Nueva Constitución: Dignidad en la vida y en la muerte

Nueva Constitución: Dignidad en la vida y en la muerte

18 Junio 2020

Por eso es importante el plebiscito de entrada, porque ese plebiscito es para muchos esperanza de sentir algo más que impotencia, es el camino para que los muertos de hoy, los de ayer, los de siempre, tengan una oportunidad de hablar a los vivos.

Eduardo Muñoz >
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Por Eduardo Muñoz

El mismo día que por la mañana leo que casi una centena de académicos firmara una carta abogando por el plebiscito seguro, leo una nota firmada por Alejandra Matus en la que entrevista a varios médicos que atienden en unidades de urgencia y UCIs, en hospitales públicos y clínicas privadas.

La nota de Matus se titula “El colapso ya está aquí” y expone testimonios desgarradores de profesionales de la salud que hablan de la más brutal de las desigualdades, aquella que acompañada por la muerte mira de frente el rostro de la vida para – con expresión inmutable – decirle que debe abandonar a ese padre, madre, hijo o hija pues no hay ventilador, o cama crítica para ese ser humano. Quizás, en un tono menos figurativo, la escena duele más: 

“La situación sería muy distinta si a una familia del sector oriente, en una Clínica privada, se les informara telefónicamente que su padre de 60 años será trasladado a la unidad de ‘Fin de vida’, dado que la situación actual hace imposible conectarlo a un ventilador mecánico. Esta situación sería noticia y portada de diarios, mientras que hoy es la realidad actual en los sectores pobres de este país y pareciera nadie hacerse cargo de esto.”

El resto del reporte periodístico deja un amargor teñido de impotencia primero, para dar paso luego a la rabia o la resignación. Eso dependerá del lector. Se puede leer también, que mientras hospitales públicos están saturados y profesionales de la salud luchan para darle una oportunidad a la vida, unos kilómetros más allá, hay camas disponibles que se declaran ocupadas, reservándolas para el “cliente” que debe acceder a ellas. 

En medio de esas emociones, es fácil caer en la tentación de menospreciar la carta que pide plebiscito seguro y caer rápidamente en el debate de lo “inoportuno” de ese debate o, como otros y otras, ponerse a criticar cosas absurdas como que el voto electrónico sí o no, cuando el meollo de la carta es exigir que se tomen las medidas para realizar el plebiscito de entrada al proceso constituyente. Sí, aunque usted no lo crea, el debate está centrado -por algunos- en el titular de la prensa y no en la carta misma, que lo que exige es que se tomen medidas desde ya para garantizar ese plebiscito de entrada. ¿Por qué podrá ser importante pensar en realizar ese acto de civilidad y soberanía en medio de tanto dolor, de tanto caminar por delante de la muerte?

Creo que los médicos anónimos que hablaron – valientemente – en esa entrevista nos pueden sacar de la furia y la impotencia y darnos esperanza de que ese proceso es importante, después de todo, sentir impotencia significa sentirse sin poder. Unas líneas más abajo, otra de las fuentes de Alejandra Matus dice: “Deben de una vez por todas asegurar el mismo ingreso a la salud a toda la población. No puede ser que en los sectores pobres gente este muriendo por falta de recursos, mientras que aún existen camas, ventiladores y personal disponibles en el sector privado”. Eso es lo que está pasando. No es figurativo, no es literario, no es – dolorosamente – ficción.

Este es el rostro pálido e inmutable que arranca la vida del lado de los pobres y se llama desigualdad. Podemos reconocerlo en el modelo, podemos llamarlo jaguar, crecimiento, neoliberalismo, pueden llamarlo como quieran, pero materialmente hoy es sinónimo de muerte en un pasillo, de “fin de vida”, de indignidad. Es la negación arbitraria – incluso - de la oportunidad de que la vida siga allí. Ese “colapso que ya está aquí” sobrepasa a la salud para acercarse a la vida social misma. 

Por eso es importante el plebiscito de entrada, porque ese plebiscito es para muchos esperanza de sentir algo más que impotencia, es el camino para que los muertos de hoy, los de ayer, los de siempre, tengan una oportunidad de hablar a los vivos y convencerlos de que una amplia mayoría en ese plebiscito es un mandato de legitimidad – obligatorio e irrenunciable- que nos puede abrir la puerta para que la salud pública sea digna para todos y todas, hasta para quienes van a morir, pues todos moriremos, la diferencia es cómo, por qué y, algunas veces… para qué.  Comparto la pregunta que se hacía Dylan: "Cuántas muertes más serán necesarias para darnos cuenta de que ya han sido demasiadas".

Foto: Huawei / Agencia Uno