La hora de la economía circular y de los huertos colectivos

La hora de la economía circular y de los huertos colectivos

16 Abril 2020

Sí, manos a la obra y ahí tenemos a los aliados de siempre: los vecinos, esos que nos apoyan/y se apoyan, junto a la madre Tierra, que nunca falta y es tan pródiga.

Fernando Rivas ... >
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Por Fernando Rivas Inostroza

En las horas oscuras que vivimos, sin embargo, y a pesar de todo, tiende a imponerse la vida, ya que, con actividad e ingenio, muchas familias se aprontan a combatir la cesantía. Así es. Esta pandemia de Covid-19 ha traído no sólo el flagelo sanitario, sino que, por sobre todo, el azote social de los que se quedan sin trabajo, incluidos aquellos que siguen vinculados, pero sin sueldo, como parte de un novedoso nexo económico, virtual e ilusorio, que ofrece la sensación del cobijo, pero que, en verdad, te vuelve a dejar en descampado.

¿Cómo surgir desde allí? ¿Cómo atender la mesa? ¿Cómo estar tranquilos con tanta quiebra? Pues con empuje, con la fuerza de siempre, con la fuerza histórica de los pobres, que ahora se llama resiliencia y que nos invita a levantarnos a punta de solidaridad, para hacer de todo un chiste, y esbozar una amplia sonrisa.

¡Aquí estamos de nuevo!... , nos sacudimos el polvo a manotazos y ¡vamos!… ahora, otra vez, con este terremoto social, con este incendio amagado, con esta pandemia económica, que nos corroe por dentro, pero que corre como un rumor silencioso por nuestros cerros.

Sí, manos a la obra y ahí tenemos a los aliados de siempre: los vecinos, esos que nos apoyan/y se apoyan, junto a la madre Tierra, que nunca falta y es tan pródiga.

Sí, es el momento de los almuerzos colectivos, la hora del autofinanciamiento, de hacer almácigos y también huertos colectivos, de sembrar lechugas que crecen todo el año, de probar con el perejil, el cilantro y la albahaca, que tanto sazonan nuestro apetecido pebre  y las humeantes cazuelas.

Hay que probar con todo lo que se pueda sembrar, que nos alimente y nos ahorre monedas. Porque, como sabemos, todo sirve y todo vale.

Hay, entonces, que despejar las quebradas y abonar el terreno, para hacer nuevas huertas.

Desempolvar los conocimientos de los abuelos y ponerse a trabajar, que eso alegra y alegra, porque  sacia el alma, alimenta el seso y nos hace olvidar la cuarentena.

Es la economía circular, la de siempre, la que nutre y la que abastece naturalmente, en armonía con los ecosistemas y que relativiza o relaja cualquier economía de guerra.