Jugando la ruleta rusa de la energía

Jugando la ruleta rusa de la energía

17 Diciembre 2014

Los juegos del mercado y del petróleo mejoran importantes economías y el mundo vuelve a crecer, ¿pero va a crecer o se va a cocer?

Fernando Rivas ... >
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Por Fernando Rivas Inostroza

Este fin de semana fue muy noticioso, más allá del deporte, de los goles y  de la emoción respectiva, pues, de alguna manera, y quizás como otras veces,  pero tal vez nunca tanto como en ésta, estamos cada vez más en peligro.  No se trata de ser apocalípticos ni integrados, tampoco de tremendistas,  alarmistas o pasotas, sino que de ser responsables y serios con  nuestra conducta ante la Naturaleza y con nosotros mismos

Muchos nos hemos alegrado con la baja de los precios de la bencina e internacionalmente del petróleo, dada la guerra existente afuera y dentro de la OPEP, motivada en parte también por el conflicto del mercado con Estados Unidos y su reanudada y fuerte producción del antiguo crudo de esquisto, bituminoso o no convencional, extraído de rocas y que por procesos químicos de hidrogenación se convierte en sintético y gas.

Esta situación que para algunos países será beneficiosa, como Chile, donde la banda de precios de la bencina  ya históricamente se desajustó y bajó con notoriedad: con 20 mil pesos se compran ahora 26 litros de 95 y no 21 o 22, como hasta hace un mes y medio, para otros será un costo difícil de llevar, como para Venezuela y Ecuador, si no retornan las condiciones de mercado o en especial si los productores árabes no asumen un recorte de su producción para con eso volver a elevar los precios.

De este modo, los costos de esta nueva guerra del petróleo, como siempre, van a ser dispares y van a beneficiar a unos y a perjudicar a otros. Sin embargo, esta coyuntura, lejos de carecer de importancia y de consistir en una  nueva pero ya conocida guerra de trusts  del capitalismo ahora global, reviste un peligro inminente porque implicará un crecimiento o reimpulso de la economía mundial del orden del 0,4 al 0,8 % , lo que sería una gran noticia, dados los volúmenes de recursos libres que eso implica.

Sin embargo, esa noticia ahora puede no ser tan alegre, por cuanto ese crecimiento puede sobrecalentar peligrosamente el ecosistema, hasta un punto de no retorno al modelo actual. Y un nuevo modelo puede significar la extinción de la vida o al menos como la conocemos. El recambio de energía por tanto no es menor y puede tener consecuencias complejas.

Los cambios tecnológicos que se están produciendo en el último tiempo, respecto de las energías limpias y renovables que, a pelo o a contrapelo de los productores de petróleo, se han ido instalando no sólo en el mundo sino que, por sobre todo, en la conciencia de gran parte del mundo, de modo que están ejerciendo o pueden ejercer un alivio, no bastan. El impacto económico de lo ya hecho, aparte de ser cada vez más creciente, pareciera ser irreversible, al igual que el desprestigio de los hidrocarburos y del carbón, algo ya consabido.

También en estos días fue mostrada además la última innovación de la industria automotriz: el vehículo impulsado por hidrógeno, dotado de potencia, autonomía y un comportamiento amigable con el entorno y principalmente con el aire al no ser contaminante.  Su batería carga rápido y permite recorrer hasta 600 kilómetros con un estanque. Súmense a éste las distintas versiones de automóviles eléctricos y tendremos ya un recurso prácticamente renovado y cada vez más habitual, que desecha el combustible tradicional y recurre a otros diversos y nuevos. Nuevas energías, nuevas condiciones, nuevas potencias, nuevas sensaciones. ¿Qué dirán los pilotos de Fórmula 1?.

Este es un escenario que al parecer ya se ha instalado y que lejos de ser contenido ya se ha desatado sin parar. El problema está en que,  el mismo progreso del capitalismo, en estos últimos dos siglos y su nunca solucionado carácter depredador,  nos está jugando una mala pasada casi invisible pero con el peligro del suicidio.

Mientras se produce esta transición, sigue el problema insoluble de los gases de invernadero que van a continuar su emisión en pos de un probable colapso  ecológico global.  Precisamente, en Lima, este fin de semana, lejos de adoptarse una decisión severa en cuanto a restringir mundial y nacionalmente las emisiones de CO2, los 195 países participantes decidieron “chutear” esta decisión para el próximo año en una nueva reunión en Francia, donde supuestamente se tomaría la gran decisión.

Al parecer ésta no es más que otra especulación que juega hasta el límite con nuestras capacidades. Debemos reducir urgentemente la temperatura del mundo en al menos 2 grados celsius para mantener las condiciones de nuestro actual modelo ecológico en los próximos años o si no,  no veremos el ”Día después de Mañana”, podríamos decir fílmicamente, y nos iríamos a negro como en la televisión.

Los tiempos son urgentes, pero seguimos embobados con las especulaciones  y los atractivos del dinero  o  la retención del poder, pero  cuál de ellos, si quizás ya no estemos.  Hay que tomar decisiones urgentes y esto es responsabilidad principal de nuestros dirigentes. Ellos nos representan y ellos son nuestros mandatados. La urgencia se impone; el  tiempo apremia y el clima se desespera:  los cambios ya son evidentes. ¿O acaso no ha habido en éste y en otros años recientes demasiados nublados, fríos y hasta lluvias en días que habitualmente son soleados?.

¿Es que tan sólo se han corrido las estaciones, como para que haya especulaciones?.

Personalmente no lo creo. Lo que sí creo es que estamos jugando con fuego y con el riesgo de que las temperaturas nos dejen virtualmente “cocidos” como un huevo.