Por Cristián Hormazábal

¿Cuál es tu concierto favorito? ¿Ese que dices haber asistido y que cambió para siempre tu vida? ¿Aquel que cambió tu casa, tu ropa y tus amigos? ¿La tocata que te rompió el corazón, la que te regaló un número de teléfono o simplemente no te gustó? ¿Has hecho el ejercicio de mirar atrás y pensar que todo aquello que te unía a ese evento, ya no está?

Quizás lo que cambia es el contexto, lo que se hizo por estar ahí, la edad o los amigos que ya no se conectan como se conectaron en ese momento y en ese mismo lugar. Por lo mismo, durante muchos años pensé que Mike Patton y John Zorn en el Teatro Municipal de Valparaíso, era lo mejor que me había pasado. Pero desde este sábado 14 de diciembre, no es así. Es más, me molesta recordarla, siento vergüenza de creer que le tuve tanta fe, que era tan importante para mí y con lo que me iba a quedar.

Mi tocata favorita, no es la más costosa, la más rebuscada o la más popular. En la medida que envejezco, me importan más los eventos en los cuales uno puede aportar, esos que se arman a pulso y que se atreven donde los demás no van. Hablo de la Revuelta de los Cerros. Instancia creada por el Centro Cultural el Surco, quien en colaboraron con Achupallas Organizada, Viña de Los Cerros y La Mandrágora se atrevieron a realizar un festival en la Plaza de la Cultura, avenida la Luna con Bellavista, Campamento Manuel Bustos, Viña del Mar.

¿Por qué me gusta tanto este evento y Patton no? Por las papas fritas hechas a leña con mayo casera, por el polvo, por el viento, por el frio, por el calor, por las risas, por el micrófono abierto, por los pacos que nunca llegaron, por el escenario, por el respeto, por la diversidad, por las lentejas con arroz, por el cerro, por la plaza, por la lucha, por la comunidad, por la camioneta que me subió, por el café, por los chocolates, por el toldo que voló, por la foto que se hizo y por la que se borró, por los Neumas Raggae, por los Esquina Tinta, por la Orquesta Psicotrópika, por los Chimonos, por los Highxcorexia, por la luna, por el sol, ¡porque sí!  y ¡porque no!.

En la Revuelta de los Cerros lo que viví me fascinó. La recuerdo como una instancia utópica. Un festival donde la gente discutía, leía, donde se iba a comer y conversar, donde no existían clases sociales. Era un lugar interesante donde nadie, al parecer, tenía problemas de dinero, pero ninguno era millonario. Se bailaba mucho y sus participantes parecían entregarlo todo, no como en el Teatro Municipal, en el sistema de salud, en la educación, en la vivienda, en las pensiones, lugares donde te quitan todo, o eso es lo que siento.