El comercio internacional, incluyendo la exportación de cobre, dota a las ciudades puertos  ya sean secos, de mar o fluviales,  de gran movimiento financiero, además de permitir que junto al puerto  florezcan agencias de muellaje, bancos, agencias de embarque, restaurantes, cafés,  aseguradoras, lancheros, exportadores, importadores, transporte, del pesado y del  que lleva y trae a los trabajadores, fiscalizadores, policías, proveedores, obreros, intelectuales y empresarios, juntos creando riquezas. Todo al calor, de esta actividad de servicios del comercio internacional, en cada ciudad  de 100 a  más de 230 empresas.

Miles de familias en cada ciudad-puerto viven de esta actividad, que genera miles de millones de dólares, esa vida, ese bullicio, los choqueros humeantes por el frio, junto al pan con algo para la jornada fatigadora, las sonrisas de la conquista y los llantos de los que se quedan y se van, de esos amores fugases que nacen y mueren en la  barra de un bar, en un futuro cercano morirán, si los porteños no defendemos nuestras ciudades.

Un grupo de tipos, que no saben nada de cómo se genera la vida, la poesía, la cultura de cada asentamiento humano de nosotros los porteños, que solo tenemos como límite el horizonte, para emprender y crear,  pretenden  arrebatarnos, esa parte de nuestro ser. Para entregarla a no mas de tres compañias de transporte internacional.

Será necesario, organizarnos y pelear otra vez por lo nuestro, por lo propio, por nuestro pasado, por nuestro presente, por lo que le dejaremos a nuestra descendencia, que no es más, pero nada menos, que la dignidad y el derecho a seguir existiendo.