El “martillo” y el Covid-19: ¿La hora de la danza?

El “martillo” y el Covid-19: ¿La hora de la danza?

08 Julio 2020

Utilizando las figuras de Pueyo, el “martillo” contra el Covid está dando resultados en Chile cuando realmente se aplicó. Pero, ¿es el momento de pensar en “bailar” con el coronavirus, sobre todo en las regiones, como empieza a deslizarse desde el poder central del país? 

Claudio Elórtegui >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

El artículo de Tomás Pueyo, “Coronavirus: The Hammer and The Dance”, se ha consolidado como un referente en la discusión pandémica a nivel global, con más de 40 millones de visitas y encendidos debates a nivel de políticas públicas e interdisciplinas. 

Los simbolismos y gráficos planteados por Pueyo, que descansan en análisis empírico y procesamiento de datos comparativos, son explícitos y orientadores. Por ejemplo, el “martillo” al que alude dicho artículo, representa la imprescindible dureza de las medidas de confinamiento, distanciamiento físico y reducción estricta de las actividades desarrolladas en el espacio público y cotidiano de los territorios. Además, la tesis indicaba que mientras antes se tomaran estas políticas de supresión, mejores resultados tendrían los países. Las tempranas conjeturas de Pueyo, efectuadas en marzo, le dieron la razón.

Estas acciones extremas del “martillo” serían fundamentales para aspirar a revertir, en el corto plazo, los devastadores efectos sanitarios del Covid-19, siempre que fueran bien ejecutadas y existieran opciones reales de mantener a las personas recluidas, en hogares seguros, con alimentación y servicios básicos. Algo que, por supuesto, sabemos refleja los problemas estructurales del país, la sociedad y el tipo de sistema-mundo en el que habitamos. 

El “martillo” implica un golpe a nuestras vidas, la cotidianidad y los aspectos que nos constituyen como seres sociales y comunicacionales. Es doloroso y hasta desgarrador, pero salva a miles de vidas. Implica agotamiento, crisis económica, desgaste emocional y sicológico. Pero también supervivencia de la comunidad, respeto al otro y resguardo del tejido colectivo.

En rigor, las cuarentenas solo en las últimas semanas y cuando se limitaron los desplazamientos a porcentajes mínimos, dejando prácticamente a Santiago aislado, han provocado la baja actual de casos que estamos experimentando a nivel país. El “martillo” funcionó para dicho foco capitalino. Y lo veremos hacia fines de julio. Si esto hubiera sido posible en marzo, con un nivel de conciencia y efectividad de todos los actores involucrados, la historia habría sido diferente para Chile. Las regiones hubieran podido resistir de manera más planificada, en lo social, económico y sanitario-preventivo, el contagio proveniente desde la Región Metropolitana.

También debió ser distinta la comunicación política de “volver a la normalidad” cuando todavía no nos enfrentábamos, ni siquiera, al lado más agresivo del virus. Las medidas de mitigación no fueron efectivas, la comunicación tampoco. El “retorno seguro”, como tantas creaciones publicitarias gubernamentales, quedará en el nefasto listado de los desaciertos no solo por lo que significaba, sino por los tiempos en los que fue difundido. Contextos y tiempos son claves para una comunicación masiva que busca respuestas cívico-virtuosas. 

Cuando tienes malas políticas públicas y se considera que la comunicación política borrará o esconderá esas falencias, los resultados son conocidos y lamentables. Los tomadores de decisiones, entonces, culpan a la comunicación. El lenguaje no puede construir realidades, cuando dichas realidades no tienen un asidero mínimo de correlación vital y asimilable con los entornos. Entornos que, por ejemplo, exhibían hacinamiento en sus residencias, al igual que la ciudadanía en el transporte público; también largas filas para cobrar el seguro de cesantía o la obligación de muchos de esperar enfermos las respectivas licencias, mientras debían cuidar su empleo; o los sucesivos portazos a las pymes regionales, por citar algunos casos que no fueron tomados en consideración por los diseñadores de las políticas.

Ahora, el discurso oficial irá instalando e incrementando la necesidad de volver a retomar las actividades. Es cuando Pueyo se refiere a la “danza”, es decir, la convivencia con el coronavirus cuando está más controlado, como ha pasado en Europa, aunque no significa que esté en retirada. Cuando llegue ese momento, la sociedad debe “bailar” a un ritmo paulatino con el Covid, con una música suave y baja. De hecho, el periodo de “danza” no serían algunas semanas como la fase del “martillo”, sino uno más extenso, es decir, hasta cuando llegue la vacuna o un tratamiento. Algo, por lo demás, igualmente extenuante. Se trata de controlar la R, es decir, la tasa de transmisión. 

Estos re-inicios deben ser mesurados, no masivos, progresivos, siempre con la posibilidad de aplicar el “martillo” ante los rebrotes. Son momentos difíciles y tendrán que mostrar mucha prolijidad y templanza pues, de lo contrario, todo el esfuerzo será en vano y los efectos sobre la calidad de vida sanitaria-económica, seguirán empeorando en Chile.

Más allá de las estrategias discursivas y políticas que comienzan a vislumbrarse desde el poder central, todavía estamos con una ocupación de camas UCI preocupante y con focos de transmisión regional, que no pueden dejarse bajo los mismos criterios que Santiago experimentará para iniciar la “danza”. 

La “hora de bailar” con el Covid implicará para las regiones desafíos importantes y, probablemente, tiempos diferentes a los que se plantean para la realidad capitalina. Como nos está mostrando la evidencia reiterada, seguir el camino de las lógicas tomadas en Santiago no siempre es la mejor alternativa. Por lo mismo, la Región de Valparaíso incluso debería comenzar a aplicar, prontamente, el “martillo” en comunas como Quilpué y otras que sufrirán las consecuencias por los desplazamientos inevitables desde las zonas en cuarentena.

Esperemos que la ciudadanía regional y las comunidades locales sean partícipes de un eventual “plan de danza” y que, prontamente, sean convocadas desde los órganos regionales correspondientes, para que aporten con la experiencia territorial y la inteligencia colectiva que requerirán las nuevas fases.