El ritual de descorchar un vino: el inicio de una segunda vida

El ritual de descorchar un vino: el inicio de una segunda vida

20 Marzo 2020

Con el descorche, el vino nace al mundo, revive del adormecimiento casi eterno y obligado al que se ve sometido por la mano mora, y todo lo que estuvo esperando, aguardando pacientemente, se nos aparece, se nos devela.

Marcelo Beltrand >
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Por Marcelo Beltrand Opazo

“Como si fuera carne viva imaginó el dolor posible del corcho al ser penetrado por el implacable espiral metálica. La hundió hasta las últimas consecuencias, con precisión de cirujano y decidido a no fallar, conteniendo la respiración tiró hacia arriba, delicadamente, y el corcho salió como un pez abrazado al anzuelo de su perdición”, escribe Leonardo Padura en el libro Paisaje de Otoño, describiendo, con oficio y maestría el acto preciso y crucial de descorche de una botella. Algo cotidiano convertido en ritual y proceso fundamental en el vino. El descorchador o sacacorchos, instrumento perfecto del evento, de la apertura.

Con el descorche, el vino nace al mundo, revive del adormecimiento casi eterno y obligado al que se ve sometido por la mano mora, y todo lo que estuvo esperando, aguardando pacientemente, se nos aparece, se nos devela: el campo, el sol, la mano del viñatero, la vendimia, la fermentación, la barrica y todo el tiempo que la botella lo contuvo, como un útero, como una madre.

El descorchador como instrumento y utensilio cotidiano, tiene una larga historia. La primera patente de sacacorchos fue registrada en 1795 por el inglés Samuel Hensall, quien inventó el aparato en forma de T, es decir, un tornillo sujeto de forma perpendicular a un asa de madera, lo que ya facilitaba ampliamente la extracción del tapón. En 1802 Edward Thompson mejoró el diseñó de Hensall añadiendo un tope para que al llegar el cuello de la botella, facilitara el ascenso del corcho. A mediados del siglo XIX los diseños y patentes de distintos tipos de sacacorchos se multiplicaron en Europa, hasta que a final de siglo, el alemán Carl Wienke inventó el sacacorchos de palanca, de dos tiempos o también llamado ‘de camarero’, que todavía es el más utilizado en nuestros días. En 1930 Dominick Rosati patentó el sacacorchos de alas, mientras que en 1979 Herbert Alien inventó el conocido “rabbit” o sacacorchos de tres tiempos. En 1995, el español Jacinto Presa Eguren patentó, lo que él mismo llamó, ‘El Sacacorchos Perfecto’, que recibió en el año 2000 la medalla de oro en el Salón de Invenciones en Ginebra.

Sacacorchos hay muchos, de distintas formas y orígenes, pero todos cumplen la misma función, unos más cómodos que otros, pero finalmente, todos cumplen la misma función.

Pero ahora, qué descorchar es la pregunta. En respuesta sugiero un Petit Verdot 2016 de la viña El Escorial de su línea Premium. Esta cepa se expresa perfectamente en el valle de Aconcagua, en la localidad de Panquehue donde se ubican los viñedos, los que fueron plantados el 2012, a 595 msnm. Y precisamente son las características de este valle que la viña ha sabido aprovechar para que la cepa pueda expresar lo mejor de sí. El Valle del Aconcagua presenta un clima mediterráneo templado cálido, con estación seca prolongada, y con una temperatura máxima en enero de 30°C, y con una media anual de 14,2°C. Sus condiciones climáticas son ideales para el cultivo de la vid, con días calurosos y noches frescas-húmedas, con una oscilación térmica de 15 a 20°C. Por otra parte, los suelos son de excelente permeabilidad con características calcáreas en el subsuelo, prácticamente sin limitantes para el cultivo de la vid. 

Es por esto que este Petit Verdot de la viña El Escorial es particular. De un rojo púrpura de gran intensidad colorante, que al agitar en copa se puede observar pesado y denso; en nariz, se aprecia un abanico aromático amplio y complejo, desde frutos negros y rojos, pasando por las notas especiadas y florales. En boca, de taninos rugosos, que se ajustan perfectamente con los sabores frutosos que quedan por largo rato. Podemos observar, que los 14 meses en barrica y luego los seis meses de botella, le han conferido a este vino tipicidades propias. Petit Verdot de El Escorial, un gran vino para el mejor descorche.

Descorchar, entonces, no solo es el acto, el ritual, sino que también es, el inicio de una segunda vida, para el vino.