Covid-19: El imposible regreso a Orán

19 Marzo 2020

En una aldea acosada por la peste nada se debate. Todo parece someterse a las órdenes jerárquicas. El tiempo corre a prisa y las medidas deben ser categóricas, aunque vistas secuencialmente sean erráticas, contradictorias, arbitrarias.

Yuri Carvajal >
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Leo, como tantos en estos días, La Peste (1947) de Camus. Un ejemplar extemporáneo encuadernado en plástico, de la editorial Aguilar.

A la luz de su relato, poco hay nuevo bajo el sol de los brotes: estadísticas, serología, máscaras de gasa, drenaje de los bubones, cal para los cadáveres, cierre de fronteras, cuarentenas. Pongamos algo en lenguaje contemporáneo: google maps, PCR, máscaras p95 y el caso se asemeja.

Pero el Orán de Camus es pequeño, todos son conocidos, las ratas mueren de manera visible. Hoy Orán es el mundo, cada país se amuralla para no ser Orán, los aviones y los viajeros empiezan a mostrar tedio, los murciélagos conviven pacíficamente con sus virus. Tampoco bajaron las acciones en Orán ni las commodities colapsaron. El mundo narrado por Camus era una aldea. 

Volver a ser aldea es el sueño dorado de los gobiernos. Cómo no aspirar a vivir en la pequeñez. Pero el camino para volver a ser aldea es quizás intransitable. Está siempre el sabor anhelado de la despolitizada vida aldeana, de su disfrute del miedo, del temor inmunitario al contacto, a la proximidad, a la estrechez. Además el tono imperativo de las decisiones, la subordinación disciplinada. En una aldea acosada por la peste nada se debate. Todo parece someterse a las órdenes jerárquicas. El tiempo corre a prisa y las medidas deben ser categóricas, aunque vistas secuencialmente sean erráticas, contradictorias, arbitrarias. La desfalleciente OMS retoma un simbólico vigor con sus expertos consultados. Mientras los sistemas de salud fueron desmantelados a partir de los 80 su voz era inaudible. Hoy se escucha por doquier. 

La economía se enlentece. Es posible ralentizar. Nada grave ocurre. Bajan las emisiones de NO2 de China. Se reducen los vuelos. Se aplazan las conferencias. El fútbol se vuelve un videojuego.La industria del pánico ocupa el lugar. 

No somos aldea, tampoco el globalizado mundo prometido. Estamos atrapados en una locura que no es Orán ni lo será, pero tampoco sabemos cómo llamarla.