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Restorán Capri: Sabor chileno con cariño porteño

26 Marzo 2019

Conoce la historia de este tradicional restaurante porteño ubicado a pasos de Plaza Sotomayor.

Hernán Castro >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Artículo publicado en www.apuntesyviajes.com

Corría el año 2003 cuando César Pincheira caminaba por las calles del barrio Puerto, atravesó plaza Sotomayor y se encontró con un cartel de “Se Vende” en calle Cochrane. Se detuvo en seco, observó una pequeña pizarra que ofrecía cazuela y pescado frito para el almuerzo y recordó que hace muchos años atrás él estuvo sentado dentro de ese local viendo una pelea de Muhammad Alí por televisión.

Eran otro años, él era mucho más joven y la ciudad puerto también era distinta. La tecnología de los contenedores aún no desplazaba al grueso de los estibadores y los tripulantes. Por las calles del Barrio Puerto y el sector financiero bullían grupos de trabajadores que daban vida a muchos puestos de comida, bares y restaurantes.

También recordó que en una locura de juventud inauguró un local de parrilladas en calle Colón: Parrilla La Espuela. Le fue muy bien, hasta que llegó el golpe de Estado y el emprendimiento murió junto al sueño político del socialismo en democracia de Salvador Allende.

César regresó de sus recuerdos, volvió a leer el cartel y descendió las escaleras del local inaugurado en 1955 y que años antes sirviera como depósito de carga para los mismos barcos que ahora flotaban indiferentes en la bahía.

El espacio era pequeño y oscuro, pero despertó algo en él que no pudo contener. Había llegado el momento de dejar atrás su vida de modelador de acero y regresar al mundo festivo de la comida. Se acercó hasta el dependiente y le dijo que quería comprar el local.

Como cuarto dueño del Capri, lo primero que hizo fue ampliar la carta, siempre optando por la comida chilena. Años más tarde surgió la oportunidad de comprar el local vecino y dieron el salto para que el comedor fuera más grande y cómodo (2013). Finalmente el local se terminó de consolidar al adjudicarse el premio a la mejor picada de Valparaíso el 2016.

El secreto está en el cariño

El Capri no sería lo que es sin la presencia de una mujer clave a la hora de definir la carta y preparar los platos con ese cariño especial que tanto disfrutan sus comensales. Su nombre es Antonia Emilia González, esposa de César.

Si César cada mañana comienza su jornada por los pasillos del Mercado Cardonal y Caleta Portales, Antonia hace lo suyo por los recovecos de la cocina. Así pasaron de ofrecer cazuelas y pescados fritos, a ampliar la carta con platos típicos de la comida chilena: conejo, costillar, milanesa, albóndigas, caldillo de congrio (Uno de los mejores de Valparaíso) humitas, pastel de choclo y porotos granados.

La cocina es una sinfonía de olores que emanan de las ollas hirviendo, sartenes con aceite, hornos encendidos y verduras picadas. Antonia rellena con parsimonia los pasteles de choclo. Primero el pino, luego los tutos de pollo y finalmente la crema pastelera. Mientras sus ayudantes rayan el ajo o lavan los platos. Todo funciona a la perfección en un espacio moderno y amplio que ocupa el que fuera el primer comedor del Capri.

Con intervalos breves de tiempo, los mozos y las mozas asoman su rostro por la puerta de la cocina y salen con platos humeantes rumbo a las mesas llenas de familias, oficinistas y turistas.

Ya son 15 años atendiendo a su clientela. César y Antonia dedican su vida al negocio. Y cada año, tras Semana Santa, bajan las cortinas y se toman un merecido descanso de 15 días, para luego volver al trabajo.

Tras ellos, sus hijos, César Agusto y César Antonio, van remodelando, creando estrategias de márketing y generando contactos a través de los medios locales de comunicación más sus propias redes sociales. Incluso una nieta del matrimonio suele trabajar de moza. La familia completa se la juega por este proyecto gastronómico.

Una ciudad que amarra como el hambre

César llegó a Valparaíso desde Concepción el año del Mundial de Fútbol, en 1962. Una de las cosas que más le gustó de Valparaíso fue que la gente era cordial y lo integraba. Su primer hogar lo tuvo en el cerro Mariposas. “El puerto tiene el alma de acoger, en especial a la persona que está sola”.

Por un momento guardó silencio y luego dijo que a él lo interpreta mucho la canción del Gitano Rodríguez. “Este puerto amarra como el hambre: La arquitectura, los colores… ¡Siempre tiene algo nuevo!. Las personas vienen a Valparaíso por el puerto, los cantantes, los perros y los curados. Es folclórico.”

Fascinado con el puerto, no tardó en encontrar una porteña que le robara el corazón: Antonia. De ella se enamoró paseando por el borde costero, entre el Muelle Prat y la estación Barón. A paso lento veían el movimiento de los barcos, a los niños pescando merluzas desde la orilla y a los pescadores de jaivas. “Nunca pensé que llegaríamos tan lejos”, dice levantando la vista y esbozando una sonrisa.

Con los años Valparaíso se ha transformado en un polo turístico que atrae a miles de personas y el Capri en un referente de la gastronomía local: “¿Quién no quiere dar un paseo en lancha o ver las casas maravillosas del cerro Alegre? Y claro -sonríe- quien no ha venido al Capri, no ha venido a Valparaíso”.

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