La planificación urbana y el estallido social: Vivienda y transporte en el ojo del huracán

La planificación urbana y el estallido social: Vivienda y transporte en el ojo del huracán

24 Febrero 2020

Un ejemplo evidente del desfase entre el crecimiento económico y las políticas de planificación urbana, se verifica en el aumento de campamentos, donde el Gran Valparaíso es protagonista.

Marcelo Ruiz >
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Marcelo Ruiz Fernández

Arquitecto

El actual estallido social no puede ser explicado sin considerar la reducción de la pobreza ocurrida en Chile desde 1990, producto del crecimiento económico y las políticas sociales continuas. Esto generó la expansión de la clase media y con ello la transformación masiva de las expectativas respecto a la promesa de futuro del país, en conjunto con mayores demandas de calidad de vida. 

Este proceso tiene un enorme impacto en las ciudades. El mayor dinamismo económico y el aumento del ingreso de la población, profundizaron la demanda sobre el mercado de suelos y los sistemas de transporte. Frente a lo anterior, las políticas urbanas se volvieron obsoletas. No lograron dar respuesta al aumento de los precios del suelo, ni a los crecientes problemas de movilidad, profundizándose la segregación socio-espacial y la desigualdad. El aumento de los costos de arriendos y de transporte tiene una enorme incidencia en la precarización del presupuesto familiar. Ya el año 2013, un estudio de Oscar Figueroa e Iván Poduje alertaba que el decil más pobre del país gastaba más del 70% de sus ingresos mensuales solo en moverse por la ciudad. 

Un ejemplo evidente del desfase entre el crecimiento económico y las políticas de planificación urbana, se verifica en el aumento de campamentos, donde el Gran Valparaíso es protagonista. En el periodo 2010 - 2014 la economía creció, se redujo la pobreza pero aumentaron los campamentos. Esta paradoja se explica en parte, porque la demanda de suelo impulsada por el crecimiento económico, al no estar canalizada por medidas de planificación que permitieran la distribución de la riqueza en el territorio, termina concentrándose en aquellas pocas áreas que ya contaban con atributos urbanos. Al 2017, el 80% del crecimiento demográfico del Gran Valparaíso se concentró en 12 distritos censales, de un total de 69. Esto encarece el costo de las viviendas, incidiendo en la concentración económica y en la desigualdad. 

En consecuencia, para enfrentar los problemas de desigualdad generados por el desarrollo urbano, es clave reformar en forma conjunta las políticas de vivienda social y transporte público. Ambas políticas, claves los procesos de planificación urbana, están fuertemente determinadas por el abuso del enfoque subsidiario: más del 60% del presupùesto del MINVU y del MTT en los últimos 10 años se basa en subsidios. Como se sabe, los subsidios si bien son eficientes en resolver problemas de cobertura, no cambian las tendencias de desarrollo urbano. Más bien mantienen los problemas existentes. Los subsidios no han logrado un mejor sistema de transporte, como tampoco han logrado barrios de mejor calidad y más cercanos a los centros urbanos. Por ello, se requiere una nueva política de planificación con foco en la gestión integrada del suelo y el transporte, en conjunto con la producción de infraestructura urbana. 

El caso del Gran Valparaíso es un reflejo de todo lo descrito. Para esta Área Metropolitana, el periodo 2010-2020 fue una década perdida. Sin grandes proyectos de infraestructura, se perdió el vigoroso ciclo de inversión pública experimentado entre 1995 y 2006. Con ello se vuelve difícil enfrentar de forma sustentable el crecimiento urbano, amplificado por la cercanía con Santiago. Esto configura una conurbación con una base económica cada vez más deprimida, congestionada y con serios problemas de desigualdad urbana, lo cual alimenta el descontento social. 

Es de esperar que el necesario debate Constitucional no esconda las prioridades del desarrollo urbano. Y en ello, no hay que olvidar el rol de aquellos líderes políticos, que atrapados en la retórica reformista y contra-reformista del ciclo Bachelet-Piñera, relegaron a las ciudades a un segundo plano, dejándole su planificación a las tecnocracias silenciosas que solo pudieron aplicar la misma receta, una y otra vez, frente a un país que había cambiado. Así estaba claro el colapso.

 

Foto: Huawei / Agencia Uno