convirtiéndose en el primer país sudamericano en acceder a la exclusiva Organización.

¿Qué ha pasado durante estos últimos cinco años?

“Chile es uno de los países de la OCDE donde las personas más gastan en salud y el tercero con mayor gasto privado en educación superior”.

“Chile es el quinto país de la OCDE donde más horas se trabaja, el que presenta la mayor desigualdad salarial y el que posee uno de los salarios mínimos más bajo”.

“Chile es último entre los países de la OCDE en satisfacción con la justicia y sólo supera a México en sensación de seguridad”.

“Chile es el país de la OCDE que menos gasto público destina a la protección del medioambiente”.

“Chile es uno de los países de la OCDE con mayor consumo de alcohol y el cuarto con mayor consumo de tabaco. Además, el sexto con mayor índice de obesidad”.

No solo se trata de titulares que sintetizan los resultados de diversos estudios elaborados por el propio organismo. También de los recurrentes mensajes enviados a las autoridades nacionales, apuntando a la desigualdad económica y social que existe en el país.

Por ejemplo, en su reciente visita a Santiago, donde presentó el Estudio Económico de Chile 2015, el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, reconoció que el país “sigue siendo una sociedad altamente desigual en cuestión de ingreso, riqueza y educación”.

Incluso, realizó un llamado a que disminuya su dependencia del cobre. “Expandir su economía más allá de la extracción de recursos naturales e incrementar su aporte basado en el conocimiento”, fue parte del mensaje de Gurría, sin dejar de aludir a los casos de colusión, los que calificó como “un ejemplo dramático de la falta de competencia en Chile”.

La embajadora chilena ante la OCDE, Claudia Serrano, ex ministra del Trabajo durante el primer gobierno de Michelle Bachelet, también ha sido crítica respecto de esta realidad. “Chile es un país con una de las más bajas tasas de sindicalización”. Esto, en comparación, precisamente, con los miembros de la OCDE.

¿Positivo o negativo balance?

“Desde el punto de vista político, ser de la OCDE nos ha generado un pequeño impasse, en el sentido de que siempre estamos comparándonos con ella y siempre quedamos bastante mal, porque nuestros indicadores son bastante más bajos”.

El análisis del cientista político Alejandro Olivares, académico del Instituto de Asuntos Públicos (INAP) de la Universidad de Chile, representa lo que para muchos ha sido una constante. En ese sentido, su conclusión es que “ser de la OCDE ha demostrado que tenemos falencias que debemos suplir si queremos ser considerados un país grande”.

En ese sentido, agrega que “si nos aceptaron en la OCDE es porque alguien evaluó que tenemos las capacidades para cumplir con los estándares. Por lo tanto, Chile tiene el potencial para desarrollar y acortar todas las brechas. Por ejemplo, en inversión del Estado en educación o en disminuir las brechas en prestaciones médicas que tiene la OCDE”.

Sin embargo, también plantea otra arista. “Lo otro es si realmente queremos cumplir con eso. Y en la fase del debate interno en la que estamos tiene que ver con qué modelo económico queremos, qué modelo productivo-extractivo queremos y qué modelo de sociedad queremos”.

Por ello, sus múltiples interrogantes. “¿Queremos un modelo que siga siendo neoliberal y que cada vez que hablamos de mayor intervención del Estado se nos caiga el pelo? ¿O queremos un modelo que se acerque un poco más hacia la OCDE y, por lo tanto, tenga mayor intervención del Estado en sectores que son prioritarios para la sociedad?”.

Y agrega: “Ese es el debate que estamos viviendo y que es también el de una nueva Constitución. Las fuerzas conservadoras son fuertes en nuestro país y prefieren mantener el modelo tal como está, porque les conviene”.

El propio Olivares se refiere a un escenario complejo, porque se está con los países más grandes e importantes, pero no se cumple con sus estándares. “Sirve para bien, si se piensa en generar cambios, pero también para mal, al demostrar que las cosas no se están haciendo tan bien”.

“Nos recuerda sobre nuestra desigualdad económica”

“Es positivo estar en un grupo de países que es bastante heterogéneo, más allá de lo que uno se puede imaginar, porque lucen más los países más ricos”. Así lo piensa el economista de la Universidad de Santiago Víctor Salas.

Sin embargo, recuerda que “hace cinco años atrás, cuando ingresamos, teníamos una mejor situación económica y una performance social con varias debilidades. Hemos venido desacelerando la economía y la performance social sigue donde mismo”.

Esto, de acuerdo al académico, se ve reflejado en que “según los informes de la OCDE, uno ve que no andamos bien y que es parte de nuestra realidad”.

Su valoración del organismo se basa en que “lo más importante que hace la OCDE es ponernos en una situación de que un país con las características nuestras, dentro del sistema capitalista, no puede andar con problemas de orden social tan grandes como los que tenemos. Tanta desigualdad económica en la distribución del ingreso, problemas que pone de manifiesto en sus análisis comparativos”.

“Es cierto que somos un país que está tratando de crecer y desarrollarse, pero parece que esto último de repente se nos olvida, porque el desarrollo también está asociado a la calidad de vida de los habitantes y ahí es donde surgen todos los problemas”, advierte Salas.

Asimismo, detalla que la OCDE establece que países con similares estructuras sociales, políticas y económicas, en general economías de mercado y capitalistas, tienen mejor comportamiento en la distribución del ingreso.

“Mejores análisis que los economistas neoliberales chilenos”

“Si bien Chile es un país que no tiene los niveles de ingresos de los demás integrantes de la OCDE, fue aceptado porque cumplía, hasta esos años, con todas las expectativas y regímenes políticos-económicos que tenían el conjunto de esos países”.

El recuerdo del economista Juan Guillermo Espinoza, académico de la Universidad de Chile, apunta a que la OCDE, “a la que nos incorporó el ex ministro de Hacienda Andrés Velasco”, es la principal institución política, financiera y económica del mundo occidental, “lo que logró posicionar a Chile en el escenario financiero y económico internacional de esos años”.

Sin embargo, no todo siguió igual. “Comenzaron a cambiar las reglas del juego en el manejo de los capitales y su circulación internacional”, explica Espinoza, agregando que “se demostró que el país no podía seguir viviendo de una economía exclusivamente dedicada a la exportación de materias primas. Además, la tributación de estas empresas exportadoras era ínfima y el país seguía viviendo de Codelco”.

Respecto del aporte que representa ser parte del organismo, plantea que “la OCDE estima para cada país tasas de crecimiento y de desarrollo que la mayoría de las veces no coinciden, y son mejores, que las que muchos analistas nacionales presentan sobre la economía de Chile”.

“Claramente nuestra economía sigue siendo dominada por analistas de origen neoliberal, quienes están convencidos de que Chile no tiene que cambiar en las líneas que está intentando hacerlo, al atacar el capital privado y las inversiones extranjeras”, concluye el académico.

Incluso plantea un error recurrente entre los economistas. “Los más neoliberales lo titulan como que éste es el club de los países ricos y de los grandes inversionistas. Creo que confunden a la OCDE con el Foro de Davos, que es donde influyen estas líneas de pensamiento más ortodoxas que no solamente están pasadas de moda, sino que están siendo desplazadas en el campo de la economía real”.

¿Distanciamiento con los vecinos?

Pareciera ser un consenso el que no sea la OCDE la causante de que el país se encuentre distante de sus vecinos de la región. “Chile ha tenido una tradición, desde el retorno a la democracia en adelante, e incluso un poco antes, de no ser muy latinoamericanista”, explica Alejandro Olivares.

Por ello, considera que no ha existido un mayor impacto en el hecho de que se integrara al organismo internacional. “En general, ha desarrollado una política de fronteras abiertas hacia el mundo que ha resentido su relación con América Latina, lo que no ha ocurrido solo por su ingreso a la OCDE. Es una historia de no querer mirar mucho a la región y de preocuparnos más de la economía global”.

Mientras que para Víctor Salas hace años que Chile se ha distanciado “psicológicamente” del barrio. “Eso fue creando una sensación de lejanía. En términos institucionales, estar en la OCDE nos da una especie de idea de que somos de los países grandes del mundo. Pero obviamente que si no estamos vinculados no solamente vamos a perder territorio. Necesitamos relaciones fuertes, sólidas y de amistad con los países vecinos”.

Su advertencia, para el corto plazo, apunta a la necesidad de “fortalecer los lazos con aquellos que pueden ser socios comerciales y también socios geopolíticos”.

La conclusión de Juan Guillermo Espinoza, en tanto, radica en que “la OCDE sigue siendo una institución que tiene en su dimensión positiva un reconocimiento por su desarrollo económico-social con contenido, cuyos estándares generales son de utilidad para Chile”.