Los inesperados beneficios de decir groserías

15 Marzo 2016

Tendemos a decirlas entre el 0,5 y el 0,7% de la veces, lo que equivale a decenas de palabrotas al día, dependiendo de cuánto hable la persona.

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Investigaciones muestran que los niños comienzan a pronunciar groserías para cuando cumplen 6 años, o incluso antes.

También que tendemos a decirlas entre el 0,5 y el 0,7% de la veces, lo que equivale a decenas de palabrotas al día, dependiendo de cuánto hable la persona.

Es posible que usar groserías nos haga parecer maleducados y dignos de poca confianza, como intentaron enseñarnos nuestras madres.

Pero podría tener algunos beneficios sorprendentes: desde hacernos más persuasivos hasta ayudar a aliviar el dolor.

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Mientras que la mayoría del lenguaje se ubicada en la corteza y en áreas específicas del lenguaje en el hemisferio izquierdo del cerebro, las groserías podrían estar asociadas a un área más vieja y rudimentaria de ese órgano.

¿Más persuasivo?

Investigaciones recientes muestran que decir groserías acarrera varios beneficios ocultos. La ventaja más obvia es la posibilidad de comunicarse más efectivamente.

Al decir palabrotas, no sólo comunicamos el significado de una frase, sino también nuestra respuesta emocional a ese significado. También nos permite expresar rabia, disgusto o dolor, o indicar que alguien debe apartarse, sin necesidad de utilizar la violencia física.

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Estudios muestran que decir groserías puede incrementar la efectividad de un mensaje y hacerlo más persuasivo, especialmente cuando se considera una sorpresa positiva. Incluso puede funcionar en ámbitos políticos.

Un estudio publicado en 2014 que analizó la reacción a entradas de blog creadas por un político ficticio encontró que cuando se usaban groserías se incrementaba la informalidad percibida y mejoraba la impresión que la gente tenía de la fuente (aunque si se les preguntaba directamente, las groserías no cambiaban la probabilidad de que las personas votaran por el político en cuestión).

Los investigadores también consideraron la posibilidad de que los hallazgos fueran específicos a la plataforma en que se publicada el blog (internet).Esto tiene sentido tomando en cuenta que tendemos a decir más groserías online.

Un estudio exploratorio reciente encontró que los usuarios de Twitter decían groserías el 1,15& de las veces, un 64% más que en el lenguaje hablado.

Las investigaciones también sugieren que el tamaño del beneficio potencial que puede obtenerse de decir groserías depende de cuán grande es el tabú asociado a la palabra, lo que probablemente depende de con cuánta frecuencia te amonestaron de pequeño por decirla.

El estudio publicado en 2013 halló que personas que habían sido castigadas más veces en la infancia tenían una respuesta de conductancia cutánea (una categoría que mide excitación fisiológica) más alta cuando leían en voz alta una lista de groserías en el laboratorio. Contrario a lo que se cree, decir groserías podría constituir una forma de cortesía.

Por ejemplo, en Nueva Zelanda se examinó las interacciones y el uso de la palabra fuck ("coger" o "tirar") por parte de un grupo de trabajadores en una fábrica de jabón. Los investigadores de la Universidad de Victoria en Wellington encontraron que aunque los trabajadores se decían groserías entre sí de manera regular no lo hacían tanto con colegas que pertenecían a equipos diferentes dentro de la organización.

Los especialistas concluyeron en este contexto laboral, la palabrota se asociaba con expresiones de solidaridad y se usaba como una forma de unir a los miembros del equipo, suavizar las tensiones e igualar a sus integrantes con diferentes niveles de responsabilidad, "como si se estuvieran diciendo 'te conozco tanto, que puedo ser así de maleducado contigo'".