La COP 26 espera un ejercicio de solidaridad internacional

La COP 26 espera un ejercicio de solidaridad internacional

22 Octubre 2021
Los países desarrollados debieran aportar a los países en desarrollo los recursos para que éstos se sumen a la lucha contra el cambio climático.
Fernando Rivas ... >
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Por Fernando Rivas Inostroza

Desde el próximo 31 octubre y hasta el 12 de noviembre tendrá lugar en Glasgow, Escocia, la mayor cita mundial para enfrentar el principal problema que aqueja al mundo y que determina parte importante de nuestra vida cotidiana: el cambio climático y sus efectos devastadores crecientes y cada vez más intensos, que están transformando la faz del planeta y poniendo a prueba la existencia de la vida humana y de las demás especies que lo habitan. 

La cita, que se supone congregará a más de 25 mil personas, provenientes de los 5 continentes, aparece entonces como un punto de inflexión en el desarrollo de la historia presente, por cuanto sus decisiones y en especial su espíritu, debieran hacer surgir las condiciones para tratar de contener este fenómeno de alcance mundial. 

Sin duda, el mundo y en particular Occidente tendrán sus ojos puestos en la ciudad escocesa, donde se desarrollará este magno encuentro, pues se supone que desde allí emanarán las directrices mundiales que Naciones Unidas se hará cargo de plasmar a nivel planetario para preservar la vida tal como la conocemos. 

Sin embargo, esta tarea, lejos de ser compartida y de concitar la unanimidad de los asistentes, producto de la gravedad del desastre que enfrentamos, congrega una disparidad de criterios, muchas veces contrapuestos o abiertamente contradictorios, ya que no todos enfrentan el fenómeno en las mismas condiciones, particularmente en cuanto al desarrollo de sus respectivos países y en especial de sus economías. 

De hecho, el punto de quiebre entre los delegados asistentes y negociadores de las casi 200 naciones asistentes, se sitúa en el traspaso hasta ahora resistido de las naciones desarrolladas de un total de 100 mil millones de dólares anuales, entre 2020 y 2025, para las naciones en subdesarrollo, con el fin de fortalecer sus capacidades para enfrentar el cambio climático.

Por el contrario, ha habido resistencia y falta de solidaridad, más allá de los estragos de la pandemia, por parte de los países más pudientes, quienes no han reconocido que gran parte de sus beneficios y de su situación actual se debe, precisamente, a la contaminación que han generado con motivo de sus actividades productivas. Ellas les han significado un mayor grado de enriquecimiento, pero a costa de los recursos y bienes naturales y humanos del resto. 

Quizá por lo mismo y por el grado de conciencia alcanzado, ha llegado el momento de hacer efectiva esa solidaridad, siendo justamente el minuto adecuado para que las naciones más poderosas echen la mano al bolsillo y depositen sobre la mesa de asiáticos, africanos y latinoamericanos los recursos que se hacen necesarios para mitigar y, sobre todo, adaptarse a las condiciones que impone la transformación drástica del clima que estamos viviendo.

No otro debiera ser el resultado, habida cuenta de la conciencia mundial que se ha desatado respecto de este flagelo, ya que hay cada vez más conciencia entre los ciudadanos, de que se deben tomar medidas inmediatas que signifiquen la reducción de las emisiones de dióxido de carbono y el cuidado del medio ambiente.

Como nunca antes nuestro entorno y el ambiente ecológico que nos rodea han estado tan presentes en la conciencia de los ciudadanos del mundo, motivados por la presencia creciente de efectos climáticos adversos, que se suceden alternadamente en los distintos sectores del globo.

Y al respecto, la conciencia también es que poco se ha hecho hasta el momento para contener el drama climático. Las naciones poderosas y aquellas que no lo son -en su conjunto- no han asumido las contribuciones deseadas y, por el contrario, la actitud ha sido más bien renuente. 

No obstante, ha llegado el momento y la hora de cambiar de actitud,  acometer acciones y de tomar una senda activa, para que el cambio climático pueda, efectivamente, ser contenido y con eso preservado el planeta con las condiciones que han permitido el desarrollo de nuestra civilización. 

Es el minuto, es el momento y son las circunstancias propicias, para hacerlo. De otro modo, el fracaso y las nubes oscuras de una tormenta que ya se cierne, se volverán no sólo previsibles, sino que  alcanzarán caracteres y cuantía insospechados. Glasgow, en esta oportunidad, no tendrá sólo la palabra, sino que por sobre todo también la responsabilidad de la acción.