[OPINIÓN] Montajes, matonajes y berrinches: el sello del sharpismo en la Municipalidad de Valparaíso

12 Junio 2020

Los equipos de propaganda del alcalde ya deben estar preparando un nuevo montaje y su posterior funa hacia los concejales, en una rutina que se repite cada vez que se le descubre un nuevo caso de corrupción o abusos que contradice su cosmético discurso transparencia.

Boris Kúleba >
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La decimoquinta sesión ordinaria del año 2020 del Concejo Municipal de Valparaíso realizada el 27 de mayo de este año, marcó un antes y un después en la siempre tensa relación del alcalde Jorge Sharp con los concejales. Como tema obligado, se discutiría la polémica anulación del concurso de selección de directores para los establecimientos educacionales que costó más de 50 millones de pesos, despilfarrados en un evidente intento de apernar operadores políticos afines a la alcaldía y a la pareja que controla la educación municipal en Valparaíso y que, tras un categórico informe jurídico interno, terminó por evidenciar una cantidad de vicios que permiten hablar por primera vez, de manera certera y sin temor a errar el término, de corrupción en la actual gestión de la Municipalidad y la Corporación Municipal (CORMUVAL).

Quizás por eso, y aprovechando la tribuna audiovisual con la que la pandemia condicionó a las sesiones públicas del Concejo, la Cuenta Presidente con la que se inició la de ese día fue alargada por parte del alcalde de una manera excesiva para transmitir, en vez de la sesión, una especie de matinal de dudoso gusto para “conversar” sobre la pandemia COVID, justificándolo, en sus propia palabras, “por la prudencia y sensibilidad del tema”.

Tal como en los matinales, tuvo como invitado a un histriónico panelista, el doctor Aníbal Vivaceta, que regresó a la tribuna pública porteña convertido en un experto epidemiólogo internacional, quince años después del bochorno internacional que significó su obsesiva persecución a la célebre gata Luz, supuestamente contagiada con rabia por ¡oh, destino! un murciélago, mientras fue seremi de Salud. Como si fuera poco, además hubo un “despacho en vivo” desde el Hospital Van Buren con el presidente del Colegio Médico de Valparaíso, el doctor Ignacio de la Torre. Dos eternas horas y media después, y con la audiencia y los espectadores que resistieron el extenso espectáculo convenientemente sensibilizados con el COVID, recién comenzaría el Concejo Municipal.

Lo que el alcalde Sharp dilató con el sensiblero sainete del COVID era la explicación que debía dar sobre el concurso de directores. Aludió a su propia “transparencia y valentía” al denunciarse él mismo a Contraloría por lo sucedido apenas fue pillado in fraganti; por enésima vez buscó la manera de empatar este vergonzoso acto de corrupción con “los alcaldes anteriores”; y rechazó la solicitud de un grupo de concejales de destituir tanto a Silvana Sáez, directora de Educación, como a Marcelo Garrido, Gerente de la CORMUVAL, individualizados como los responsables del doloso y fallido concurso. Todo apuntaba a que se iniciaría otro de los habituales berrinches del alcalde en medio de una sesión, pero esta vez lo que vendría estaba planificado en cada detalle.

La Venganza de Sharp

Minutos después de haber sido cuestionado no sólo por el infame concurso, sino que también por la pérdida de 50 millones de pesos que este escándalo significó para las arcas municipales, solicitó una audaz e insólita modificación presupuestaria por ¡1.300 millones de pesos! con un importante porcentaje destinado a “nuevas contrataciones”, sin especificar quiénes ni para qué serían contratados. La Secpla Tania Madriaga realizó luego una exposición sobre el destino de la cifra solicitada que resultó más confusa aún, indicando que eran para “el COVID”  (recordemos que el público ya estaba emocionalmente sensible con el tema por el extenuante show de los doctores de hace unos minutos) y considerando que al día siguiente se discutiría el destino de la misma cifra aportada por el Gobierno Central para enfrentar, precisamente, a la pandemia del COVID, los concejales propusieron postergar la votación de esta modificación presupuestaria también para el día siguiente, cuando tengan toda la información que, en medio de su habitual “berrinsharp”, el alcalde se negaba a entregarles.

Lo que vino fue un espectáculo grotesco con los concejales interrumpiéndose, el alcalde infantilmente amurrado y la concejala Zuliana Araya gritando que tenía hambre (¡quedó en el acta!). La sesión que comenzó con interminables dos horas y media de dilación matinalista con el COVID y los médicos panelistas, ahora se convertía en un urgente apuro por votar, bajo presión, la inmediata aprobación de una cantidad de 1.300 millones de pesos a la misma persona que acababa de reconocer su valentía y transparencia al despilfarrar “apenas” 50 millones en un fallido intento por apitutar a sus operadores políticos. Sólo los tres concejales con las limitaciones éticas e intelectuales requeridas para aprobarlo votaron a favor, el resto rechazó el cheque en blanco.

Pero todo estaba planeado para que así sucediera y minutos más tarde el alcalde culparía en sus redes sociales a los concejales de “rechazar 1.300 millones que buscaba preparar a Valparaíso para la cuarentena. Permitía comprar alimentos, elementos protección, reforzar servicio aseo y creaba bono acogida para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar” y sólo porque Twitter no permite más caracteres no los acusó también de asesinar gatitos bebés. Había una funa preparada y se viralizó incluso en grupos de whatsapps de juntas de vecinos un infame meme que repetía sospechosamente la acusación del alcalde, que fue replicado en todas sus redes sociales por cada funcionario municipal leal al regimen que con valentía, transparencia y complicidad recibe su mesada ciudadana al final de cada mes.

Emboscaron a los concejales y todo el show de doctores COVID, la votación apurada, los aullidos de hambre y la rumiante viralización de la funa en redes vecinales fueron parte del mismo montaje. De la urgentísima modificación presupuestaria por 1.300 millones de pesos nunca, jamás, hasta el día de hoy se ha vuelto a tener noticias.

El matonaje como impronta sharpista

Si el alcalde (o las instrucciones de su oneroso equipo asesor) es capaz de tratar públicamente de esta manera a quienes precisamente tienen el deber de fiscalizarlo, no es difícil imaginar cómo tratarían en privado a quienes están bajo sus órdenes. Basta leer cualquiera de la 134 causas laborales judiciales durante los tres años de su período (ya que le gusta tanto compararse con los alcaldes anteriores, Jorge Castro tuvo 50 causas laborales en sus 8 años de gestión) para darse cuenta del tenor del trato: funcionarios que él mismo trajo fueron despedidos por negarse a ejecutar sus abusos sin importar si estaban en medio de un tratamiento de cáncer o con licencia médica tras infartos provocados por el hostigamiento laboral (causas Rit O-240-2019, T-705-2018, T-18-2019, entre otros). A una de las exfuncionarias a las que se les detectó un cáncer, y debido a las licencias solicitadas para su tratamiento, se le despidió porque su “salud era incompatible con sus funciones”. A otro funcionario se le despidió el mismo día en que fue padre por primera vez.

El nivel de sadismo y ensañamiento de las jefaturas sharpistas con sus funcionarios está descrito en cada uno de los textos de las demandas y ha sido cubierto ampliamente en otros medios, y aunque las víctimas no cuenten con la tribuna de los concejales, de todos modos se les ha hecho una destrucción de imagen al acusarlos de ser “operadores de Castro y Pinto enquistados en el Municipio”, slogan repetido bovinamente por los seguidores del alcalde, pese a que los casos más populares, dilatados (tal como el show de los médicos COVID del Concejo) ya sea en la Corte Suprema o incluso con inconsecuentes recursos ante el mismísimo Tribunal Constitucional, corresponden a funcionarios que llegaron durante su gestión.

En la última sesión del Concejo Municipal, la concejala Ruth Cáceres dio a conocer el informe 566 de la Dirección de Asesoría Jurídica sobre Indemnizaciones Laborales a las que ha sido condenada la Municipalidad de Valparaíso durante la gestión de Sharp, y que suman un total de $1.225.056.778 (mil doscientos veinticinco millones cincuenta y seis mil setecientos setenta y ocho pesos). Un balde de agua fría, ya que dicha cifra no aparece en ningún estado financiero ni en las Cuentas Públicas del alcalde, y se aleja bastante de la irónica propaganda de austeridad y manos limpias con la que se publicita la actual administración municipal. Esta, hasta ahora, oculta cifras, eso sí, corresponde únicamente a lo que se ha pagado hasta la fecha por los 21 casos que figuran en el informe y que corresponden apenas a una pequeña fracción del total de causas laborales en proceso o falladas pero que aún no han sido pagadas. Como esa cifra debería aumentar considerablemente a medida que terminen los numerosos juicios pendientes, la concejala Cáceres solicitó un infome trimestral via oficio del estado de los juicios y los pagos. La respuesta del alcalde, valiente y transparente, fue dar por terminada la sesión del concejo, apagar su cámara y desaparecer de la transmisión de la sesión del Concejo Municipal.

Los equipos de propaganda del alcalde ya deben estar preparando un nuevo montaje y su posterior funa hacia los concejales, en una rutina que se repite cada vez que se le descubre un nuevo caso de corrupción o abusos que contradice el cosmético discurso de valentía y transparencia con la que Jorge Sharp y su nepotista ejército de matones llegó a instalarse en la Municipalidad de Valparaíso. Ya cruzó públicamente el límite moral que tantas veces cruzó en privado, se desenmascaró en medio de su barra brava y con ello abrió la puerta, entre aplausos, al típico populismo audiovisual del acarreo de cajas de mercadería y tours por las ollas comunes, un vergonzoso remedo de las impúdicas prácticas de esos antiguos alcaldes que tanto suele criticar, pero que hacían exactamente lo mismo que él.