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Isla de la Fantasía en Valparaíso: Cuecas porteñas en un oasis de encuentro entre las generaciones

02 Abril 2019

Erase una vez, en un rincón escondido en Valparaíso, un oasis de música tradicional porteña, donde jóvenes y mayores conservaban los tesoros humanos y artísticos del siglo XX.

Loeiza Alle >
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Cada domingo, en el fondo de la calle Cornelio Guzman del cerro San Juan de Dios, una quebrada verde se llena de niños, perros, jóvenes, gatos, abuelos, todos cuequeros y enamorados de estas reuniones ancladas en la primera mitad del siglo pasado. Aquí, la música porteña tradicional está en vivo y más viva que nunca. Las tardes son de cueca, alegría, vals peruano, fraternidad, bolero, risas y tango.

Memoria porteña

Antes que todo, la Isla es un punto de encuentro entre los músicos experimentados y las nuevas generaciones. Al principio, hacia los 1980, fue un histórico conjunto de artistas y amigos dedicados a la música popular porteña quienes se juntaban a cantar en la casa de Benito Núñez y Adriana Solar. Dentro del secreto estaban músicos y cantantes como Lucy Briceño, Silvia la Trigueña, Gilberto Espinoza, Juan Pou, Bernardo Zamora, entre muchos otros. Eran los últimos representantes de una generación de músicos de la bohemia porteña, que como lo dice una reseña del disco Memoria Porteña que registraron en 2009, “llegaron a confundir en una virtuosa mixtura las más tradicionales expresiones locales con la más heterogénea música popular”. La inquietud de poder registrar este repertorio de gran valor humano y musical les hizo abrir el lugar al público y dio luz a tres discos en los años 2000.

 

Nunca es demasiado tarde

Hoy día continúan estos encuentros en los cuales la cueca es la reina y cada uno puede venir a alejarse de las preocupaciones diarias para cantar, bailar, escuchar esta música emblemática, que tantos olvidaron o ni siquiera conocen. Los elementos de este pasado están bailando en el ambiente acogedor y cálido, bajo las guirnaldas multicolores, están en las notas, en los pañuelos, en el quiebre entre las generaciones.  En el mito de la Isla, nunca es demasiado tarde.

“Los que saben lo que cantan”

En la presentación del tercer disco de la Isla se puede leer que “hay quienes cantan lo que pueden, hay también quienes cantan lo que saben, pero muy pocos son los que saben lo que cantan”. El pianista Juan Carlos Sinesis Cortasol podría ser uno de estos pocos. Originario del sur de Chile y de la música clásica, se enamoró de Valparaíso y de su música popular, recorriendo sus bares, escuchando sus noches y su bohemia. Lucy Briceño, reina de la noche porteña, lo trajo a la Isla. Donde no había nada, se construyó y transformó el lugar, sin plata para los músicos. Ellos vienen para otra cosa.

Los grandes músicos se han ido”, cuenta el pianista. “Dejamos el legado, eso es nuestra pega. Ahora son los jóvenes quienes tienen que cuidar esta bohemia porteña. Ellos pueden venir a aprender y yo también aprendo de los jóvenes”. La singularidad de esta escuela lo llena de orgullo. “Puedes recorrer todo Chile, nunca vas a encontrar un lugar así. Estos jóvenes que tocan ahora, son los frutos de quienes nos venían a mirar. Les dijimos, ahora te toca a tí. En mi tumba, quiero escuchar a mis amigos jóvenes tocando”. ¿Y que ocurrirá con el futuro de la Isla? “Eso es un lugar privilegiado. Ahora la Isla va a pasar en otras manos, pero no se va a morir. Aquí esta bailando una niñita, ella es la nieta de los nietos de los fundadores y ya tiene un pañuelito en la mano”.

“Lo popular de las voces”

Para Matías Ponce, que toca en una banda y se enamoró de la Isla por la música, es verdad que el lugar es particularmente potente, “para conectarse, como en ninguna otra parte, con una tradición que se va perdiendo”. El cuenta que a veces “la gente que viene aquí desde afuera no pueden creer lo que ven”.

 De hecho, para muchos extranjeros, como Nolwenn y Lorenzo, estudiantes de intercambio, la Isla permite “conocer la cultura chilena, por la inmersión en una noche de música, en un lugar alternativo”. Lorenzo cuenta: “antes de venir, cuando pensaba en Valparaíso, pensaba en un lugar como este”. Para Claudia, estudiante chilena, la Isla “refleja la cultura de Valparaíso, algo criollo, propio del lugar, lo poco que se conserva frente a la modernización. Es una isla, una autenticidad en lo cotidiano, sin tener que esperar a las Fiestas Patrias. Es algo que se divulga entre lo popular de las voces”. Un oasis dentro de la sequedad del olvido circundante, y un sonido característico de cantos, pasos, gritos, guitarras, aplausos y risas.

Esta noche de 31 de marzo, el sonido característico de la Isla también fue el silencio. Un paso de tiempo en silencio, para rendir homenaje al músico Gonzalo Pisani, de la banda Charlie Chaplin, que recién dejó este mundo y cuya manera de ser y hacer música dejó un tremendo legado.

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