Populismo, ovaciones y falta de altura: ¿quiénes se están tomando realmente en serio la crisis?

12 Marzo 2020

Las ollas comunes de antaño ahora son un panorama publicitado con flyers en redes sociales y, al menos, en varios barrios de Valparaíso, las conclusiones de muchos encuentros vecinales no logran superar la muletilla de proponer huertos urbanos como solución a todo tipo de problema porteño.

Boris Kúleba >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Tras cinco meses de producido el Estallido Social, que promete cambiar a nuestro país, se esperaría que nuevas figuras hayan surgido por parte de la sociedad civil para representar las demandas o a los demandantes, sobre todo en una sociedad tan proclive a los caudillismos. Sin embargo, no ha sido así, y al parecer no nos estamos tomando tan en serio la crisis. En vez de personas que puedan competir con “los mismos de siempre”, han surgido personajes como el Negro Matapacos, la Tía Pikachu, Pareman, y falta poco para que alguna multitienda promueva su avance de temporada con alguna nueva línea de moda inspirada en la estética Primera Línea. Mientras los que se supone que queremos los cambios aquí y ahora solo hemos sido capaces de levantar la figura de seres divinizados entre la ficción y la chacota, las encuestas de figuras presidenciables las lideran Joaquín Lavín, José Antonio Kast y Franco Parisi. Tras cinco meses de tiempo para la reflexión, ¿quiénes se están tomando realmente en serio la crisis?

Por otro lado, las ollas comunes de antaño ahora son un panorama publicitado con flyers en redes sociales y, al menos, en varios barrios de Valparaíso, las conclusiones de muchos encuentros vecinales no logran superar la muletilla de proponer huertos urbanos como solución a todo tipo de problema porteño. Muchos debates, asambleas y cabildos se han realizado a partir del estallido del 18 de octubre. Onces comunitarias, muestras de cine y los más variados encuentros temáticos se han instaurado como rutinas recurrentes, tratando de encausar los reclamos y las exigencias ahora enfocadas en un cambio de Constitución. Pero, ¿hay voluntades reales de asumir el desafío de construir un nuevo Chile desde la comunidad, o esta nueva rutina que tanto parece acomodarnos es el nuevo Chile? ¿Es la construcción de un sistema distinto y mejor al que tenemos el verdadero objetivo, o solo deseamos expresarnos, manifestarnos y reunirnos a desahogarnos en torno a los temas de nuestros más variados intereses un par de tardes a la semana?

El problema es de ancho y de altura. Creemos que damos el ancho para la discusión, pero la altura ya está definida por el estallido. Hasta ahora, exceptuando a los estudiantes que iniciaron todo, nadie ha dado el ancho colectivamente, y se ha impedido la posibilidad de que alguien siquiera esté a la altura necesaria para enfrentar lo que se requiere, porque estar a la altura significa tomar medidas que no son populares. La opinión pública muchas veces se confunde con la galería, las demandas con consignas y el debate con populismo. Basta ver, por ejemplo, que el “éxito” de los humoristas en el Festival de Viña del Mar se midió en base a las ovaciones que recibían cada vez que repetían lo que la “opinión pública” quería oír, lo que no tiene nada de raro pues es la dinámica en cada versión. Pero en un contexto de estallido social el mismo populismo del humor festivalero se replica hasta en los ámbitos que deberían darse a cierta altura mínima.

¿Qué político se ha comportado a la altura? Muchos dirán “Oh, el diputado RN Mario Desbordes, ex carabinero, quien ha hecho declaraciones que demuestran que ha estado a la altura”. Pero en la práctica solo reproduce lo que la galería quiere oír y uno olvida de un plumazo su extenso prontuario conservador. Hay muchas ovaciones del Monstruo y lavados de manos en una crisis que exige precisamente ensuciarse las manos.

Estar a la altura significa también ejecutar acciones necesarias, pero que pueden ser impopulares; y considero que si alguien ha realizado acciones que serán valoradas en un futuro (cuando maduremos) ha sido el diputado del Frente Amplio Gabriel Boric: fue el único de su sector que firmó el acuerdo para garantizar el plebiscito y el proceso que nos podría llevar a una nueva Constitución, lejos de las consignas populistas de las primeras marchas estudiantiles que le dieron su reputación. Esto le costó el ostracismo de su partido y una viralizada funa por parte de una violenta patota anónima, que portaba latas de cervezas. Hoy sus mismos correligionarios que reprocharon su impopular participación están en campaña para que la opción Apruebo del plebiscito de abril sea la ganadora, porque ahora votar #Apruebo es popular y tiene hashtag.

Así que mientras la Derecha política más conservadora sí está a la altura (la pequeñez de su altura, eso sí), no podemos seguir en el eterno debate (o la eterna chacota) sobre si “Asamblea Constituyente” es lo mismo que “Convención Constitucional” o que queremos que la solución salga de la sociedad en su inmaculado, inorgánico e idealizado conjunto y no de los “políticos entre cuatro paredes”, mientras matamos la tarde en una eterna once vecinal ¡Es necesario ponerse de una vez a la altura! Dar el ancho, aunque no recibamos la ovación del exigente público de la Quinta Vergara. Y reitero la pregunta, sabiendo la apocalíptica respuesta y la seria posibilidad de que la nueva Constitución sea firmada por un Presidente de Derecha: ¿quiénes se están tomando realmente en serio la crisis?

 

Foto: Huawei / Agencia Uno