Valparaíso: Desafíos y complicaciones de su panorama electoral

Valparaíso: Desafíos y complicaciones de su panorama electoral

15 Marzo 2021
Lo que está en juego no es la trayectoria de cada candidato ni los apoyos sumados en los vericuetos de la intrincada política porteña, sino algo mucho más importante: el futuro de la ciudad-puerto llamada Valparaíso.
Patricio Rozas >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Las postergadas elecciones municipales (debieron realizarse en octubre del 2020) entraron el 11 de marzo a su recta final, restando menos de un mes para su realización en medio de la crisis sanitaria y económica que golpea al país con inusitada fuerza.

En Valparaíso, la ciudad que agoniza, la elección municipal adquirió una especial relevancia al someter al veredicto ciudadano la gestión de Jorge Sharp, quien militó en el Frente Amplio hasta noviembre de 2019 y que representó la ilusión de una opción distinta a las fuerzas políticas tradicionales, gastadas en su credibilidad y representatividad. 

No obstante los incendios, la crisis económica y la pandemia del COVID 19, lo que está bajo el escrutinio popular y ciudadano es la capacidad de gobernar en una situación de crisis prolongada, desafío que quedó demasiado grande al bisoño alcalde que pronto se vio salpicado por las malas prácticas que siempre adjudicó como inherentes a sus adversarios (el “duopolio”), impidiendo que el Frente Amplio pudiera alinearse tras la candidatura de su, hasta entonces, estrella en el firmamento municipal.

El sillón alcaldicio de Valparaíso es disputado por seis candidatos. Las opciones incluyen, por cierto, al alcalde Jorge Sharp, que postula a su reelección para ejercer un segundo período, y a cinco candidatos, desafiantes, que despliegan naves para su revocación. Entre estos destacan los ex concejales Carlos Bannen (UDI), Marcelo Barraza (PDC) y Claudio Reyes (MVC, ex Pacto Urbano La Matriz), ampliamente conocidos por el electorado debido a su participación en el Concejo Municipal y sus roces permanentes con el alcalde, especialmente el último año. Además participan dos candidatos “outsiders”, de menor conocimiento en el electorado, y vinculados a grupos de izquierda radical que no tienen representación en el Concejo Municipal: Marcela Cortés (funcionaria municipal vinculada al colectivo 2020) y Luis Schawaiger (militante del MIR apoyado por Unión Patriótica).

En definitiva, Jorge Sharp está siendo desafiado por actores que expresan todo el arco político comunal y sin el apoyo de la mayoría de quienes impulsaron su candidatura el 2016. Cabe preguntarse, sin embargo, si en nuestra comuna existen seis visiones distintas sobre los problemas más relevantes que afectan a los vecinos y vecinas, y sobre las formas que tales problemas pueden ser abordados. De no ser así, habría candidaturas superpuestas y sobrantes, coincidentes en el diagnóstico y, probablemente, en sus propuestas más destacadas.

La irrupción de cinco candidaturas opositoras al alcalde Sharp, junto con expresar un rechazo transversal a su gestión, da cuenta de un indeseado fraccionamiento y posible dispersión de los votantes que piensan que Jorge Sharp no merece una segunda oportunidad a cargo de Valparaíso, como lo acaba de expresar el pintor Gonzalo Ilabaca,  uno de los fundadores del Pacto Urbano La Matriz. 

La incapacidad demostrada hasta ahora por unir fuerzas en torno a una propuesta programática y a un candidato suficientemente convocante favorece, objetivamente, la posibilidad de la reelección de Sharp o el retorno de la UDI al edificio consistorial de la calle Condell, alternativas que no son auspiciosas para la recuperación de Valparaíso de acuerdo con los resultados obtenidos por las últimas administraciones. Pero mientras más alto sea el fraccionamiento y la dispersión, mayores son las posibilidades de triunfo de una minoría ordenada y organizada.

LAS VENTAJAS DEL INCUMBENTE

La condición de incumbente —que corresponde al actor político que administra el espacio del poder, en este caso el municipio, y que está instalado en el mismo— favorece la reelección de Sharp, pues enfrenta a sus adversarios desde una posición de mayor conocimiento por parte de los votantes, muy por encima de los desafiantes, y dispone además de recursos inasequibles para sus adversarios, como es la contratación de adherentes (operadores) y el poder desarrollar una agenda comunicacional y clientelar que sostenga su posicionamiento en el día a día. En  definitiva, la condición de incumbente provee al alcalde en ejercicio los recursos del Estado a nivel local al servicio de su reelección. La obligación legal de dejar el cargo un mes antes de las elecciones es un chiste que se cuenta solo. El alcalde está en campaña por su reelección hace muchísimos meses, al punto que gran parte de sus intervenciones públicas son más propias de un candidato y no de un alcalde en el ejercicio de sus funciones.

Pero, en el caso de los próximos comicios a realizarse en Valparaíso, lo que más favorece la opción de Sharp es el alto fraccionamiento de la oposición a su gestión y la dispersión de votos que posiblemente derive de tal fraccionamiento. Ello podría hacer posible que Sharp gane la elección aunque reduzca sustancialmente su caudal de votos que obtuvo el 2016, a pesar del rechazo que hoy concita y la pérdida considerable de votantes que ello implica. 

Al no contemplar el marco legal regulador del proceso electoral municipal la obligatoriedad de una segunda vuelta (balotaje), a Sharp le basta ser el primero de sus pares y que sus adversarios dispersen adecuadamente la votación que conlleva un rechazo implícito a la gestión del incumbente, para obtener su reelección. ¿Responsabilidad de Sharp? En absoluto. La responsabilidad corre por cuenta de los candidatos y fuerzas políticas opositoras que sobrevaloran su poder de representación y convocatoria, y que se han negado hasta ahora a agruparse tras una candidatura única sustentada en un programa común.

LA CRECIENTE DEBILIDAD POLÍTICA DE SHARP

El delicado escenario electoral de Valparaíso requiere algunas reflexiones más allá de lo evidente.

Una primera observación está dada por la evolución de la posición electoral de Jorge Sharp. En apenas 4 años pasó de una posición que convocaba en 2016 al conjunto de la izquierda porteña a una posición autorreferente basada en una agrupación hecha a su medida y constituida mayormente por los adherentes contratados en el municipio porteño. 

Hoy, Sharp está lejos de concitar la adhesión de 2016 y más bien enfrenta una oposición transversal que va desde la derecha hasta el MIR, lo que deja en evidencia su orfandad y aislamiento en el escenario político local. La emergencia de dos candidaturas desde los grupos de izquierda más radical y el silencio del Frente Amplio ante su opción dicen, por sí solos, que Sharp no cuenta siquiera con el apoyo del espacio político del cual proviene. En estricto rigor, Sharp solo cuenta con el respaldo del PC y del partido Comunes, integrante del Frente Amplio, y por cierto, de la agrupación Territorios en Red, que creó para dar algo de sustento a su candidatura. 

De esto se deduce que Sharp estaría muy lejos de obtener la votación que logró el 2016 (54% de los votos válidamente emitidos), no obstante la ventaja de su condición de incumbente y las dificultades de los candidatos opositores para desplegar sus respectivas campañas, más aún luego de la decisión presidencial de volver a confinar indefinidamente a las porteñas y porteños en la recta final del proceso electoral a raíz del deterioro de la condición sanitaria de Valparaíso.

Sin embargo, este aislamiento y orfandad de Sharp, además de la casi segura disminución de su caudal de votos, no implica necesariamente que algunos de sus oponentes puedan obtener una mayor votación y poner fin al sharpismo instalado en la municipalidad porteña. En ese sentido, quienes ponen sus ojos solo en el debilitamiento creciente de Sharp y su progresivo aislamiento para validar su propia opción sin considerar el fraccionamiento y dispersión de la votación opositora, están cometiendo un error grave que probablemente pavimente su derrota.

EL FRACCIONAMIENTO OPOSITOR

Un segundo aspecto a observar es el hecho que la dispersión y fraccionamiento de la votación opositora afectan principalmente a las fuerzas del mundo progresista, divididas en Valparaíso en las candidaturas de los concejales Marcelo Barraza y Claudio Reyes, no así a los partidos de Chile Vamos, que se ordenaron debidamente tras la candidatura de Carlos Bannen (UDI). Pareciera ser que la derecha está leyendo de mejor manera el estallido social producido el 18 de octubre que la centro izquierda.

Recuérdese que Carlos Bannen se instaló como candidato a la alcaldía mediante primarias legales luego de ganar por un muy pequeño margen a María de los Ángeles de la Paz (Evópoli) y por algo más a Leonardo Contreras (RN). A renglón seguido, Banner pudo ordenar al oficialismo, a la vez que evitar que el Partido Republicano levantara un candidato por fuera de Chile Vamos. En cambio, el mundo progresista no fue capaz de unirse tras una plataforma programática de no difícil confección y una candidatura única, dispersando su votación.

De esta manera, el fraccionamiento y dispersión de los votos opositores no solo es funcional a la candidatura de Jorge Sharp, sino también a la de Carlos Bannen. Ambos pueden obtener impensados beneficios de la porfía de los candidatos de la centroizquierda, que mantienen en alto sus candidaturas, no obstante que varios de los sondeos los muestran disputándose el tercer lugar de las preferencias, detrás de Sharp y Bannen.  

Por otra parte, las candidaturas que irrumpieron recientemente (y de manera casi impensada) como consecuencia de la crisis del Frente Amplio, debido al escaso conocimiento de estas candidaturas por parte del electorado y las condiciones específicas en las que se desarrollará el último mes del proceso electoral, no debieran afectar significativamente a la candidatura de Sharp. Sin embargo, si la lucha electoral se da de manera estrecha y reñida entre los candidatos mejor posicionados, entonces la merma de votos que provoquen Marcela Cortés y Luis Schawaiger sí puede tener una incidencia importante en tanto le resten los puntos porcentuales que Sharp necesita para superar a sus adversarios en una llegada fotográfica a la meta.

UN NECESARIO REORDENAMIENTO DE FUERZAS

Valparaíso agoniza en medio de una crisis profunda atizada por un gobierno central inepto, un gobierno regional de muy bajo nivel y una administración comunal que hace rato perdió el rumbo.

La agudización de la crisis sanitaria provocada por las medidas gubernamentales, que dio lugar a una nueva cuarentena, tendrá efectos económicos insoslayables sobre las y los porteños, ya bastante diezmados en sus posibilidades como consecuencia de la pérdida de fuentes laborales e ingresos que viene produciéndose desde octubre del 2019.

En este contexto, Valparaíso no resiste una segunda administración encabezada por el alcalde Sharp y su nula capacidad de gestión, lo que ha significado la carencia de proyectos relevantes de inversión pública y privada, además de un profundo quiebre en la relación entre los principales actores de la ciudad cuyo concurso es necesario para implementar las políticas de desarrollo que la ciudad requiere con urgencia. 

Tampoco es opción la candidatura de la coalición oficialista, cuyos gobiernos locales y regionales enfrentan recurrentemente los tribunales de justicia por delitos de defraudación fiscal y similares. Aunque obviamente no lo menciona, Carlos Bannen representa las fuerzas políticas del Rechazo y del sostén político del peor gobierno que ha tenido el país desde su retorno a la democracia. 

En consecuencia, Carlos Bannen representa el trato despótico que el gobierno central ha dado a Valparaíso durante la administración de Sebastián Piñera, durante la cual los problemas estructurales de Valparaíso se han agravado con creces. Representa asimismo el retorno a las políticas públicas asistencialistas y clientelares que renuncian a la implementación de una estrategia de desarrollo de Valparaíso que haga posible una mejor calidad de vida para todas y todos los porteños. Representa, en definitiva, la visión feudal y patriarcal de la derecha que considera a Valparaíso un espacio de poder que maneja a su antojo y sin rendirle cuentas a nadie (“¿yo te invité a vivir acá?”).   

Para revertir esta condición de agonía, es necesario concordar un conjunto de medidas de corto, mediano y largo plazo que sostengan un plan de reactivación económica, de fortalecimiento de la salud pública y de seguridad ciudadana, entendidos como los problemas más acuciantes que la gestión municipal debe enfrentar. Pero demanda, sobre todo, un acuerdo político entre los actores más relevantes —un Pacto por la Reconstrucción y Desarrollo de Valparaíso— que haga posible unir fuerzas y dé racionalidad a la gestión pública local, algo que se extravió hace rato en Valparaíso.

Para ello es necesario que los protagonistas de la carrera electoral estén dispuestos a pensar más en Valparaíso que en su carrera política personal y den muestra de un espíritu de grandeza, tan ausente en la política local de las últimas décadas. 

Con seguridad, Marcelo Barraza argumentará a su favor que ha recorrido un largo camino para situarse en la posición alcanzada. De hecho, no solo debió bregar arduamente al interior de la DC para obtener la precandidatura a comienzos del 2020 y resistir los embates postreros de Aldo Cornejo, sino también ganar las primarias de la Unidad Constituyente en diciembre último, lo que le permite reclamar legitimidad frente a Claudio Reyes, quien optó por no participar en dichas primarias e ir directamente a la papeleta en abril. Este, a su vez, sostendrá que su condición de independiente le permite una mayor convocatoria de los votantes de la izquierda tradicional, una parte de los cuales, enfrentados a la disyuntiva Sharp-Barraza, podría optar por Sharp, debido al recurrente zigzag de algunos de los parlamentarios DC en su relación con el poder Ejecutivo.

Pero seamos claros. Lo que está en juego no es la trayectoria de cada candidato ni los apoyos sumados en los vericuetos de la intrincada política porteña, sino algo mucho más importante: el futuro de la ciudad-puerto llamada Valparaíso.