Grandes ante la adversidad, mediocres en la normalidad

Grandes ante la adversidad, mediocres en la normalidad

11 Marzo 2015

Sí, es probable que seamos los más honrados del vecindario, pero eso no justifica ningún acto de corrupción, en cualquiera de los modos en que ésta se manifiesta (y se ha “manifestado” demasiado en el último tiempo)

Fundación Piensa >
authenticated user Corresponsal

Por Jorge Martínez Durán, Director ejecutivo de la Fundación P!ensa

¡Notable nuestra raza chilena! Curtidos ante las inclemencias de todo tipo, sabemos como pocos pueblos de terremotos, maremotos, erupciones, incendios, revoluciones, crisis de gobernabilidad, y otras desgracias por el estilo. La “gracia” que nos caracteriza es que ante estas amenazas mayores, incluso algunas de supervivencia, se expresa en todo su potencial lo mejor de nuestra genética, costumbres e historia. Es en estas ocasiones donde mejor se expresa nuestra infinita e incansable capacidad para reaccionar en forma oportuna y virtuosa, y literalmente “ponernos de pie” en poco tiempo.

Así, ante la furia de las fuerzas de la naturaleza, por lo demás inevitables, y expresadas periódicamente en eventos trágicos y dolorosos, emana nuestra “solidaridad”. El país se detiene para socorrer a los afectados y, con una energía increíble, retomamos la vida diaria en breve plazo. Algo similar ocurre con el “fenómeno” de la Teletón, donde unas imágenes y testimonios de personas desvalidas y sufrientes nos hacen ser “generosos” como nunca en el año. E incluso en el fútbol, pues basta que la “roja de todos” tenga un desafío mayor para que nos pongamos la camiseta, nos convirtamos en el jugador número 12 y cantemos con un “patriotismo” emocionante nuestro himno nacional completo.  Podríamos agregar muchos ejemplos más, con sus correlativas virtudes, pero al menos ya hemos hablado de solidaridad, generosidad y patriotismo, lo cual no es menor.

Pero otra cosa es que, de vuelta a la normalidad, en el tedioso día a día, volvamos a mostrar la otra cara –la negativa- de nuestra forma mentis (algunos culpan nuestra herencia española, creo que es exagerado), y nos comportamos “ahí nomás”: poco productivos, burócratas, centralistas, cómodos,  quejumbrosos y, desgraciadamente, en algunas ocasiones, “y existiendo la posibilidad”, incluso tratando de meter las manos, y a veces hasta el codo, para sacar provecho indebido, inmoral e incluso ilegal, de las posiciones de poder, para obtener todo tipo de ventajas, prebendas o beneficios. Sí, es probable que seamos los más honrados del vecindario, pero eso no justifica ningún acto de corrupción, en cualquiera de los modos en que ésta se manifiesta (y se ha “manifestado” demasiado en el último tiempo)

Hoy día estamos viviendo uno de esos momentos críticos, equivalentes a un gran terremoto o incendio voraz. La República está sufriendo un grave daño en sus pilares estructurales: la confianza pública y el respeto por sus instituciones. Y después que ha salido a la luz pública “lo suficiente”, aun cuando no todo, y ya no cabe duda del descontento e indignación popular, aparece nuevamente eso tan chileno que estamos comentando: la grandeza para superar la crisis y  recuperar los valores más profundos de la Nación.

Es por eso que el día de ayer fue un “día republicano”, esos días que, al igual que los terremotos, ocurren cada diez años en promedio, y nos hacen sentir de nuevo con la esperanza que “las cosas pueden mejorar”. Cuando la Presidenta convoca a los ex Presidentes Lagos y Piñera, y estos concurren inmediatamente. Cuando crea una comisión compuesta por un grupo de hombres y mujeres del mejor nivel, donde la presencia de “nuestro” Agustín Squella nos enorgullece; tratándose además de una comisión “trasversal” que buscará “consensos” sólo guiados por el buen criterio y el sentido común (¡cuánto echamos de menos estas expresiones en el ideológico y soberbio 2014!); cuando se les encomienda buscar las mejores medidas para solucionar esta grave enfermedad que está padeciendo nuestra democracia. En fin, cuando todo ello ocurre, volvemos a demostrar que “somos grandes en la adversidad”, y se nos abre una puerta que algunos tercamente preferían cerrada.

No tengo dudas que la comisión propondrá soluciones sensatas, sólo espero que nuestros legisladores (aprendida la lección) sepan escuchar; y, poniéndose a la altura de las circunstancias, actúen guiados sólo por el bien común; aun cuando sepamos que retomada la “normalidad”, es muy probable que vuelvan a aparecer los mediocres, los demagogos, los que buscan la ventaja “corta” o simplemente adquirir cuotas de poder, por el poder en sí, y no por las posibilidades “reales” de mejor vida para el pueblo, que es el resultado esperado.  

Este es el minuto de ser “grandes luego de la tragedia”. Es la suma de “estos minutos de grandeza” en nuestra historia, los que han configurado nuestra alma nacional.  Entonces no queda otra que sumarse o, al menos, quien nada tenga que aportar, guardar respetuoso silencio, cuando la República vuelva a ponerse dignamente de pie.