Ya hace un tiempo que se viene trabajando en la comuna de Concón para que este se transforme en un “territorio inteligente”, en el que sus propios habitantes sean agentes de cambio que contribuyan a su propio bienestar y mejorar así su calidad de vida a través de, entre otras fórmulas, el  turismo sostenible. Para esto, un sentido de comunidad y amor por el lugar en que se vive no sólo resulta un componente esencial, sino que de hecho sería el elemento más importante, sobre todo si lo que se busca además es potenciar el turismo a través de sus atractivos naturales.

No cabe duda que se debe cuidar y proteger los espacios que en teoría tanto queremos como comunidad, y que todos abogamos a vivir en un medioambiente libre de contaminación. Sin embargo, el cómo interactuamos con nuestro entorno no pasa sólo por un tema de educación, cultura y un adecuado manejo municipal, sino que además la situación de nuestro entorno resulta también una proyección de cómo nos tratamos y respetamos a nosotros mismos. 

Quienes tenemos el privilegio de vivir en Concón, sobretodo quienes vivimos acá “de toda la vida” por lo general nos sentimos muy orgullosos de esto. Puede ser porque además de las playas y el borde costero, existen dunas, bosques, un humedal y cerca hay cerros de gran valor arqueológico, natural y escénico como lo es el cerro Mauco, en la comuna de Quintero. Concón se podría decir además que es un caso atípico al contar con dos Santuarios de la Naturaleza en pleno sector urbano, teniendo la ventaja de la proximidad para quienes deseen visitarlos. El problema, o uno de los problemas más bien, es que por lo mismo estos lugares de enorme potencial turístico se encuentran llenos de desechos, creándose basurales por donde quiera que uno transite, sin siquiera pasar desapercibidos.

Entonces, ¿cómo es que un lugar del que nos sentimos tan orgullosos cuenta con amplios sectores en un estado así de deplorable? ¿Quién se hace responsable?

Según la ley 20.879 se sanciona el transporte de desechos hacia vertederos clandestinos y expone a multas que van desde las 2 a las 100 UTM (más de 47 millones de pesos) a quienes “encargue o realice, mediante vehículos motorizados, no motorizados o a tracción animal, el transporte, traslado o depósito de basuras, desechos o residuos de cualquier tipo, hacia o en la vía pública, sitios eriazos, en vertederos o depósitos clandestinos o ilegales, o en los bienes nacionales de uso público”. La ley, que entró en vigencia el año 2015, faculta a “cualquier persona que sorprenda o detecte las conductas descritas quién podrá poner en conocimiento de este hecho a las municipalidades, a Carabineros de Chile o a la autoridad sanitaria, quienes remitirán los antecedentes al Ministerio Público o a los tribunales competentes, según corresponda. Las personas podrán acompañar fotografías, filmaciones u otros medios de prueba que acrediten el lugar, la patente del vehículo o el día en que sucedieron los hechos".

Con la enorme dificultad y desgaste que implica fiscalizar constantemente nuestro entorno, el enfoque debiera estar en la prevención y educación de la comunidad, involucrando a múltiples actores tanto del sector público como del privado. Esto dado que en muchos casos está normalizada la existencia de estos basurales, y su expansión no discrimina entre terrenos públicos o privados, ni entre sectores vulnerables o acomodados. Asimismo, no sólo representan un problema estético o delictual sino que es un asunto que afecta directamente a nuestra salud y medioambiente, por lo que si bien nadie se hace responsable, en la práctica nuestra pasividad y complicidad nos hace responsables también.