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El voto que vale

19 Octubre 2020

Sería extraño que nadie planteara que el sistema político es defraudador si, en la práctica, la derecha junto a la centro-izquierda salen de la mano a cenar por los barrios de Vitacura. Así, la carrera electoral se vuelve un sin sentido.

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Por Vicente Paredes

“¿Para qué me voy a levantar? Si son todos iguales, da lo mismo”. Frases como estas se han vuelto costumbre en Chile. Típico escucharlas en asados familiares, juntas con amigos o incluso en los medios de comunicación. Ese reiterado mensaje, que te dice que sufragar es irrelevante, tarde o temprano termina calando hondo.

Y siendo justos, algo de razón tiene. El argumento consiste en que no importa por quién votes, finalmente todas las opciones se comportarán de la misma forma en el poder, por más distintas que se vean en la papeleta.

Propuesta que, al revisar la historia reciente de Chile, es natural que surja. Sería extraño que nadie planteara que el sistema político es defraudador si, en la práctica, la derecha junto a la centro-izquierda salen de la mano a cenar por los barrios de Vitacura. Así, la carrera electoral se vuelve un sin sentido.

Pero esta concepción se instala irremediablemente en el imaginario colectivo en el año 2012. Casi una década atrás, cuando se aprobó con mucho entusiasmo el llamado “sufragio voluntario”, anunciado con bombos y tambores por la clase política.

Desde ese momento que nadie nos sacaba ese libreto de la cabeza. Las frases como “no vale la pena levantarse”, “el voto vale callampa” o “gane quien gane, hay que seguir trabajando al otro día” se volvieron norma.

Aquel desgano ante los comicios permaneció impermeable, hasta el 18 de octubre de 2019. El denominado “estallido social”. Fecha que abrió un proceso de movilizaciones populares que volvieron a dotar de sentido la participación ciudadana y, en consecuencia, al sufragio mismo.

Porque, simultáneamente, el hito también destapó el problema constitucional que se venía arrastrando. Dando lugar al plebiscito más importante de los últimos 30 años: el Apruebo o Rechazo a una nueva carta magna. Cita electoral pactada para el próximo domingo.

Pero, según la encuesta Cadem, esta vez un 69% de la población está decidida a levantarse e ir a votar. Cifra reveladora, pues es un 19% más desde la última elección presidencial y un registro inédito desde la implementación del “sufragio voluntario”.

Consecuencia directa del 18 de octubre pasado. Momento en que comprendimos la importancia de los comicios, la participación y de que no da lo mismo quién nos gobierne ni, mucho menos, cuál es nuestra opinión.

El chileno volvió a entender su rol en la política desde entonces. La conversación se tornó sobre contingencia y otra vez nos sentamos frente a nuestros televisores a ver franjas electorales.

En definitiva, ya no da lo mismo. La revitalización del voto y su importancia, va de la mano con este nuevo proceso al que nos adentramos. En la víspera del plebiscito, el interés por sufragar se debe a que las opciones no responden a una fuerza dogmática en específico, sino a sentires ciudadanos.

Ahora, la inmensa mayoría de los chilenos vuelven a sentir que su voz tiene incidencia. Ya sea para la construcción de un nuevo país o la mantención del que conocemos, es claro que hay mucho más en juego que la elección del político de turno.

Bien puede ser Apruebo o Rechazo. Convención Mixta o Convención Constitucional. Pero de una u otra forma, la ciudadanía da cuenta de que este voto sí que vale.

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