Las nuevas fronteras de la democracia

14 Enero 2021

Hay cosas en juego que a mi parecer son mucho más interesantes que la figura de Trump, el cual después de todo es uno más en la numerosa lista de gobernantes megalómanos. Estamos frente a una jugada en el tablero de la democracia y hay posición de jaque.

Jenny Arriaza >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Es al menos bizarro leer o escuchar la inmensidad de comentarios respecto de lo sucedido en el Capitolio hace unos días atrás y la posterior expulsión de Trump de las redes sociales. Algunos comparan a Lincoln, primer presidente republicano, con Trump (el último), otros comentaron sobre las consecuencias nefastas que representará para Trump el haber incitado a la insurrección (pasará el resto de sus días en tribunales decían), en fin, cada persona logró ver una arista distinta, espero que teniendo siempre en consideración que el 47% de los electores volvieron a darle el voto de confianza y que no hay mejor alimento para los extremistas que el silencio forzado.

Luego de lo acontecido en el Capitolio, las plataformas de las redes sociales deciden suspender las cuentas de Trump, algunos se alegraron, otros pocos se preocuparon. La libertad de expresión tendría un límite. Si bien todos estos comentarios son bastante pertinentes, la expulsión de Trump de las redes y su poca sanción social reflejan el gusto por la alegría fácil que provoca la toma de decisiones instantáneas, aun cuando estas sean negativas o no representen avance alguno.

Más allá de lo señalado anteriormente, hay cosas en juego que a mi parecer son mucho más interesantes que la figura de Trump, el cual después de todo es uno más en la numerosa lista de gobernantes megalómanos. Estamos frente a una jugada en el tablero de la democracia y hay posición de jaque. En efecto, nos encontramos en un punto de inflexión democrático, no por lo que representa la incitación a la insurrección, esto ha sucedido varias veces en la historia política de la humanidad. Si no por los actores que inciden en ella.

Recordemos que los dueños de Facebook y Twitter deciden cerrar las cuentas de las redes sociales de Trump arguyendo de alguna forma al concepto del enemigo interior. Trump, al hacer un llamado a la insurrección, se transforma en un riesgo para la seguridad nacional, por ende, si le mantienen sus cuentas podrían ser acusados de complicidad, todo esto ad portas del segundo impeachment a Trump. La quinta personalidad en el mundo en tener mayor número de seguidores se vuelve un problema.

Si extrapolamos esta lógica de cerrar cuentas por riesgo a la seguridad nacional, ¿Qué o quién impedirá a las plataformas de las redes sociales – las que fueron de vital importancia durante las revueltas sociales a nivel mundial en el 2020- censurar y expulsar de las redes a quienes llaman a la protesta? Estamos frente a un cambio de paradigma respecto del rol que cumplirían las mismas, es decir, de ser simples plataformas de contenidos, pasan a ser editores de contenidos. ¿No es eso entregarles mucho poder? ¿Qué hubiese pasado en Minneapolis luego de la muerte de George Floyd?

Si hacemos memoria, podríamos ver esta historia como una pieza de Shakeaspeare (Hamlet para ser más precisa):

Primer acto, Cambridge Analytics recibe información privada de los 87 millones de usuarios de Facebook, a su vez Donald Trump contrata a Cambridge Analytics para su campaña, la cual robusteció sus redes y le ayudó a ganar tranquilamente su primer mandato.

Segundo acto, bajo el actual gobierno de Trump condenan a Facebook a pagar la suma de 5 mil millones de dólares por violar la privacidad de sus usuarios al entregarle la información a Cambridge Analytics, y en forma paralela ocurre que Facebook es llevado a tribunales por la ley antimonopolios por la compra de Instagram y Whatsapp. Al mismo tiempo, Google está en juicio por abuso de posición dominante y favorecer a algunas empresas sobre otras en su motor de búsqueda. Definitivamente Trump no es un buen aliado.

Último acto, Trump utiliza las redes sociales para incitar a sus adherentes a defender su ilegítima continuidad al poder, la situación se escapa de las manos, las redes se apoyan sobre el botón exit en las cuentas de Trump y ahora también sobre la plataforma de conexión entre sus seguidores, Parler. Como Hamlet sin querer queriendo matan a su padre.

No quisiera pensar que todo esto no es más que una escalada de venganzas, tampoco me interesa exonerar de sus responsabilidades a alguien como Trump, por favor no lean esto en esa línea discursiva.

Lo que intento decir es ampliemos la mirada, estamos frente a un momento histórico. El momento, en que multimillonarios jóvenes suplantan a multimillonarios viejos. Los dueños de las redes sociales -en el fondo los propietarios de las nuevas tecnologías- maduraron y se transformaron en la nueva oligarquía, la que está tomando el poder, la que se politizó. ¿Serán ellos quienes le podrán un freno a los Trump o al Politburo Chino? ¿O simplemente debemos entender esto como una declaración de intenciones del rol que jugarán dentro de las democracias (entiéndase una nueva suerte de censores)?

Sea como sea, son días complejos porque el poder de esta nueva oligarquía, es invisible, está oculto en la red, todos la alimentamos de alguna forma, nos encontramos nuevamente en la dinámica de la servidumbre voluntaria.

El cierre de esta pieza teatral, es que su escenario se alejará de la tierra, Elon Musk lo sabe, y al cruzar esas fronteras el poder absoluto será de quienes dominen esas tecnologías. Lo bueno es que el dinero probablemente cambie de valor, lo malo es que el ser humano también.