[OPINIÓN[ El Cambio de Gabinete de Sebastián Piñera

14 Junio 2019

La coincidencia de su anuncio con la difusión de la encuesta CEP, que muestra el derrumbe del respaldo ciudadano a su proyecto de “Tiempos Mejores”, fue una torpe maniobra comunicacional que trató de tapar el mal desempeño gubernamental.

Ibán de Rementería >
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Por Ibán de Rementería

Núcleo Valparaíso Socialista

El esperado cambio de gabinete fue apenas grado 3, se sintió pero no pasó nada, fue un ajuste con cuatro salidas y dos enroques ministeriales. La coincidencia de su anuncio con la difusión de la encuesta CEP, que muestra el derrumbe del respaldo ciudadano al Gobierno del Presidente Piñera y a su proyecto de “Tiempos Mejores”, fue una torpe maniobra comunicacional que trató de tapar el mal desempeño gubernamental con una supuesta reorientación política y económica del Gobierno.

El rasgo distintivo de este ajustado gabinete es la permanencia imperturbable del comité político, conformado por los ministerios de Interior, Secretaria General de Gobierno, Secretaria General de la Presidencia, donde sólo el Ministerio de Desarrollo Social trae una innovación sugerente. Aquí lo que se ha impuesto es el inmovilismo político por la imposición personal del Presidente Piñera. Esto no es el ninguneo de los partidos de gobierno como lo pretende la UDI, ya que los cuatros ministros salientes son todos independientes. Salieron de Relaciones Exteriores Roberto Ampuero, siendo ésta la manera de atribuirle el fiasco de Cúcuta –en la frontera colombiano-venezolana-, que todo parece indicar fue iniciativa presidencial. Del Ministerio de Energía sale Susana Jiménez por el fiasco de los medidores inteligentes, cuya imposición lapidaria también fue presidencial. En fin, para eso son los ministros. Los ministros de Economía, José Ramón Valente, y de Salud, Emilio Santelices, salen por sus propios deméritos.

El otro rasgo del ajuste ministerial es el reforzamiento de la política económica, quien allí manda, luego del Presidente, claro está, es el Ministro de Hacienda, Felipe Larrain, quien permanece imperturbable, reforzado ahora por la entrada de Juan Andrés Fontaine, quien viene de haber diseñado la nueva política económica central en el Ministerio de Obras Públicas (OOPP) con el Programa de Infraestructura.

Los ministros entrantes son casi todos ex ministros del anterior gobierno del Presidente Piñera: Teodoro Rivera, ex Ministro de Justicia, ahora a Relaciones Exteriores; Jaime Mañalich del Ministerio de Salud nuevamente a él; Juan Carlos Jobet del Ministerio de Trabajo en el anterior gobierno, ahora al de Energía, donde complementará el equipo económico y quien viene de ser Presidente de AFP Capital y Gerente General del Fondo de Infraestructura. La excepcionalidad está en singularidad de la incorporación de Sebastián Sichel, ex democratacristiano y ex bacheletista, que viene de la Vicepresidencia de la CORFO y va al Ministerio de Desarrollo Social, el lado social de la política pública y económica, ya que también estará en el Comité Político que constituye el entorno inmediato del Presidente, ¿será acaso el nuevo puente con la DC?

En el caso de los enroques, el de Fontaine a Economía es el retorno de él a su ministerio en el pasado gobierno del Presidente Piñera. El hecho más emblemático es el paso de Alfredo Moreno de Desarrollo Social al Ministerio de Obras Públicas, él fue Ministro de Relaciones Exteriores en el pasado Gobierno de Piñera y fue Presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), máximo organismos de las asociaciones empresariales.

Si bien su expectativa y la de su sector político en Desarrollo Social para desplegarse como presidenciable era alta,  el asesinato del comunero Camilo Catrillanca por Carabineros arruinó el “malón” que tenía preparado con las comunidades mapuches y ha terminado en el estruendoso fracaso de la consulta popular a ellas. Ya no tenía más remedio que salir.

Ahora la tarea de Moreno en OOPP es ejecutar el Programa de Infraestructura el cual es el núcleo central de la política de reactivación económica del Gobierno, programa que diseñó Fontaine y que sigue la doctrina de Keynes, quien se propone lograr la reactivación económica mediante la inversión estatal en obras públicas, de tal manera que el aumento del trabajo y los salarios eleve la demanda de bienes y servicios, modelo socialdemócrata tradicional.

No obstante, ahora, la ampliación y construcción de nuevas obras públicas serán concesionadas a inversionistas privados nacionales e internacionales, siguiendo la doctrina neoliberal de ex Presidente Lagos Escobar, ejecutada por su ex ministro Carlos Cruz, hoy Secretario Ejecutivo del Consejo de Políticas de Infraestructura. Ese proyecto de desarrollo económico nacional más o menos se propone concesionar unos US$ 20.000 millones en carreteras, autopistas, puertos, aeropuertos, trenes, etc., en los próximos cinco años, lo cual se iniciará este año con proyectos por US$ 1.400 millones. Se estima que las utilidades y rentas provenientes de esas inversiones privadas pueden llegar en los próximos años a unos US$100.000 millones, recursos que no recibirá el Estado y que podría emplear para financiar las prestaciones públicas en salud, educación, sistema de pensiones y vivienda.

Que este modelo de desarrollo económico al aumentar el crecimiento aumente los salarios no es un hecho cierto, así a comienzos de este año la economía nacional creció en un 4,0% pero los salarios solo crecieron en un 0,1%. El modelo y discurso político, “el relato”, del Gobierno del Presidente Piñera sigue apegado al crecimiento económico y la seguridad ciudadana dirigido a la clases medias, pero como estas mayoritariamente viven de un trabajo precario y o de un autoempleo más precario aún, los que ellas quieren son accesos seguros, universales y de calidad a la salud, la previsión social, la educación y la vivienda.

Esta cerrazón del inmovilismo político del Gobierno del Presidente Piñera llamando a su entorno ministerial solamente a sus colaboradores más fieles para dar la lucha final por el programa de desarrollo nacional de la derecha neoliberal, recuerda una vieja película de Sam Pickinpah, “La Pandilla Salvaje” (1969), donde un grupo de forajidos blancos da un combate a muerte ante la superioridad de sus enemigos mexicanos. En este caso los enemigos son la mayoría parlamentaria de la oposición en el Congreso de la República.

El inmovilismo político no es un mero conservadurismo, renuencia al cambio y el progreso o falta de imaginación, es un persistir en el diseño político acordado por una minoría e impuesto a la mayoría, es la imposición de una determinada manera de distribución del poder que a su vez impone una determinada manera de redistribuir la riqueza que colectivamente la sociedad toda produce.

 

Foto: Huawei / Agencia Uno