El zarpazo al Banco de Talca: Sebastián Piñera, el conductor

Lo que sigue es una anécdota, en el sentido más estricto de la palabra, y el título de este texto no pretende ser una metáfora.

La historia la relata Pedro Ayala Flores, en su libro «1979: el zarpazo al Banco de Talca. Crónica de un testigo». La década de los años setenta llega a su fin y Flores es Gerente de la División Sucursales de dicho banco.

Sebastián Piñera le consulta si pueden viajar juntos a Santiago. Flores posee un Peugeot 404, un tanto destartalado, por cierto, pero que aún cumple con su función. 

El futuro presidente de Chile le pide conducir el vehículo. Aparte de algunos ácidos comentarios sobre el estado del automóvil, y largas divagaciones sobre proyectos, el viaje es tranquilo. Al menos, hasta llegar a San Fernando. 

En ese momento Piñera le consulta a Flores si las luces del auto están bien. Este le responde que, en realidad, es lo único que está en estricta norma en su Peugeot. 

—Es que los vehículos que vienen en contra me hacen señales insistentemente, le dice Piñera.

Flores sugiere detenerse. Al hacerlo y observar alrededor, se da cuenta de lo que ocurre:

—Sebastián, vas en contra del tránsito.

Según el autor del libro, a Piñera le costó reconocer que se había equivocado al ingresar a una bifurcación que existía en ese entonces a la salida de San Fernando y que conducía a Santiago.

—Yo iba bien, trató de argumentar el conductor.

—Sí, ibas bien, en la dirección correcta, en el sentido correcto, pero por la pista equivocada, le respondió Flores.

Concluye el autor la descripción del episodio con las siguientes palabras: «Ese proceder lo perseguiría en muchos eventos futuros en varios ámbitos, recurrentemente».

¿Será acaso que la tozudez es una característica que se perfecciona con el tiempo?