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Hasta siempre chorizo
Lamentablemente, la cuarentena nos hizo perder la pista a muchas personas en estos meses, y él fue uno de ellos.
Juan Carlos García >
authenticated user Corresponsal Corresponsal CiudadanoFoto: Jorge Severino
Durante los últimos 20 años, tuve muchos encuentros con Raúl “Papito” Guzmán. No fuimos amigos, pero sí cercanos y vecinos. Cuando la cárcel de Valparaíso dejó de ser prisión en 1999 y devino en un centro cultural, el único preso que no dejó ese lugar fue él. Nos contaba que cuando se abrieron las puertas del recinto podía irse a donde quisiera, pero se quedó porque esa era su casa. Se quedó como único dueño, con los relatos de la cana, haciendo recorridos por el lugar y montando exposiciones y obras de teatro. Convivía así con los nuevos habitantes, las organizaciones que ocupamon ese espacio en sus inicios como espacio cultural, y con los nuevos visitantes, a quienes les mostraba como era la vida en ese lugar cuando aún era una cárcel.
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En 2010, cuando estuve a cargo de impulsar el proyecto de Parque Cultural de Valparaíso, le dije medio en broma y medio en serio que yo terminaría siendo el responsable de que tuviera que dejar ese lugar, con el inicio de las obras. Pero estaba equivocado, la única persona que no se fue cuando llegaron las máquinas y trabajadores fue Papito. No sé cómo lo hacía, pero se las arregló para trabajar en la empresa a cargo de la construcción del nuevo centro cultural. Nos saludábamos cada vez que iba a inspeccionar los trabajos, donde él tuvo un sinnúmero de tareas. Al término de los trabajos, cuando entregamos el edificio a su nuevo administrador, el Ministerio de las Culturas (aún no se creaba la corporación que actualmente se hace cargo del lugar), Raúl seguía ahí como parte del edificio, como si no hubiese salido nunca de ese lugar.
Al tiempo se mudó a unas pocas cuadras, en la calle Dinamarca, donde empezó su proyecto más personal, la “Xpo Papito”, un museo donde exponía todas sus vivencias de la cárcel junto a las historias de su vida. Como vecino del barrio lo seguí viendo mucho y siempre tenía algo nuevo que contar. A pesar de que nunca se victimizaba, me entristeció primero cuando perdió un ojo, y luego cuando nos contó sobre sus problemas de salud. Lamentablemente, la cuarentena nos hizo perder la pista a muchas personas en estos meses, y él fue uno de ellos.
Te echaremos de menos Papito, fuiste un porteño entrañable, con grandes historias, al igual que tu corazón. Esta ciudad hizo posible que nos hayamos encontrado una y mil veces, y siempre guardaré como recuerdo cuando nos encontrábamos y me decías, como a tantos otros, “¿Cómo andai’, chorizo?”.