statue-2148396_640.jpg [9]

Por Eduardo Muñoz Inchausti

Un buen domingo - para mí - parte con un buen café, revisión de prensa y redes sociales. Lamentablemente éste fue amargado por un tweet del Sr. Sergio Melnick [10]. El mensaje rezaba: “Tengo la impresión de que las revueltas de USA se van a encontrar con el muro Trump y la inteligencia americana. Y tengo la esperanza de que caigan los promotores venezolanos y chilenos... y ahí la verán difícil. Con USA con Trump no se juega.”

Normalmente me río con los tweets altisonantes y pseudocientíficos del comentarista, pero esta vez, me dediqué a leer los comentarios al posteo, pensando que la oleada de ironías, sarcasmos e insultos sería abundante luego de - según yo - tamaña obscenidad contenida en tan pocos caracteres. Era mucha ignorancia en tan poco espacio.

Sin embargo, lo que vi, fue una colección increíble de mensajes apoyando la tesis de la instrumentalización de fuerzas políticas “zurdas” y “comunistas” chilenas y venezolanas en las protestas de EEUU, incluyendo un rosario de posteos de tipo terraplanista y conspiranoide, muy nacionalistas y de un contenido racista que debiera ser increíble para un país de mestizos como el nuestro. Incluso vi odas al supremasismo blanco y, por cierto, discursos que mi madre llamaría “calcetineros” a favor de Trump.

Más de alguien me dirá que escribir estas palabras es una pérdida de tiempo, que le doy bombo a quien no tiene el merecimiento intelectual para tal atención, pero creo importante responder a tamaño gesto de incivilidad, mejor dicho… de barbarie.

ACAB es un acrónimo para la frase “All Cops Are Bastards” y tiene su origen en ambientes de marginalidad y pobreza para resumir, en esa frase, la sensación de rabia frente a la brutalidad policial, es decir del Estado, en la represión que sufren – selectivamente – ciertos grupos sociales pobres y discriminados. Durante las protestas en EEUU, a raíz del asesinato de George Floyd, lo que puede verse no es sólo rabia y repudio a este brutal homicidio en particular. Desde la elección de Trump en el país del norte, el racismo y los movimientos supremacistas blancos han reforzado su presencia pública – débilmente reprimidos y hasta apoyados por Donald - al mismo tiempo que casos de abuso de poder frente a grupos marginados y discriminados como son afroamericanos, latinos y migrantes han recrudecido. La ola de protestas en la “cuna de la democracia y la libertad”, que ya se expresa en más de 50 grandes ciudades, es una respuesta a esa violencia instalada, es un gesto de “basta ya”. Es impresionante como en Nueva York, la ciudad más afectada por el Coronavirus, se registran masivas concentraciones que muestran ciudadanos más aterrados por la normalización de esta cultura barbárica que a morir de COVID-19. 

Trump, el héroe en el tweet del ex ministro de la dictadura, rápidamente culpó al grupo ANTIFA [11] y a la “izquierda radical” de promover y orquestar las protestas y anunció que incluirá a dicho grupo en la lista de “Terroristas” – compartirán podio con ISIS y Al Qaeda – muy en la línea ya tradicional de este tipo de líderes que comprenden la movilización social como un enemigo y una guerra. Rápidamente el grupo respondió en Twitter [12]: “Para que conste: ‘ANTIFA’ es la abreviatura de antifascista o acción antifascista. Creemos en y luchamos por un mundo libre de fascismo, racismo, sexismo, homo/transfobia, antisemitismo, islamofobia y prejuicios en general. Las protestas no tienen líderes ¡Todo el poder al pueblo!”

Luego de leer y revisar toda la información que he podido sobre el tema, me acuesto este domingo con la sensación que lo que se está librando en esas calles – y otras – es más que la sumatoria de rabias pasajeras, es algo más antiguo. De hecho, todas las siglas y acrónimos que hemos revisado datan de la primera mitad del S. XX. No es necesario que me crea, búsquelas en la Wikipedia y se sorprenderá. No, lo que se está viviendo es el recrudecimiento de un conflicto atávico en la humanidad, que se nos revela cíclicamente, y que no es otro que la antigua lucha por la igualdad de los seres humanos como tales, el viejo dilema acerca de qué derechos tenemos en tanto tales y hasta dónde debemos permanecer impávidos e inmóviles frente a ese debate. Una vez más la historia nos hace elegir, incluso en este Chile que combate la epidemia, entre igualdad y desigualdad, entre justicia e injusticia, entre libertad y esclavitud… pondré la cabeza en la almohada y seguiré escuchando la pregunta como un latido ¿barbarie o democracia?