[OPINIÓN] Violencia en Valparaíso

[OPINIÓN] Violencia en Valparaíso

28 Octubre 2019

Desde el viernes 18 los ciudadanos de Valparaíso se han sumado multitudinariamente al torrente de voces que demandan un nuevo pacto para una sociedad más justa, humana e igualitaria. 

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Por Eduardo Muñoz Inchausti, Académico Escuela de Administración Pública, Universidad de Valparaíso

Estos días de movilización en Chile han limpiado como el viento al vellocino de oro de la modernización capitalista. La cobertura dorada, cual joya de fantasía, ha dejado a la vista el plomo descubierto por la erosión de la protesta social más grande del Siglo XXI en nuestro país.

Desde el viernes 18 los ciudadanos de Valparaíso se han sumado multitudinariamente al torrente de voces que demandan un nuevo pacto para una sociedad más justa, humana e igualitaria. 

Sin embargo, al cabo de una semana de movilizaciones un manto de tristeza está cubriendo el rostro de nuestro puerto herido. A diferencia de lo que ocurre en otras plazas capitales de nuestro país, y muy distintamente de lo que sucede en la capital de Chile donde se han podido concentrar centenares de miles de personas, en nuestra ciudad la protesta pacífica ha sido brutal y arbitrariamente reprimida, mientras el saqueo y el vandalismo han sido tolerados y negligentemente permitidos. 

Mientras en la ciudad jardín – la ciudad vecina – se han visto columnas de miles de manifestantes, en nuestro puerto la movilización es relegada a un segundo plano, rápidamente reprimida y enmudecida por el gas y la lluvia tóxica de la represión.

Esto muestra cómo el miedo inconcebible a la pobreza, a la marginalidad de nuestro puerto, sirve de pantalla a un acto de discriminación arbitraria. Acá en nuestra ciudad se permite e incentiva el saqueo, se tolera esa violencia contra el puerto porque, para ellos, para quienes lo permiten, la pobreza es lumpen y la protesta de “Valpo” es marginalidad.

Cuánto clasismo hay en la actitud de las fuerzas de orden en Valparaíso, cuánto de desprecio hay cargado en balines y palos, cuánto, de ignorancia en cada chorro de guanaco, en cada carga contra la protesta. Valparaíso es pobre, pero no lumpen; es una ciudad que resiste con dignidad la desigualdad y la vive día a día como parte de sí misma, como parte de su historia, como legado de su abandono que ya cubre décadas.

El puerto tiene derecho a protestar, quizás más derecho que ninguna otra ciudad. Sin embargo, es el objetivo de toda la rabia, de todo el clasismo, de toda arbitrariedad de autoridades de facto que no quieren reprimir ni el saqueo ni el narcotráfico – ni en el plan hoy, ni en los cerros nunca- porque para ellos esa violencia lumpenezca les sirve para reafirmar su orden. Nosotros, los que con justo derecho queremos manifestarnos por las calles del puerto en paz, no cabemos en su encuadre. 

No falta quien quiere culpar al municipio en una desesperada maniobra inspirada por la bronca, pero es imposible no darse cuenta de que la carga de arena y desperdicio viene en camiones de ineptitud gubernamental y violencia arbitraria dirigida para que Valparaíso aparezca como la capital del caos, de la inseguridad.

Me duele tanto nuestro paisaje costanero entristecido, el pequeño comerciante asustado. me duele ver la ciudad abandonada a su suerte después de las tres de la tarde, me duele la indolencia malsana de un almirante que dice que es mejor permitir el saqueo porque sino vaya a saber usted lo que puede pasar. “Ya fuimos quemados y saqueados, no hagan más daño” decía una cortina de un pequeño negocio en calle Pedro Montt. Pídale perdón almirante.

Nací en 1975 y en mis cuarenta y tres años de porteño jamás he olvidado que por aquí pasó la muerte tantas veces y que la muerte enlutó a Valparaíso. Jamás un porteño puede olvidar que, una vez más el viento y como siempre limpiará la cara de este puerto herido, herido por la negligencia, el abandono y la bajeza de quienes creen que el saqueo del puerto es la derrota del pueblo. 

 

Foto: Huawei / Agencia Uno