A seis grados de la Pandemia

09 Junio 2020

Hoy, nos queda no olvidar, nunca, jamás debemos olvidar, que ellos, nunca lo ven venir. Nunca ven la realidad que hoy, está a menos de seis grados de distancia.

Marcelo Beltrand >
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Por Marcelo Beltrand Opazo

La teoría de los seis grados dice que todos estamos conectados, a seis grados de distancia de otro, de todo el mundo. Es decir, las sociedades están más involucradas e interrelacionadas entre sí de lo que a veces nos parece.

Cuando comenzó el contagio, primero en Wuham, y luego en Europa, esos seis grados de distancia, no existían acá en Chile, o por lo menos, esa es la idea y la percepción que teníamos. Era tan lejano que llegara al país el virus, casi imposible que cruzara el océano y la cordillera. Pero llegó, alguien o muchos venían de viaje. Llegó el 3 de marzo y la distancia comenzó a disminuir. Los seis grados se volvieron reales. Recuerdo que al pasar de los días, el contagio comenzó a crecer exponencialmente, y los seis grados de distancia, se transformaron en cinco, hasta llegar a cuatro y hoy, lo tenemos afuera de nuestra puerta. La distancia es de uno a dos grados de distancia, estamos todos los días con la pandemia en nuestros barrios, con un amigo infectado, un vecino, un hermano, la abuela o simplemente, está allá y lo sabemos.

Seis grados, o menos está la trabajadora de casa particular que tiene que salir y atravesar todo Santiago. Seis grados y menos, está el trabajador de la construcción que sube al metro y cruza bajo tierra la ciudad. Seis grados y mucho menos está la cajera del supermercado que tiene que trabajar. Y menos de un grado están todos los trabajadores de la salud que día a día atienden a los pacientes contagiados.

Pero la teoría de los seis grados no nos explica que la autoridad sanitaria haya querido, a la fuerza, disminuir al mínimo el contacto de las personas al inicio de la pandemia. No nos explica por qué decretó toque de queda durante la noche (con militares incluido), pero durante el día, todos debían trabajar. No nos explica la protección del empresariado y no del trabajador. Tampoco explica el anuncio de la construcción de un Hospital que jamás se construiría. No nos explica el ocultamiento de información. No nos explica la vulnerabilidad de un sistema político y económico construido sobre la desigualdad. No nos explica, tampoco, que el primer anuncio del ministro haya sido que el examen para detectar el COVID tendría un valor para las personas, es decir: usted es responsable de saber si tiene un virus de categoría de pandemia, y no el Estado. Absurdo por decir lo menos.

Quizá, la mejor metáfora para entender la desidia de las autoridades, sea la política adoptada desde el inicio y que luego el mismo ministro declara, muchos más tarde, que se le ha caído como un castillo de naipes. Quizá podemos entender el descriterio y la desconexión con la realidad cuando se plantea la inmunidad de rebaño como una forma de detener la pandemia. Quizá, no sea la teoría a la base, sino, que sea la forma de vernos de las autoridades finalmente, es decir, como rebaño, como una masa informe que debe ser arriada no gobernada. Porque el rebaño es eso, un grupo numeroso de animales de ganado doméstico, o para el caso sería mejor, domesticado. Quizá, sea eso lo que vieron y ven desde el gobierno, cuando nos hablan, cuando se dirigen al rebaño.

Hoy, el rebaño muere, porque no tiene trabajo, porque la precariedad de la estructura laboral protege a la empresa y no al trabajador; hoy, el rebaño tiene que salir a trabajar y no puede quedarse en casa, porque eso, es un lujo; hoy, el rebaño vive en cincuenta metros cuadrados y no puede hacer cuarentena ni trabajar a distancia.

Y a lo mejor, la inmunidad de rebaño que anunció el ministro, simplemente fue adoptada porque él cree que Chile cuenta con la mejor salud del mundo, a lo mejor, porque desconocía que en el país existiera pobreza, quizá porque no sabía que la gran mayoría de las personas ganas menos de $450.000 mensuales y que dependen del trabajo y que las pensiones no alcanzan para cubrir la línea de la pobreza. Quizá, simplemente, porque no sabían ni saben cómo gobernar. 

Hoy, nos queda no olvidar, nunca, jamás debemos olvidar, que ellos, nunca lo ven venir. Nunca ven la realidad que hoy, está a menos de seis grados de distancia.

 

Foto: Huawei / Agencia Uno