Día del Libro: La otra realidad que nos mostró la pandemia

23 Abril 2020

Cuando el llamado de las autoridades es realizar una debida cuarentena, realizar teletrabajo y consumir cultura y entretenimiento a través de plataformas digitales, sale a la luz la gran brecha digital. 

Raimundo Zumarán >
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Cada 23 de abril se conmemora el Día internacional del Libro, actividad promovida por la UNESCO y cuyo objetivo es fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual a través del derecho de autor. Éste año, la emergencia sanitaria y el llamado a realizar cuarentena debido a la pandemia del Covid-19, no sólo viene a reafirmar que el acceso transversal a la lectura en nuestro país se ve dificultada por tener el IVA más alto de América Latina lo que incide además en la baja preferencia de la lectura en tiempo libre (16%) según la última Encuesta de Comportamiento Lector realizada en 2014; sino que además se incorpora un componente digital.

Cuando el llamado de las autoridades es realizar una debida cuarentena, realizar teletrabajo y consumir cultura y entretenimiento a través de plataformas digitales, sale a la luz la gran brecha digital. De acuerdo al estudio de “Brechas de uso de internet” de Fundación País Digital, un 76% de los habitantes de zonas urbanas usan internet, menos de un 50% lo hace en el mundo rural. Si bien, de acuerdo a datos de la Seremi de Transportes y Telecomunicaciones, la Región de Valparaíso está por la media nacional con un 54% de acceso a internet, mucho de los sectores periféricos y rurales tienen escaso e incluso nulo acceso a internet, dejando en evidencia la exclusión social y postergación de las autoridades donde se espera que recién en 2022 se pueda completar la implementación de los proyectos de fibra óptica nacional y roaming automático.

“Ha sido bien brutal la forma en que el virus ha develado realidades que se pasaban por alto. A modo personal, tengo la percepción de que la cultura no ha sido prioridad hace bastante tiempo”, comenta Mauricio Tapia de la editorial de autogestión “Bathory” de Quilpué.

Si esto ocurre en el mundo digital ¿Qué pasa en el mundo real?

Según datos del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, en la Región de Valparaíso existen sólo 49 bibliotecas públicas, las que generalmente se ubican en los centros urbanos de las distintas comunas. Aquí radica la importancia de ciertos actores sociales que gracias a la autogestión extienden el alcance de políticas públicas y acciones provenientes del Estado que debido a un mal diseño no logran impactar esa población vulnerable. “Hay mitos sobre la creación literaria y es que para escribir hay que venir de un ambiente literario (…) estar en contacto con escritores, etc. Sin embargo, eso no es el caso (…) hay autores y autoras que se encuentran en antologías y que no sabían ni leer ni escribir” comenta la escritora Carmen Avendaño, quien desde el 2002 realiza talleres literarios tanto en Chile como en México.

 Y tal como menciona Avendaño, el arte y la cultura en sí, no les pertenecen a grupos de élite en la materia, sino que es un patrimonio universal y transversal donde la tarea hoy en día es poder democratizar el acceso a la cultura. Muy bien lo sabe la Biblioteca Comunitaria “Cordillera Luis Rebolledo” ubicada en pleno Cerro Cordillera de la ciudad puerto que, con ocho años de historia, busca acercar la literatura al sector contribuyendo de ésta manera al fortalecimiento progresivo del tejido social. “El espacio se abre para la lectura y también para reuniones de otras organizaciones y agrupaciones que no cuentan con un espacio propio, lamentablemente la gran mayoría de los vecinos mal interpreta el espacio como un espacio para niños. Si bien nos resulta importante atraer a los niños nuestra biblioteca es una biblioteca para un público diverso de todas las edades” expresa Natalie Harder parte de orgánica de la biblioteca “Cordillera Luis Rebolledo”.

Hablar de un acceso democrático a la lectura y a las artes en general, para Harder es prácticamente inexistente por que indica que “lamentablemente observamos que muchas personas no tienen tiempo disponible para actividades culturales debido a largas jornadas laborales y diversas responsabilidades familiares. Sin duda es un problema estructural de nuestra sociedad que debe priorizar la cultura como actividad cotidiana. Cada persona requiere de horas libres para dedicarlas a la cultura. No basta con el financiamiento esporádico de gestores de cultura, también los beneficiarios deben tener la oportunidad de dedicar su tiempo a disfrutar de la cultura y hacerse parte de ella”.

En la misma línea, Tapia agrega que “el año pasado hubo una campaña bien potente sobre el recorte que se iba hacer en el presupuesto de cultura que también evidenció aquello. Imagínate eso en las ciudades del interior. Las librerías son muy pocas, solo hay un cine y la oferta de los teatros municipales, que, si bien había estado siendo muy variada, está siendo llevada a cabo por las municipalidades. Creo que falta establecer una fórmula en la cual los artistas locales logren vincularse con sus comunidades, haciendo uso de espacios públicos, por ejemplo”.

Sin dudas, hay una tarea pendiente en mejorar el acceso a la lectura, a la cultura y a las artes en general y es una tarea que le pertenece al Estado, tal como lo menciona el filósofo canadiense Charles Taylor en su ensayo “Nacionalismo y modernidad”: “La labor de transmitir esta cultura podía ser asumida, algunos casos, por las familias o instituciones especiales (como la iglesia). Sin Embargo, en el contexto moderno, la tarea de educar a todo el mundo hasta permitir que alcance el mismo grado que antes tenían los literarios resulta demasiado imponente y vital para quedar en manos del sector privado (…) la empresa educativa como su esencial uniformidad dictan que deba ser asumida por el Estado.” Tarea que, por cierto, hoy están cumpliendo organizaciones de la sociedad civil con un claro espíritu de llevar ese tan preciado “bien común” asociado a la cultura y en particular a la lectura a sectores que hoy se sienten marginados de una u otra forma de la sociedad, equilibrando de ésta forma la idea de un Chile más justo.