La revolución es cultural

14 Julio 2020

El fenómeno de poder conquistar el mundo desde el barrio, es posible. Pero requiere enriquecer nuestra forma de mirar, pensar y de hacer.

Macarena Carroza >
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Estamos frente a un mundo que quiere darnos lecciones sobre la obsolescencia en las formas de pensar y de hacer, que quizás ya no puedan seguir siendo las mismas en el nuevo mundo que se está configurando con la Pandemia. Simplemente porque estas formas han empobrecido económicamente y espiritualmente a las personas.

Es un fenómeno global, donde Latinoamérica muestra una dificultad para abrir la cabeza, incluso para resolver temas sociales que son muy complejos en nuestra región. Porque las soluciones no solo deben ser pragmáticas y rápidas, sino que requieren un acuerdo, un pacto previo. Y lamentablemente estamos mirando bandos y no formas vinculantes de solución.

Dentro de este vaivén ideológico, emocional y altanero, pensar y proyectarse es una tarea que requiere templanza para tener claridad. En lo económico, estamos atrapados en formas preconcebidas:  “vendedores y consumidores”, “manufactureros sin serlos” y  “prestadores de malos servicios de empresas terciarias”. Entonces,  parece sensato explorar una cadena de valor más compleja, en el buen sentido. 

Todavía pensamos que las fuentes laborales tradicionales serán inagotables, cuando todas las señales nos indican que no lo serán, y hay que abrir la cabeza para eso. A toda escala, desde lo gremial hasta los grupos económicos del país, debemos alentar a nuestra economía a explorar otras industrias, otras posibilidades, preparándonos a relacionarnos con ecosistemas mixtos que no son simples, menos frente a la crisis ambiental que tiene estresado el futuro.  La buena y mala noticia: no podemos seguir igual.

Tenemos una mentalidad de retail y eso nos limita, debemos explorar y dinamizar nuestros atributos más identitarios: paisaje y cultura. El reflejo de nuestra economía desde la mirada de la cultura y la innovación es aún muy mediocre.

La industria cultural es el pivote que debiésemos instalar para ir construyendo un engranaje que nos permita levantar una cadena de valor que cuide la negociación de un futuro que medie intereses que parecen significativos para tantas generaciones.

Un estudio de la consultora internacional EY, generó el primer mapa mundial de las industrias culturales y creativas (2015) promovido por “Globo” - Globo Comunicación e Participações S.A y FCFA - Fondo Cultural Franco-americano. En él se expone la escena global de las industrias creativas que nos muestra que la creatividad, motor de la industria, no solo le aporta belleza o bienestar al mundo, sino que también una base creciente económica donde se mueven billones de dólares y donde ser parte hoy parece dirimente para tener una identidad en el mapa.

El estudio muestra que Asia-Pacífico es el líder del mercado de las Industrias Creativas (ICC) generando ingresos de 743,000 millones de USD (33% de las ventas mundiales de las ICC) y 12,7 millones de empleos (43% a nivel mundial); Europa lo sigue con 709.000 millones de dólares (32% del total global) y 7,7 millones de empleos (26% del global); el tercer lugar lo tiene Norteamérica con ingresos de 620,000 millones de USD (el 28 %de ingresos mundiales) y 4,7 millones de empleos (representando el 16% del global); Latinoamérica y el caribe 124,000 millones USD (6% del mercado total) y 1,9 millones de empleos (el 7% de los empleos totales de las ICC). La región de Latinoamérica y el Caribe cuenta con 131 sitios inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial, impulsando industrias crecientes como la cinematográfica, la gastronómica, la literatura, fortaleciendo el turismo cultural. 

El último lugar lo tienen África y Oriente Medio que presenta ingresos de 58.000 millones de USD (3% sobre el total) y 2,4 millones de empleos (8% del total de los empleos de las ICC).

Dentro de la escena de la región de Latinoamérica y el caribe, Chile no está en el mapa como podríamos estar. Debemos realizar un esfuerzo en comprender más esta industria, fortalecer los talentos, levantar herramientas, facilitar instrumentos de financiamiento y entender que la subsidiaridad no es el único camino, debe haber compromisos integrales: la banca, los inversionistas, marcos regulatorios amplios, flexibles.

El dinamismo económico regional primero debe empezar en nuestra cabeza y debemos maravillarnos con el hecho que la industria cultural no tiene fronteras, puede abordar un mercado regional y mundial, lo que, para países pequeños como el nuestro es una buena noticia. 

El fenómeno de poder conquistar el mundo desde el barrio, es posible. Pero requiere enriquecer nuestra forma de mirar, pensar y de hacer.

Si bien la industria cultural ha sido golpeada por la Pandemia y nos veremos enfrentados a mirar números sin precedentes en perdidas, de alguna u otra forma, es la industria que ha permitido al mundo resistir y respirar. Eso debiese abrirnos la cabeza aún más y también la billetera fiscal y privada, no solo para levantar una estrategia de salvataje, sino de inversión en las industrias creativas como el gran recurso del siglo XXI para alimentar a un mundo hambriento de dignidad. 

La verdadera revolución es cultural y en ella debiésemos adherir todos.