La Barra Brava Municipal de Valparaíso

La Barra Brava Municipal de Valparaíso

28 Julio 2014

Presencié un triste espectáculo que para quienes asisten periódicamente a estas sesiones es algo habitual. La potencia que tiene esta corrupción enquistada en el municipio está respaldada por hordas de matones y lumpen mercenario

Boris Kúleba >
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Por Boris Kúleba

El 23 de julio se realizó la primera sesión del Concejo Municipal porteño tras la acusación que algunos concejales realizaron en contra del alcalde Jorge Castro por notable abandono de deberes ante el Tribunal Constitucional Regional. La noche anterior, por diversas redes sociales se comentaba de un supuesto llamado municipal a dirigentes afines al alcalde para realizar una manifestación de apoyo y “defensa de su gestión”; se comentaba también que estaban enrolando vendedores ambulantes y que la idea era irrumpir en la sesión del concejo con pancartas y consignas en favor de él y en contra de los acusadores. Durante esa mañana algunos dirigentes de partidos de derecha fueron a entregarle su apoyo por la acusación, y se hablaba de realizar una “Castrotón”.

Recuerdo que la acusación en su contra había sido solicitada por organizaciones ciudadanas en varias ocasiones, principalmente por su mala gestión, la destrucción arquitectónica, las torres, el abandono higiénico de los barrios y las calles, la turbia imposición de un mall en Barón y diversos otros motivos. Finalmente, la tragedia de abril fue lo que hizo que algunos concejales decidieran hacer caso de la petición y llevaron a cabo la acusación.

Motivado por la curiosidad, decidí ir a la sesión del concejo.

Al llegar a la entrada del Salón de Honor del municipio, me encontré con una gran turba de mujeres con pancartas. Vi a unos pocos opositores al alcalde, me decían que el salón estaba repleto, que acarrearon mucha gente con quienes ya habían llenado el lugar horas antes, haciendo imposible que alguien más entrara. En verdad no sé si los opositores eran pocos pero las decenas de adherentes y acarreados, casi en su totalidad mujeres, eran una muy notoria mayoría. Unos guardiasno permitían ingresar al salón. El ambiente estaba agitado, y lo primero que noté fue a un sujeto que parecía ser un funcionario repartiendo unos carteles con mensajes en contra de Ruth Cáceres (la única concejala de derecha que participó en la acusación) entre las señoras que asistían. De a poco fueron llegando los concejales: a Carlos Bannen (el jovencito UDI que quieren promover como el sucesor de Castro) lo vitorearon y todas corrían a abrazarlo y besarlo. Luis Soto, entre aplausos, improvisó un breve discurso agradeciendo el espontáneoapoyo. Los tres concejales DC, los únicos de la oposición que eludieron participar en la acusación, entraron velozmente, casi desapercibidos, y sólo a Marcelo Barraza alcanzaron a increparlo algunos opositores a Castro, no sean injustos conmigo, se excusaba. A Zuliana Araya alcancé a verla ya dentro del Salón cuando se abrió una puerta y no sé en qué momento habrán ingresado los demás concejales acusadores.

Los ánimos estaban muy alterados, de vez en cuando alguna señora de las que acarrearon salía del repleto salón a tomar aire. Reconocí a una vendedora ambulante bastante conocida entre la gente que entraba y salía sin problemas, mientras al resto se le impedía el ingreso.

De pronto se abrió una puerta y salió el alcalde Castro. Lo vitorearon, comenzaron los gritos y aplausos de sus adherentes y aparecieron los matones. Las mujeres corrían hacia él y aplaudían coordinadamente, y aproveché de registrarlo con mi celular. Algunas mujeres, al notarlo, ocultaban sus caras. Hicieron entrar al alcalde por una puerta lateral, para que hiciera el recorrido largo y recibiera el supuesto afecto espontáneo de los supuestos pobladores que apoyaban su supuesta gestión. Entonces, al llegar al lugar en donde estaban los opositores, uno de los matones comenzó a repartir golpes. Después me enteraría que se trataba de Jaime Diez, un procaz ex-candidato a concejal RN que antes fue dirigente deportivo y que bajo la protección de Castro acostumbra a golpear opositores en las sesiones del concejo. Parecía un energúmeno, un tipo grandote y furioso. Al intentar registrar sus agresiones, de un golpe tiró mi celular al suelo y, descontrolado, amenazaba con golpearme. Hubo gente que se interpuso y evitó que me golpeara, mientras él, con los ojos enrojecidos de ira, me desafiaba a grabarlo. Finalmente alguien que parecía ser su superior se lo llevó a un rincón, desde donde continuó vociferando amenazas.

Castro ya había ingresado, pero las mujeres seguían gritando consignas. El ambiente estaba muy tenso y ya era evidente que no lograría entrar al salón. Tampoco me atreví a sacar nuevamente el celular. Esos tipos te están encargando, me advierte alguien. Era el matón, habló con unas veteranas y luego se puso a cuidarla puerta, casi encima mío. Una de esas veteranas se acercó a mí y me acusó de haberle gritado garabatos al alcalde. Ni siquiera hablo a garabatos, le contesto sin perder mi habitual compostura y ella declina su acusación, pero llegaron otras dos mujeres muy alteradas a denunciarme en voz elevada: “¡Tú le estabas gritando garabatos a nuestro alcalde, por eso te quisieron pegar, no sabes todas las cosas buenas que él ha hecho, si fuéramos como otras de acá ya te estaríamos agarrando a patadas!, y la primera vieja también agarra papa y vuelve con su arremetida inicial “¡le dijiste huevón al alcalde!. Ocupé una técnica vista en El Encantador de Perros: dialogué únicamente con la que parecía ser la que mandaba usando un tono suave, y conseguí que se alejaran las tres. Miré a mi alrededor, era como estar en medio de una barra brava de acarreadas y matones cada vez más enfervorizados hasta que uno de los opositores me aconseja que nos vayamos, que no podemos hacer nada y que esto ya está peligroso. Tenía toda la razón, los seguí y nos fuimos de allí.

Presencié un triste espectáculo que para quienes asisten periódicamente a estas sesiones es algo habitual. La potencia que tiene esta corrupción enquistada en el municipio está respaldada por hordas de matones y lumpen mercenario que son a la vez su principal fortaleza electoral. Con ellos deben lidiar quienes tratan de hacer las cosas de manera honesta y entiendo la valentía que necesitaron las concejalas, y posteriormente el concejal, para realizar la acusación. Habría sido mucho más cómodo y fácil dejar que todo siguiera igual, como lo hicieron los concejales DC. Esa sesión fue un castigo contra quienes sí hacen su pega, la intimidante barra brava municipal que entró al Salón de Honor fue un mensaje, un escarmiento para quienes intenten corregir las cosas.

 

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