El Acuerdo de París y los compromisos nacionales y personales: 5 años de historia

El Acuerdo de París y los compromisos nacionales y personales: 5 años de historia

11 Diciembre 2020

Este sábado se cumple el quinto año del trascendental acuerdo para un nuevo y descontaminado mundo. ¿Qué hacemos cada uno al respecto?

Fernando Rivas ... >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Este sábado se cumplen cinco años del Acuerdo de París. Se trata de una celebración breve, pero significativa, ya que, en poco tiempo -signo de los tiempos actuales- han acontecido una serie de sucesos que convierten en veterano a este pacto. La persistencia de la especie y de las demás especies depende de este tratado de sobrevivencia, que permite de modo urgente ver cuánto se ha hecho por el planeta y cuánto está por hacerse.  Son cinco años para un acuerdo ambicioso, como lo exigen las apremiantes circunstancias, derivadas del cambio climático, ya no en ciernes, sino que desatado e irrefutable, sin  espacio para los negacionistas.

Son cinco años desde que el sábado 12 de diciembre de 2015, en la explanada de Le Bourget, en París, donde tras intensas y frenéticas negociaciones, se logró finalmente llegar a un acuerdo marco global, capaz de contener el principal fenómeno contemporáneo que pone en riesgo la vida de la Humanidad y de las especies en el planeta. Se trató de la COP 21, que, al igual que las demás COP, se desarrolló en dos semanas de permanente e ininterrumpido cabildeo, pero con el agregado de un día adicional, para darse el tiempo necesario, al borde de los límites, y concretar la anhelada herramienta para combatir el calentamiento global. Sólo unos pocos en el mundo y los que se encontraban sobre las losas de aquel ex aeropuerto francés, se percataron y percibieron la importancia del texto que veía la luz. Porque, hay que decirlo, el resto de la Humanidad poco se había dado cuenta y menos asumido el dramatismo de la amenaza global ya en marcha.

Luego vinieron las COP de Marruecos,  Bonn y Katowice, durante las cuales se refrendaron diversas cláusulas y se hizo conciencia mundial acerca del término de los combustibles fósiles y su reemplazo por electricidad proveniente de fuentes limpias y renovables, al punto de que Chile -en un gesto de audacia y sobreestima-  asumió la responsabilidad de la COP 25. Esta, como es sabido, terminó haciéndose en Madrid, producto del estallido social, convertida en uno de los esfuerzos menos productivos de nuestro país a nivel internacional.

Ahora, se viene la COP 26, el próximo año, en Glasgow, Escocia, y las esperanzas del mundo se cifran en un esfuerzo mancomunado, donde el Norte y el Sur, naciones ricas y pobres, colaboren en el cuidado de la "casa de todos". Esta vez, y con un mayor grado de conciencia y con la constatación evidente de que se hacen necesarios  cambios urgentes, la Humanidad pretende dar un nuevo impulso a la meta de restringir el calentamiento global no más allá de 1,5 ° celsius, aún cuando los pronósticos para fin de siglo son recalcitrantes, ya que  aseguran que no se bajará de los 3° celsius. Ciertamente, una montaña que crece con el tiempo y respecto de la cual hay que evitar, como nunca antes -en esta verdadera emergencia climática- que se sigan incrementando secuelas como las de huracanes, incendios forestales, derretimiento de los polos, inundaciones, aumento del nivel de los mares y la extinción masiva de especies, que empobrece la biodiversidad del planeta.

LA TRABA ACTUAL: EL DINERO 

La pugna en este minuto se encuentra radicada en el traspaso de 100 mil millones de dólares desde las naciones industrializadas y contaminantes hacia aquellos países pobres y subdesarrollados que contaminan menos, pero que deben padecer las consecuencias de la calidad de vida de aquellos otros. Quizás, la nueva administración Biden, en Estados Unidos, sea un signo alentador en este panorama, luego del período oscurantista de Donald Trump, pero que sirvió -justamente- para hacer conciencia acerca del fenómeno. Si pensamos, mundialmente, sólo a fines de 2018 y, consecuentemente después del Informe del IPCC, que aseguró una ventana de sólo 12 años para contener el cambio climático, antes de que éste se vuelva incontrolable o irreversible, la ciudadanía mundial y en Chile vino a caer en la cuenta de que lo que estaba pasando es producto de las emanaciones constantes de dióxido de carbono a la atmósfera y de la incesante labor industrial, extractiva e intensiva en la explotación de recursos naturales.

De aquí que, si bien el Acuerdo de París, puede ser considerado como un consenso mínimo, donde no es lo mejor, pero es lo que hay, si puede ser apreciado como exitoso, pues ha logrado colocar en la mesa común de los hogares la preocupación por el medio ambiente y la observancia de un estilo de vida saludable y armonioso con el mismo. Esta conciencia permite abrigar la esperanza de que los países tomarán ahora las decisiones adecuadas y comprometerán las metas nacionales de descarbonización y de no contaminación que permitan mitigar el fenómeno. Recordemos que antes de la eliminación de las bolsas plásticas, todo esto no era tema en Chile y aún no cumplimos dos años de esa determinación.

Queda mucho, cuando no prácticamente todo por hacer. En nuestro país quizás, asumir una constitución ecológica, redefinir el régimen de propiedad del agua,  eliminar las zonas de sacrificio, precaver los incendios forestales, resguardar los glaciares, proteger las costas de las marejadas, promover una economía circular y una actitud ciudadana de complementación y aprecio por la Naturaleza, tanto de su flora como de su fauna. Sólo así podremos revertir un panorama que ya se nos vuelve opresivo y angustiante. Para no referir ni conectar con los efectos de la pandemia, que no sabemos si se repetirán a futuro con el actual o nuevos virus, que broten de la profunda alteración humana de los ecosistemas.

De modo que, alegrémonos por este aniversario y lo hecho hasta ahora, ya que el esfuerzo puede verse exponencialmente proyectado si cada cual hace también su contribución deseada, empezando por separar la basura e incentivar el reciclaje y el compostaje. Ya no se trata sólo de la confluencia de autoridades como Macron, de Francia; Johnson, de Reino Unido, y Guterres de Naciones Unidas, como seguramente veremos en las fotos internacionales de estos festejos, sino que también de la acción personal, decidida y comprometida de cada uno de nosotros en su entorno del día a día.