"Valparaíso es un cúmulo de historias extraordinarias"

09 Abril 2019

Sebastián Runner, fotógrafo de Valparaíso y usuario sugerido de Instagram con más de 38 mil seguidores

Hernán Castro >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Artículo publicado en Apuntes y Viajes

La micro se vino volando desde Playa Ancha. En su trayecto desenfrenado pasó por Caleta El Membrillo, la Aduana, La Matriz, Plaza Echaurren, adelantó un trolebús, atravesó Sotomayor, cruzó el sector financiero encabezado por el Reloj Turri y me dejó en la ajetreada Plaza Aníbal Pinto. Entre medio de personas esperando locomoción, vendedores de hamburguesas de soya, libros y cigarrillos de tabaco más unos cuantos perros callejeros fui avanzando hasta Cumming. Fuera del ascensor había una larga fila de turistas, así que opté por las escaleras para llegar al pasaje Dimalow 290 a la hora acordada.

Nunca había entrado a Casa Dimalow. No soy bueno para ir de compras, pero sí para tomar café o comer cosas ricas en lugares acogedores. Y como desde fuera casa Dimalow parece una tienda de ropa y souvenirs nunca reparé en el pequeño tesoro que guardaba dentro.

Ingrese por un pequeño pasillo, doblé a la derecha antes de toparme con un maniquí, luego esquivé una tienda de ropa, doblé a la izquierda y ya casi llegando al final del pasillo me encontré con pequeño letrero que anunciaba al habitante de aquellas sala con vista al cerro Concepción: Sebastián Runner.

Ingresé al taller y de inmediato me vi rodeado por cientos de fotos en distintos formatos y tamaños. Todas imágenes de Valparaíso y sus habitantes. Al medio de ellas, junto a un escritorio con marcos de madera, estaba Sebastián. Levantó la mirada, se puso de pie y me saludó con un abrazo. Una de las cosas buenas de las redes sociales, especialmente Instagram, es que terminas por sentir a las personas como si las conocieras. Recuperé el aliento luego de la subida por el cerro Alegre, me acomodé en un rincón y nos pusimos a conversar sobre nuestras historias y proyectos.

Una historia 2.0

Todo comenzó en Santiago, donde luego de incursionar en ingeniería y comunicación Sebastián llegó al mundo de la fotografía. Ahí descubriría una nueva manera de aproximarse a la realidad. Luego comenzaría un periplo por Chile en busca del ejercicio profesional. Vivió un tiempo en La Serena, Concepción y Talca para finalmente llegar a Molina, donde viviría dos años.

Hasta ese momento Sebastián vivía de la fotografía por encargos publicitarios, editoriales y de prensa, además de registrar matrimonios. En Molina trabajó con algunas viñas y en ese ir y venir se creó una cuenta en Instagram para subir fotos que no estuvieran en el marco de su trabajo. Así el 2013 comenzó a subir material y a vincularse con más personas, entre las que se encontraban algunos porteños.

En agosto de 2014 decidió dejar todo en Molina y venirse a Valparaíso. Una vez en la ciudad comenzó a realizar fotografías en Caleta El Membrillo y el cerro La Cruz. Este contenido lo fue subiendo a Instagram en forma periódica al mismo tiempo que organizaba intervenciones urbanas bajo el concepto de Instameet.

El 2015 dió el gran salto cuando lo contactaron desde la red social para nombrarlo como usuario sugerido. A partir de ese momento sus seguidores se dispararon desde los 2.000 a los más de 38.000 que tiene actualmente.

Sin embargo, llegó un punto en que Sebastián se dio cuenta que no estaba logrando rentabilizar esas cifras positivas en redes. Es ahí cuando decidió imprimir algunas de sus fotos para venderlas en la calle. En ese intento, conoció al dueño de una galería en pasaje Dimalow (quien lo ubicaba a través Instagram) y le ofreció un espacio para vender su trabajo. Así llegó al primer día en que ofrecería sus fotografías... ¡Y las vendió todas!

Una semana después lo contactó Jorge Salomó, presidente de la Corporación Cultural de Viña del Mar, y lo invitó a exponer junto a una exposición de Guayasamín. “De ahí no paré”, me dice Sebastián, al tiempo que entran un par de clientes.

¿Cómo se origina tu interés por la fotografía?

“Vengo de una familia que no me dio ningún estímulo artístico, donde predominaban contadores e ingenieros. Y cuando llegó la hora de dar la Prueba de Aptitud elegí una carrera convencional: Ingeniería. Mi segunda carrera estuvo ligada al área de las Comunicaciones y ahí descubrí ciertas potencias en mí que aún no se ligaban con el mundo artístico. Concluyendo este proceso, me iba a matricular en un curso de inglés. En el trayecto me encontré con una casona antigua que decía Arcos. Entré y conocí al jefe de carrera de fotografía técnica. A los 15 minutos las lucas del curso de inglés estaban invertidas impulsivamente en un curso de fotografía.”

“En mi paso académico por la fotografía se me abrió una perspectiva que me enseñó la verdad: Que había otras formas de proceder en la vida, que estaban alejadas de lo convencional, pero que eran igualmente válidas, más excitantes y más enriquecedoras. Me metí tanto en el tema que incluso me jugó una mala pasada la mente y estuve con depresión un par de años, para lo que la fotografía me ayudó mucho. Ahí abrí las puertas de la percepción, como decía Jim Morrison. Entonces comencé a generar juicios súper críticos y descarnados sobre el sistema. Y la fotografía me ayudó a canalizar esas energías para conducirlas responsablemente. Y así hasta el día de hoy.”

¿De dónde surge la necesidad de compartir tu trabajo?

“Es mi confirmación con el mundo del arte. Es primordial para mi existencia tener algo que decir y por lo mismo trato de ser responsable con lo que digo. Intento que se construya una narrativa con la fotografía , que la gente vea mi obra y sepa que es mía sin que tenga una firma. A fin de año espero sacar un libro con fotografías y texto, porque además me gusta escribir.”

¿Cuál es tu relación con Valparaíso?

“Nunca pensé que yo iba a estar enamorado de una ciudad. Y me pasa con Valpo que yo amo esta ciudad de mierda. Le tengo mucho cariño, mucho respeto. Y siempre he dicho que Valpo elige sus soldados y de alguna forma a mí me eligió. Por eso trato de ser muy cuidadoso con lo que publico. Mi trabajo no está dedicado al turista, está dedicado 100% al porteño.”

¿Cómo ves la ciudad?

“Valparaíso es única. Es una jungla de sobrevivientes. Cada persona que ha pasado su vida en Valparaíso o que a elegido Valparaíso tiene una historia fascinante. Para mí Valparaíso es un cúmulo de historias extraordinarias que se plasman en imágenes o en relatos. Valparaíso no es bonito, como concepto de lo bonito. Valparaíso es bello. La suma de sus elementos más cotidianos generan algo extraordinario que no tiene que ver con belleza. Tiene que ver poesía, con arte.”

“Lamentablemente Valparaíso se dice ciudad cultural, ciudad de las artes. Y poco de eso tiene. Para mí es una ciudad de mucho humo, pero que está madurando. ¿Qué falta en Valparaíso? Falta disciplina, capacidad de gestión. En Valparaíso hay mucho que hacer. Cualquier persona que tenga el ánimo y la disciplina para hacer algo diferente lo puede hacer y le va a ir muy bien. Pero tiene que tener capacidad de gestión, ser muy responsable y disciplinado. Si no lo hace, Valpo se lo come y tiene harto riesgo de terminar en la Aníbal Pinto vendiendo hamburguesas de soya. Talento hay de sobra, pero lo que falta es gestión.”

¿Cómo ves Instagram hoy?

“De partida con mucha gratitud. Le debo mucho a Instagram. Siento que tuve la capacidad de lectura, pude leer entre líneas algo y descifrar algunos códigos que me han servido muchísimo. El otorgamiento de este título de usuario sugerido me disparó. Comercialmente me sirve mucho tener 38 mil seguidores y estoy conciente de ello. Instagram para mí es una gran herramienta de transmisión. Primero que nada porque es una vitrina abierta, democrática, de libre expresión. Cada vez suma más herramientas como las historias que también generan vinculación.”

“Trato siempre de responder todos los mensajes que me llegan. A Instagram todavía lo veo como una comunidad. Todavía me conecta con gente de España, de Berlín, de Nueva York. Me conecta con gente de otras partes del mundo que tiene visiones parecidas a la mía. Es la red social que me permite llevar mi trabajo a un nivel virtual y que no  esté sujeto a pago. Ayer mismo me llegó un mensaje de una persona que hace 20 años no venía a Valparaíso y se conmovía con mi trabajo. Eso vale más que la compra de una fotografía.”

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