Puro Chile en Vinilo: Rafael Palacios, el Pequeño con Voz de Gigante

Puro Chile en Vinilo: Rafael Palacios, el Pequeño con Voz de Gigante

24 Agosto 2020

Un 23 de agosto de 1946, nacía Rafael Alberto Palacios, el inconfundible vocalista de Los Blue Splendor, y el mismo día, pero en el año 2011, partía para siempre Angelo Machiavello Guzmán, fundador y tecladista de esta banda, la más querida y representativa de Valparaíso. 

Oscar Rosales >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Uno de los elementos distintivos de la atractiva mezcla musical de los Blue Splendor es, sin duda alguna, la inconfundible voz de Rafael Palacios, quien con un timbre viril y gran calidad interpretativa relató las historias que conforman ese fabuloso cancionero popular que es parte inseparable del paisaje sonoro de Valparaíso. A veces rudo (“Amazonas”), a veces alegre (“Hola Rosita”) y a veces sufrido (“No llores más”), el “chico Palacios” fue un componente esencial de ese engranaje perfecto que ideó Ángelo Machiavello, el fundador, líder y tecladista de los Splendor.

¿Y cómo fue que este pequeño con voz de gigante pasó a formar parte del conjunto que fue reconocido como patrimonio cultural intangible de la ciudad? La respuesta a esa interrogante es parte de una buena historia.            

Un día, Ángelo Machiavello fue invitado como espectador a una de las sesiones del mítico programa “El Calducho” de radio Portales, producción radiofónica que se convirtió en el semillero de grandes talentos de la Nueva Ola chilena, al ofrecer presentaciones en directo de nuevos cantantes que soñaban con proyectar una carrera artística y que en este espacio tenían la posibilidad de formarse y mostrar su trabajo al gran público. El caso es que en esa jornada se presentó Rafael Palacios, cantando temas de Elvis Presley y algunas cosas de música mexicana. Al final del espectáculo, Machiavello se acercó a felicitar a ese joven de tan solo 15 años, diciéndole que le había gustado mucho su forma de interpretar. Entre medio de la conversación, se dan cuenta que ambos vivían bastante cerca y Palacios le pide a su interlocutor que le permita asistir de oyente a los ensayos de la banda que éste le comentó que tenía. Y así fue como empezó a llegar periódicamente los días que se reunían para tocar, como silencioso testigo que solo buscaba la posibilidad de poder disfrutar de la ejecución musical del grupo.

El conjunto que en ese entonces tenía Ángelo Machiavello era muy distinto a lo que iban a ser después los Blue Splendor y, según lo que él mismo relató, no se sentía muy a gusto con ellos. Una de las cosas que más le molestaba era la falta de disciplina durante los ensayos, gatillada principalmente porque los demás integrantes acostumbraban a invitar a sus pololas a esas sesiones de trabajo. En una ocasión, el vocalista de aquel grupo, pavoneándose de su buena estampa, empezó a mofarse de Rafael Palacios en su propia cara, por su baja estatura y su tez profundamente morena. A Machiavello le molestó esa actitud y explotó; quizá cansado de los disgustos acumulados con esa banda, él reconoció que le afloró “el lado italiano” y puso fin abruptamente a ese bullying diciéndole con vehemencia al agresor: “Mira, ese muchacho que está ahí, del cual te ríes, te saca la mugre, te da tiro y lado. Tú cantas dos o tres temas y estás desafinado, quedas afónico y ese muchacho en cambio tiene una voz natural preciosa”; el aludido respondió displicentemente “entonces tráelo a él”, a lo que el futuro líder de los Blue Splendor replicó con un simple “ya pues”. Y ese día fue el último ensayo con el cantante original.

A la semana siguiente de este episodio, Machiavello empezó a formar una nueva banda que bautizó como The Five Splendor, integrada por Enrique Farías en el bajo, Juan Carrillo en la guitarra, Ángelo Machiavello, que en ese entonces tocaba el acordeón, su primo Enrique Guzmán en la batería y su flamante vocalista: Rafael Palacios.

La partida de Farías, motivada por el comienzo de sus estudios universitarios, dejó a la banda sin bajista. En vez de audicionar a algún nuevo músico para llenar ese vacío, Machiavello animó a Palacios a aprender el instrumento. El chico no se quedó corto y se lanzó a la nueva aventura que le permitió llevar más allá su aporte artístico, que hasta ese momento se circunscribía a lo estrictamente vocal. Había eso si un pequeño problema por resolver: Farías tocaba un contrabajo, instrumento que a Palacios se le hacía imposible a causa de su estatura, por lo que le construyeron un bajo eléctrico a medida. Con pasión y entusiasmo, evolucionó con una rapidez increíble en el instrumento, llegando a ser reconocido como uno de los mejores bajistas de la Quinta Región. Y así fue como permaneció, con un sólido doble rol, en la agrupación que posteriormente todo el mundo conocería como Los Blue Splendor.

Y no solo se limitaría a interpretar, sino también a componer. Las canciones de Rafael Palacios tienen esa impronta fatalista del bolero, ese relato doliente del despechado, del que padece desamor, del que sufre anhelando un imposible. Este rasgo, siempre presente en sus líricas, sumado a su intensidad vocal, permiten emparentar su figura artística con la de Roy Orbison, como apasionados representantes de los perdedores en el amor.

Esta crónica se origina a raíz de una fecha que resulta definitiva para la trayectoria de la banda: el 23 de agosto, puesto que ese día, en 1946, nació Rafael Palacios y ese mismo día, pero en el año 2011, falleció Ángelo Machiavello; curiosa e impactante coincidencia numerológica, que motiva a pensar que quizá este último quiso aventurarse en el viaje definitivo para sorprender a su amigo en el día de su cumpleaños, donde fuera que este se encontrara. En definitiva, dos grandes porteños, cuyo legado se mantiene vivo gracias a la vigencia de una banda que tenemos la fortuna de poder seguir escuchando.

Para cerrar, los invito a pinchar una de las composiciones de Rafael Palacios, titulada “Nunca tendrás”, la que deambula por los tópicos antes mencionados y en cuya ejecución musical la banda se luce con su característico sonido que jugaba de forma magistral con los cambios rítmicos (oreja con la ejecución del bajo y con ese elegante y nostálgico estribillo). Esta pieza se incluye en el tercer LP de Los Blue Splendor, publicado en 1968, y que en su formato vinilo es actualmente uno de los más esquivos de su discografía.