El triunfo de Sharp y la conquista del Leviatán: El problema del Gobierno en la ley de la selva

El triunfo de Sharp y la conquista del Leviatán: El problema del Gobierno en la ley de la selva

11 Diciembre 2016

El primer gran desafío que enfrenta Valparaíso es recuperar la confianza entre Estado, Sociedad Civil y Privados. 

Sebastián Sepúl... >
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Por Sebastián Sepúlveda Manterola, Sociólogo, Universidad de Chile, Doctor (PhD) en Urbanismo, Universidad Nacional Autónoma de México.

 "A sharp eye for the White Whale; a sharp lance for Moby Dick!" Moby Dick, Herman Melville

En la primera parte de este artículo El triunfo de Sharp y el hundimiento del Titanic: los movimientos sociales que “nadie” vio venir se revisaron algunos antecedentes que permiten explicar y entender mejor el triunfo del candidato independiente y ciudadano Jorge Sharp a la alcaldía de Valparaíso después de más de 25 años de gobierno de la ciudad por parte de los dos grandes conglomerados políticos (Concertación – Nueva Mayoría y Alianza – Chile Vamos) que conforman el duopolio del sistema político chileno.

Después de revisar estos antecedentes, la pregunta fundamental es ¿Cuáles serían las áreas o proyectos estratégicos a desarrollar para esta administración? A continuación se proponen  algunas líneas de acción sustentadas en el análisis de Valparaíso y experiencias internacionales de recuperación de Centros Históricos que complementan las acertadas tareas municipales prioritarias que propone Ibán de Rementería en El ¡Sí se puede! en Valparaíso: Un gran triunfo y las 7 tareas inmediatas.

El primer gran desafío que enfrenta Valparaíso es recuperar la confianza entre Estado, Sociedad Civil y Privados. Se requiere generar un nuevo pacto social entre los actores económicos, los residentes y el municipio que brinde las bases para una buena gobernanza urbana entregando gobernabilidad y legitimidad para la autoridad, satisfacción y calidad de vida para los residentes y reglas claras y mayor certeza para la inversión de los agentes económicos.

Este importante desafío pasa por actualizar lo antes posible todos los instrumentos de planificación y gestión territorial de la municipalidad que están completamente obsoletos como el Plan de Desarrollo Comunal (PLADECO) y el Plan Regulador y generar el indispensable Plan Director de Gestión Patrimonial. Es indudable que estos instrumentos requieren un alto componente de participación ciudadana efectiva pero también es fundamental que incluyan la más alta experticia técnica. Sin esta mínima carta de navegación consensuada es impensable generar el desarrollo que la ciudad necesita.

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A nivel internacional, hay evidencia empírica importante de que la belleza del entorno físico, el capital social, el compromiso cívico local, la buena gobernanza urbana, la apertura y acogida hacia diversos tipos de personas influyen en el desempeño y crecimiento de la economía de las ciudades (Por ejemplo ver resultados del estudio: “Knight Soul of the Community 2010. Why People Love Where They Live and Why It Matters” en: http://bit.ly/2h3rqDi http://bit.ly/2g7rDIe) Otros estudios como “Older, Smaller, Better. Measuring how the character of buildings and blocks influences urban vitality” indican que los entornos históricos generan reales beneficios económicos y sociales en los barrios y centros urbanos.

Como señalábamos en la primera parte de esta columna los resultados de una encuesta inédita aplicada a 350 habitantes de Valparaíso en el marco de la tesis doctoral “Patrimonio cultural, ciudadanía y gobernanza en Centros Históricos” indican que Valparaíso posee altos niveles de capital social, arraigo, apropiación y compromiso cívico entre sus residentes, apertura y acogida hacia diversos tipos de habitantes, belleza física y patrimonio cultural pero la gran tarea pendiente es la generación de una buena gobernanza urbana promovida desde la institucionalidad y en particular por el gobierno local que permita incorporar estos aspectos en el desarrollo de la ciudad y su economía.

Otro aspecto crucial es fortalecer la cultura de la legalidad. Hoy en Valparaíso impera la ley de la selva o el “Far West” como dijo el ahora alcalde Jorge Sharp. Constructoras que no respetan las vistas desde los miradores y casas vecinas, calles que son baños públicos, centros comerciales en construcción que no cumplen la normativa estructural, centros comerciales aprobados que no cumplen con la Ley General de Urbanismo y Construcciones, extranjeros que vienen especialmente a Valparaíso a grafitear porque saben que no tendrán ninguna de las sanciones que tendrían en sus países de origen, arquitectos y empresas inescrupulosas que derriban casas patrimoniales para reconstruirlas como falso histórico Disney World sin ningún criterio de conservación (Casos “Hotel del Vino” y “Emporio Santa Isabel” son para un manual internacional de malas prácticas), la aberrante saturación de murales “artísticos” auspiciados por el estado, “misteriosos” incendios y demoliciones “accidentales” que se repiten en los mismos sectores sometidos a la especulación y el acoso inmobiliario, un comercio callejero invasivo que ni siquiera permite caminar, eventos como los “Mil Tambores” o “el discurso presidencial del 21 de mayo” que generan mínimos beneficios colectivos y enormes costos para la ciudad, etc.

La lista podría ser interminable y en ella confluyen el capitalismo más salvaje, los jóvenes “revolucionarios” más hiperventilados y la incompetencia y corrupción gubernamental más repulsiva. La mayoría de ellos ni siquiera viven en Valparaíso y menos les interesa su destino, mientras los residentes y el comercio local sobreviven a duras penas a las feroces consecuencias de este espantoso Leviatán porteño.

Finalista porteño al “World’s Fake Historic Building Prize"

Para nadie es un misterio que ese decadente estado permanente de “laissez faire” e impunidad ha sido un factor importante para que el gobierno central tenga una profunda desconfianza y resquemor en darle atribuciones, responsabilidades, bienes y recursos a Valparaíso. Desde la época de Hernán Pinto se sabe que Valparaíso es un pozo sin fondo y con el programa BID liderado por Aldo Cornejo quedó más que demostrado que en Valparaíso es perfectamente posible que 73 millones de dólares se hagan agua sin ninguna consecuencia. 

Para revertir esta situación la nueva administración debe implementar criterios muy exigentes de transparencia, probidad, monitoreo y rendición de cuentas en la lógica de buenas prácticas internacionales como el e-government, los observatorios ciudadanos, el gobierno abierto u open government. Esto pasa también por hacer más eficiente la gestión municipal. Valparaíso es de las comunas de Chile que tienen más funcionarios municipales por habitantes y, al mismo tiempo, las tasas más bajas de profesionalización de su planta. Fruto de décadas de clientelismo político es una de las situaciones más insostenibles que arrastra la administración porteña. Al respecto hay estudios serios hechos al alero del programa BID que descansan hace 10 años en algún cajón municipal y que proponían escenarios realistas para salir de esta crisis organizacional. Por supuesto, nunca fueron implementados.

El nuevo alcalde ha iniciado muy bien este proceso de recomposición municipal declarando públicamente estar en contra del “Far West porteño” y nombrando a un gabinete profesional, competente y, muy importante, alejado del cuoteo político y las malas prácticas. Si Sharp logra establecer una cultura de la legalidad y una institucionalidad municipal sólida y eficiente en Valparaíso que se constituyan como referentes a nivel nacional será mucho más difícil e impresentable que el gobierno central le niegue recursos. Asimismo este nuevo escenario  permitirá atraer inversión privada en condiciones mucho más sostenibles, adaptadas y ventajosas para la realidad porteña. Es un gran desafío pero para nada imposible, Bogotá y Medellín en Colombia lo han logrado partiendo de situaciones infinitamente más difíciles.

Otros dos desafíos importantes para Valparaíso vinculados con el anterior son recuperar su comercio local y las condiciones de habitabilidad. Se requiere fortalecer el comercio local frente al retail por un lado y al comercio callejero por otro que lo tienen estrangulado y en riesgo de desaparecer. El comercio local de Valparaíso es parte de la identidad cultural fundacional de la ciudad, genera redes sociales, sentido de pertenencia y seguridad y es el que proporcionalmente más tributa y genera empleo frente a los otros tipos de comercio. Además de generar bienestar en los habitantes, es un valioso atractivo turístico.

Es importante limitar el retail (por supuesto evitar la construcción del Mall Barón) y el comercio callejero en la zona patrimonial de Valparaíso (Sitio del Patrimonio Mundial y El Almendral) y potenciar el más importante eje comercial de la ciudad que es Avenida Pedro Montt y sus tres maravillosas plazas (Victoria, Parque Italia y O’Higgins). Un concurso internacional para la remodelación de esa vía que la convierta en un bulevar de clase mundial que privilegie al peatón y al comercio establecido, limite la locomoción colectiva al tránsito local (trolebuses) y conserve (no remodele) sus tres plazas mejorando su equipamiento y mobiliario urbano puede ser un proyecto emblemático que transforme la calidad de vida de toda la ciudad y que podría sumar esfuerzos y ejecutarse en conjunto con el mil veces prometido soterramiento del MERVAL entre Estación Barón y Estación Puerto. En una segunda etapa este proyecto de mejoramiento podría extenderse a otra de las calles más importantes del comercio tradicional porteño: la calle Victoria.

Para la realización de esta importante iniciativa, tal como en otros importantes proyectos internacionales como la Alameda en Ciudad de México, se podría crear un Fideicomiso o Corporación Público Privada específicamente creada para este fin que reuniera los fondos provenientes de los mismos locatarios y retail aledaños a la zona a remodelar que se verían beneficiados por el proyecto, del municipio, MERVAL, EPV más fondos regionales, nacionales e internacionales (bonos de carbono por ejemplo) y desarrollara el proyecto con criterios de máxima transparencia, eficiencia y competencia técnica bajo el alero de un directorio amplio que represente a los diferentes actores involucrados.

Asimismo, Valparaíso requiere recuperar las condiciones de habitabilidad de la ciudad que permitan atraer nuevos habitantes permanentes, especialmente familias jóvenes con hijos, que  revitalicen los barrios y la alicaída economía local. El dilema no es gentrificación – no gentrificación (como algunos intereses nos quieren hacer creer y que puede derivar a un discurso peligrosamente xenófobo y/o NIMBY) sino poblamiento – despoblamiento. En el Barrio Puerto y El Almendral no existe gentrificación, existe abandono, destrucción y despoblamiento.

La amenaza a la vida barrial de los tradicionalmente ABC1 cerros Alegre y Concepción no proviene del retorno de los residentes ABC1, después de su paulatino abandono durante el siglo XX, sino del descontrolado cambio de usos de suelo de residencial a comercial y servicios y de una orientación suicida al monocultivo del turismo. La destrucción de barrios tradicionales como Barón no proviene de los procesos de gentrificación sino de procesos especulativos que han generado construcciones bestiales, fuera de toda escala y planificación, enfocadas principalmente a segunda vivienda con mínimos aportes al entorno y muchos daños. Uno de los problemas centrales sigue siendo la captura y distribución de la renta urbana y de los bienes comunes.

Valparaíso necesita recuperar su centralidad en términos de vivienda y no sólo a nivel comunal sino del Gran Valparaíso. No es sensato que las posibilidades de acceso a una vivienda para las familias de clase media estén en Quillota, Limache o La Calera y tengan que viajar hasta 60 kilómetros todos los días a su trabajo en Valparaíso en un cada vez más saturado MERVAL, mientras a sólo 5 kilómetros de su trabajo, en el camino de La Pólvora, hay cientos de hectáreas donde podrían construirse viviendas para esas familias.

No es sensato que la mancha urbana del Gran Valparaíso se extienda más de 50 kilómetros hacia el interior presionando por nuevos equipamientos, servicios e infraestructura urbana y ocupando tierras agrícolas, mientras la población de la capital regional disminuye y envejece y hay superávit de equipamiento, a tal grado que deben cerrarse escuelas porque no hay demanda suficiente. El nuevo PREMVAL ofrece una enorme oportunidad en este sentido que puede ser bien aprovechada por la nueva administración municipal para recuperar la función residencial de la comuna construyendo vivienda de calidad para diversos grupos socioeconómicos hacia el camino de La Pólvora brindando servicios, infraestructura y equipamientos a la vulnerable parte alta de la ciudad (ahí sí podría estar muy bien el cuestionable y cuestionado Mall Barón).

Además, mediante mecanismos como la transferencia de potencialidad o la generación de un fideicomiso para el Centro Histórico, esa construcción de viviendas podría ayudar a enfrentar el otro gran desafío en la comuna que es la recuperación y densificación residencial de sus zonas centrales como El Almendral y el Barrio Puerto que están prácticamente en ruinas. El impulso a cooperativas de viviendas, los subsidios cruzados, el catastro y gestión de los sitios eriazos y la construcción de parques de bolsillo en algunos de ellos, el mejoramiento del equipamiento y servicios urbanos básicos como la recolección de basura son iniciativas relevantes al respecto.

En términos generales la política de la ciudad debe orientarse hacia los residentes no hacia el turismo. Una ciudad acogedora con el residente lo será con el visitante. Ejemplo claro son los cerros Alegre y Concepción donde los comerciantes ligados al turismo están, paradójicamente, menos dispuestos que los residentes a dar dinero para la preservación del patrimonio del sector que le da sustento a su actividad.

Los residentes, pese a ser los más perjudicados con los cambios acontecidos con la denominación patrimonial, están más dispuestos a dar dinero para la preservación patrimonial, están más comprometidos con el devenir del sector y, muy importante, son los que votan por las autoridades locales. De hecho votaron en mayor proporción por Sharp botando a Castro y cuatro décadas de duopolio político.

Algunos “destacables” resultados de 15 años de incansable gestión patrimonial en la zona UNESCO. 

Hemos dejado para el final dos temas cruciales. A estas alturas resulta inconcebible y cada vez más indefendible que la Municipalidad de Valparaíso no reciba un peso ni tenga ninguna injerencia en la renta, planificación y gestión del puerto pese a enfrentar todas sus externalidades negativas. Este gran tema probablemente tendrá creciente importancia más aún cuando se está discutiendo el T2.

Evidentemente si la ciudad sólo recibe problemas de su puerto estará menos dispuesta a su ampliación versus otros usos alternativos. No está demás señalar que hay proyectos alternativos al T2, como el del ahora concejal Daniel Morales, que son bastante mejores al presentado y que permiten conciliar de mejor manera el crecimiento portuario con el desarrollo de la ciudad.

El otro gran tema impresentable es la completa inoperancia, irresponsabilidad e ignominia del Estado chileno frente al compromiso que soberana y voluntariamente contrajo frente a la UNESCO al postular a Valparaíso como Sitio del Patrimonio Mundial. Esto en ningún caso excusa la patética gestión municipal del patrimonio cultural, que en 15 años ha destruido probablemente más patrimonio cultural que en los 100 años precedentes, pero debemos recordar que este compromiso NO lo asumió el municipio de Valparaíso sino el Estado de Chile frente a la comunidad internacional.

El Sitio del Patrimonio Mundial de Valparaíso, la única ciudad chilena habitada inscrita en la Lista de la UNESCO, con sólo 23 hectáreas (más 45 hectáreas de la zona de amortiguamiento), presenta un estado calamitoso, casi de posguerra, especialmente en su sector fundacional: el Barrio Puerto. No hay ningún plan de manejo, ni de inversiones, ni coordinación, ni proyecto de desarrollo. La inversión del Estado chileno ha sido completamente marginal e insuficiente, muy por debajo del contexto más austero latinoamericano.

Esta realidad no tiene ninguna relación con la extensión del sitio ni con la realidad económica de Chile que posee el ingreso per cápita más alto de América Latina. Para hacerse una idea México tiene 10 ciudades inscritas en la Lista del Patrimonio Mundial, la zona más pequeña inscrita corresponde a la ciudad de San Miguel Allende con 47 hectáreas más 47 de la zona de amortiguación y la zona más grande corresponde al Centro Histórico de Puebla con 690 hectáreas. El Centro Histórico de La Habana inscrito tiene 143 hectáreas, el de Quito 320 hectáreas, Cuzco 142 hectáreas y 285 de amortiguamiento.

Todas estas ciudades representantes de diversas realidades latinoamericanas tienen niveles, por lejos, mucho mejores de conservación, planificación y gestión que Valparaíso. Pero el problema no se reduce sólo a Valparaíso, es un problema nacional, prácticamente todos los lugares que ha postulado el Estado chileno tienen problemas de conservación, planificación y gestión resaltando las oficinas salitreras de Humberstone y Santa Laura declaradas “en peligro” por la propia UNESCO y las iglesias de Chiloé sin fondos gubernamentales para su restauración y con un Estado que ha llegado al absurdo de prohibir a las comunidades que restauren sus iglesias por su propia cuenta como lo habían hecho por cientos de años, haciendo evidentes las incompetencias de los organismos encargados (Consejo de Monumentos Nacionales) y la obsolescencia de la Ley de Monumentos Nacionales de 1970.

Por todas estas razones, la ciudad debe exigir de manera urgente que el Estado cumpla sus compromisos con la comunidad internacional y se haga cargo técnica y financieramente del Sitio del Patrimonio Mundial de Valparaíso. El tiempo apremia pues en estos momentos se está discutiendo la nueva institucionalidad cultural para Chile en donde el tema de los recursos, la planificación y gestión del patrimonio cultural nacional y, en particular, de Valparaíso como la única ciudad chilena reconocida por la UNESCO deberían ser protagonistas. Las modalidades de gestión pueden variar pero una Corporación público – privada con personalidad jurídica, recursos propios, alta competencia técnica, independencia de los tiempos políticos y un directorio donde participen el municipio, el gobierno central, EPV, representantes de organizaciones de la sociedad civil, de las universidades y de las cámaras que agrupan el comercio y la producción es una alternativa que ha sido implementada exitosamente en otros países.