Historia del graffiti en la Región de Valparaíso: Un circuito artístico paralelo

02 Marzo 2020

En esto del arte urbano, graffiti, muralismo, street art o como usted quiera llamarlo, la antigüedad vale mucho, incluso más de lo que se podría pensar, pero a pesar de ello, la verdad siempre tiene que ir por sobre todo y eso es lo que se relatará acá.

Horacio Silva Duarte >
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Por Horacio Silva Duarte
Director ONG En Colores
Valparaíso en Colores

Ahora que estamos todos grandes y que todo funciona relativamente bien en el ámbito de la producción y la profesionalización del arte urbano, con lenguajes definidos y un nivel estético desarrollado en muchos de las, y los artistas de la escena. Pocas personas conocen el real origen de todo este gran movimiento en Chile. Desde mi óptica personal me remitiré al origen y desarrollo en la Región de Valparaíso que es lo que conozco bien y ha sido siempre mi campo de acción desde adolescente y que afortunadamente goza del prestigio de ser una de las zonas con mejor arte urbano en Latinoamérica y el mundo.

En esto del arte urbano, graffiti, muralismo, street art o como usted quiera llamarlo, la antigüedad vale mucho, incluso más de lo que se podría pensar, pero a pesar de ello, la verdad siempre tiene que ir por sobre todo y eso es lo que se relatará acá, siendo este valor lo que otorga el verdadero respeto de los originadores, la génesis, en este caso del movimiento grafitero regional que a mediados de los 80s en la ciudad de Valparaíso tuvo sus primeras e incipientes manifestaciones a manos de los primeros bailarines de break dance que se juntaban en la puerta principal de la Galería Tres Palacios en Avenida Pedro Montt.

De aquella generación prácticamente desconocida, incluso para los grafiteros y muralistas actuales, proviene “ALIEN”, artista que se puede considerar el primer grafitero regional y sin duda uno de los primeros de Chile, quizás sea el pionero nacional, no hay certeza de eso. También de esta generación proviene “Pipo” y “Tito”, quienes en conjunto se especializaron en dibujar sus incipientes graffitis en ropa, especialmente poleras, jockeys, afiches en papel y también a modo de comics, relatando historias de bboys (bailarines de breakdance), fiestas y todo lo que compete a una vida de jóvenes adolescentes.

En 1990, marcado, así como por un látigo comienza un nuevo Chile que se extrapola a una infinidad de quehaceres de la vida social. El temor bajó, y la infantil nueva generación del hip hop y el graffiti viñamarino cambió el formato que practicaban sus antecesores e influenciadores porteños, llevando los dibujos a las calles de Viña del Mar a manos de los DDC (1992), liderada por BRS quien fue el primer grafitero regional en dedicarse sistemática y sostenidamente a pintar graffitis en las paredes, con un estilo completamente ochentero, ya que ésa era la única influencia a principios de la década.

En el año 1992 desde Hamburgo, Alemania, llega Shot1 quien trae las primeras revistas de graffiti en papel que nuestros ojos vieron, lo  mismo ocurrió cuando desde Madrid, España Pesh1, aportó con más revistas que contenían el arte de por ejemplo Mode2, Seen, Wizard, Daim, Lady Pink, Cope2 y un montón de grafiteros de EEUU y Europa que sirvieron de inspiración para esta naciente generación adolescente que ya daba la bienvenida a nombres que hoy son íconos del graffiti chileno, como es el caso de ACB, (1994) la primera mujer grafitera de Chile, quien por muchos años fue la única, Seco Sánchez (1995) quien viajaba desde La Calera, Daniel Marceli desde Villa Alemana e Inti Castro quien comienza a dar buenas noticias finalizando los 90s.

Al tratarse de un movimiento informal, espontáneo, no académico, se autoformó gracias a la única influencia existente: las revistas en papel traídas desde el extranjero, recuerden que no existía internet. Prácticamente todos los viernes y sábados estos jóvenes aspirantes a artistas se juntaban entrando la noche en el Paseo Cousiño a compartir sus croqueras y comentarse las obras, acción que era muy común en esa época noventera, donde la escasez de dinero para comprar materiales era bastante diferente a la realidad actual, pintando una obra en pared cada distanciados 3 ó 4 meses aproximadamente. Mientras estos jóvenes dibujaban y comentaban, a su lado los bboys bailaban break dance, llegando adolescentes de toda la región a compartir en este lugar que siempre se destacó por su buen ambiente centrado en la creación artística y la amistad.

A pesar de saber y reconocer que esta tendencia venía desde Estados Unidos, desde niños siempre quisimos imponer nuestra impronta chilena, manifestándose esto en los seudónimos de todos y cada uno, los que eran en nuestro idioma, priorizando las iniciales de los nombres, por ejemplo: ACB, Andrea Cecilia Bernal, PESH1, Patricio Ernesto Suárez Hidalgo o BRS que era un diminutivo de Boris, aplicando la tendencia de quitarle las vocales a los nombres, quedando sólo las consonantes. La idea central era descartar copiar nombres agringados que irónicamente en Viña grafitera de los 90s se les denominada, grafiteros con nombre de galletas.

En 1997 como agrupación DDC, nos adjudicamos el primer Fondart Nacional de graffiti en Chile, el cual sirvió para encaminar a la gran cantidad de jóvenes que estaban con esta pulsión, pero no tenían mayor opción de aprender más; el proyecto también tuvo el objetivo conceptualizar en los jóvenes, el optimizar los escasos recursos de la época, propiciando el pintar obras de calidad, más que cantidad, que empapa toda la ciudad con tu nombre a modo de ego superfluo, poco sostenible en el tiempo. De esas nuevas generaciones nace el crew Letalmente, SIAP, más adelante y sin conexión con la generación uno, ni dos, en Quilpué nace la FROS, en Viña la 25Crew, Aztekas Crew y todo lo que un buen porcentaje de la población ya sabe de este arte que, gracias a la magia de la educación, se ha convertido en una mixtura perfecta entre la calle y la academia. 

Foto: Obra de BRS en Av. España altura Capuccinos. 1996.

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