Por Fernando Rivas Inostroza

PARIS (Le Bourget).- La Conferencia de Naciones Unidas para contener el Cambio Climático (COP21) dio este fin de semana el primero de sus planificados y polémicos pasos y emitió a nombre de las 195 delegaciones asistentes un primer acuerdo o borrador que evidenció desde ya las diferencias entre estados ricos y pobres y aquellos que viven en carne propia los efectos del cambio climático y aquellos que no lo hacen.

Esto se hizo además, en medio de la renovada discusión,  respecto de las implicancias y el carácter vinculante que tienen los acuerdos de las COP, sobre los Estados participantes, pues no todos se sienten obligados, a pesar de lo acuciante del tema  y de la necesidad de una perentoria definición.

Para algunos observadores, la extensión del documento -48 páginas- parecía, ser sin embargo, un indicio positivo, ya que se trataría de menos palabras y de más acciones, es decir con propuestas concretas,  a diferencia por ejemplo del inicial texto de Copenhague, en 2009, que contenía más de 200 páginas.

Dicha modalidad haría posible según la   embajadora francesa del clima Laurence Tubiana, que efectivamente se llegue a un acuerdo amplio y global al término de la actual cita en París. Dicha ciudad se mantiene hoy en plena calma y prácticamente no subsisten indicios que recuerden los atentados del 13 de noviembre. Sólo en aeropuertos o zonas estratégicas es posible de observar un mayor contingente militar o policial. Sin embargo, en la ciudad  impera la tranquilidad, al punto de que unos niños han podido jugar tranquilamente con un balón en horas de la noche en el atrio de Notre Dame.  

LAS PEPITAS DE ORO

La COP 21 se extenderá durante toda la próxima semana  y el preacuerdo servirá como un documento de trabajo para elaborar los distintos puntos finales y concluir con el acuerdo definitivo, que será difundido el día viernes 11, cuando finalice la COP21.  24 páginas son de acuerdos  y otras 24 de decisiones  relacionadas con el objetivo final de la Conferencia,  cual es  la aplicación de un Acuerdo global en 2020. Todo lo cual no obsta para que rijan también todas las medidas adoptadas antes de esa fecha.

Durante la semana se trabajará en grupos según temas y se tratará de identificar las denominadas “pepitas de oro”, con el fin de encontrar aquellos temas que concitan un amplio consenso y que suelen ser decisivos en la adopción de medidas. Las “pepitas” son el resultado del trabajo de los delegados, los "facilitadores", que animan las sesiones de negociación y que ayudan a  proponer fórmulas de compromiso entre los estados.

De modo que, el trabajo de los delegados recién sólo va en la mitad del camino. Queda  aún por resolver lo más duro.

LOS OBSTACULOS

Algunas islas del Pacífico y otros países del Caribe han manifestado su preocupación por el alza de las temperaturas en los últimos años y lo que eso puede implicar para las mareas.  A ellos les preocupa el aumento del nivel de los océanos y desean que el Acuerdo de la COP21 reduzca a 1, 5 grados la posibilidad del calentamiento global en el Siglo y no 2 como ha sido la intención inicial. Sin embargo, hay una serie de países, con gran incidencia de energías fósiles o productoras de carbono, como Arabia Saudita,  que se oponen. La representación de Malasia ha planteado simplemente reordenar  la industrialización y regularla, porque a su juicio la amenaza de cambio climático ya es grave.

Otro punto relevante ha sido la definición de responsabilidades y las acciones consecuentes. Mucho se ha hablado de “obligaciones comunes pero diferenciadas” para los países, y en esto más que en fijarse en quienes no quieren asumir deberes, hay quienes se han fijado en la actitud favorable de naciones emergentes como China, que están disponibles para cooperar económicamente con aquellas naciones más pobres y que sufren los efectos del cambio climático. Se estima que una actitud similar podrían manifestar a su vez Brasil o India. De esta manera, los estados de menos recursos podrían disponer de un fondo anual de 100.000 millones de dólares, mediante el acuerdo que  entraría en vigor a partir de 2020.

También persisten las diferencias sobre la energía fósil. En ciertas partes del documento se señala que ella será eliminada al 2050, mientras que en otras se dice que ocurrirá “cuando sea posible”.

Paris, en todo caso, ya está actuando y es cada vez más común ver estaciones y parqueaderos de vehículos eléctricos, que están cargando sus baterías con cables desde barras surtidoras en sitios especialmente acondicionados, ya sea  en horas de la noche o mientras sus dueños cumplen otras labores.  Un anticipo sin duda del futuro que se viene y de aquella sociedad del petróleo, que al parecer empieza a quedar atrás en la historia.

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