Cómo reconocer a un "outsider" en política

02 Mayo 2016

En numerosos sitios del mundo suelen emerger personajes como estos, en que tanto los denominados grupos de poder, como los ciudadanos de a pie, solemos ser displicentes y tomamos a la ligera la irrupción de ellos y sus incendiarios discursos.

Sebastián Ibañez >
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Por Sebastián Ibáñez Iturriaga, Egresado de Derecho Universidad de Valparaíso.

Desde un punto de vista general, el término “outsiders” dice relación con alguien que se ubica en la periferia de las normas sociales; o bien, que vive aparte de la sociedad u observa un grupo desde fuera. Por su parte en el campo económico, el término dice relación con un empresario que no forma parte de un grupo económico concentrado.

Sin embargo, en el ámbito político un “outsider” es alguien ajeno o foráneo a dicha actividad,  que irrumpe de golpe en la contingencia calando hondo en el corazón de los votantes. Odiados por unos, amados por otros, inundan la mayor cantidad de espacios en los diversos medios de comunicación (radio, TV., prensa escrita) e incluso forman parte de las redes sociales, como facebook o twitter, ostentando una gran cantidad de seguidores.

Ahora bien, ¿cómo podemos reconocerlos? Aunque parezca difícil intentaré responder esa pregunta. En política, a mi modo de ver un “outsider” presenta cuatro requisitos o condiciones que lo hacen identificable, a saber:

1. Provienen fuera de la política. Por cierto, si uno analiza la contingencia y la situación experimentada por otros países, los ejemplos abundan. Empresarios, militares, académicos, entre otros. Un “outsider”, si bien se codea con miembros de la élite política, permanecen en la periferia y observan el momento preciso e indicado para acceder a ella. Lo que generalmente ocurre en momentos como una crisis económica o una sucesión interminable de casos de corrupción política que salen a la luz pública.

2. Utilización de un lenguaje simple y frontal. Simpleza que se manifiesta en mensajes como destinatario: el “pueblo”, la “clase media”, los “trabajadores”, “queridos compatriotas”, entre otros; es decir, un destinatario indeterminado. A su turno, la frontalidad se manifiesta en un lenguaje mordaz y radical contra quienes “se aprovechan” de los ciudadanos, tales como: políticos, banqueros, terroristas e inmigrantes.

3. Imagen de un apolítico. En principio, un “outsider” presenta una imagen y emite un discurso contra la política tradicional. El llamado establishment de la izquierda o la derecha son blancos de sus aceradas criticas. Muchas de ellas justificadas por cierto, pero que sin embargo, carecen de propuestas realizables en corto o largo plazo, como se ha demostrado.

4. Discurso anti-corrupción. Es muy común que un “outsider” surja en medio de una alta convulsión social, sea por una profunda crisis económica, por desprestigio de la clase política e incluso en momentos donde el gobierno prácticamente no es capaz de controlarse a si mismo, la corrupción campea y la ciudadanía sufre tal inestabilidad.

En ese tono, los discursos de un outsider suelen considerarse como una suave llovizna que refresca un campo dañado por la sequía. No obstante ello, este tipo de personajes tienen dos defectos que parecen ser comunes. Por un lado, son transitorios o efímeros, sus denominados “legados” no suelen perdurar en el tiempo; y por otro, suelen exacerbar la personalización en la política e incluso suelen ser excesivamente auténticos, al extremo de no respetar el denominado protocolo.

En numerosos sitios del mundo suelen emerger personajes como estos, en que tanto los denominados grupos de poder, como los ciudadanos de a pie, solemos ser displicentes y tomamos a la ligera la irrupción de ellos y sus incendiarios discursos.

Si bien, la experiencia social ha demostrado que los problemas de la corrupción, iniquidad social y abusos de los grupos de poder han permanecido en el tiempo, sobrepasando la permanencia de los outsiders en la política contingente. También es preciso señalar, que por mucho que se esfuerce la clase política tradicional en menospreciarlos o minimizarlos, los outsiders merodearan el poder político y emergerán sin previo aviso. Por tal razón, parece ser inútil tomar con liviandad o cierto desdén a ciertos candidatos que encarnen cualidades como las desarrolladas con anterioridad. Por el contrario, si los ciudadanos desean alternativas duraderas en el tiempo y la concreción de promesas incumplidas, se requiere con urgencia tomar en serio a personajes de este estilo, traerlos al debate con ideas claras y evitar la excesiva personalización.