… y todo el mundo les llama señores.

18 Abril 2013

Uno de los acusadores del ministro Beyer es el ex alcalde de Viña del Mar, actual diputado, Rodrigo González, quien fue destituido en su oportunidad del cargo por el mismo motivo que ahora él acusa a Beyer.

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Por Sebastián Ibañez

Hace un par de días fuimos testigos de una movilización social a lo largo de todo país. La demanda puesta sobre la mesa fue “una educación pública, gratuita y de calidad”, la que sin duda deberá ser recibida y abordada por cualquiera de los candidatos que lleguen al Palacio de La Moneda.

Más allá de los incidentes aislados, por cierto reprochable todos ellos, buena parte de la ciudadanía quiere ser partícipe de los futuros cambios políticos y económicos que se ven en el horizonte. Sin embargo, también es cierto que mucha gente no se siente motivada en participar y tiene la sensación que toda persona que detente algún cargo político es un corrupto y mentiroso y en buena medida, tienen razón en ese juicio. Para ilustrar dicha situación utilizaré  el siguiente ejemplo:

Si una persona común y corriente es sorprendida hurtando productos de un supermercado o roba un cajero automático, es reducida en forma violenta por Carabineros y es trasladada a una celda putrefacta de una comisaría a punta de insultos y de una fuerza en muchos casos desmedida; y si el delito es de sangre, como un homicidio, el delincuente es condenado y pasará sus días en una prisión común y corriente, viviendo en condiciones bastante precarias y detentando el rótulo de ladrón o asesino. Sin embargo, si un parlamentario o cualquier autoridad cometen fraude al Fisco o malversación de fondos públicos, es condenado y dada la baja penalidad del delito, su condena se ve reducida y en contadísimas ocasiones no va preso como cualquier delincuente. La razón, bien simple: los poderosos en Chile no van a la cárcel.

Para muestra de un botón, hace una semana la Coalición por el Cambio votó en bloque a favor de la designación como Vicepresidente de la Cámara de Diputados al señor Pedro Velásquez, el honorable ex alcalde de Coquimbo fue condenado por malversación de fondos públicos por un monto aproximado de $ 286.000.000 y al tener la obligación de devolver el dinero, se le inhabilitó para postularse a la alcaldía. Sin embargo, nada impidió para que postulase al congreso, ser electo por la ciudadanía, ocupar un alto cargo en la Cámara y ser tratado como un honorable.

Una segunda situación ocurrió con el suspendido ministro Harald Beyer, quién no cumplió con el deber de fiscalizar la existencia o no del lucro en universidades privadas, cuestión que efectivamente omitió; y es por ese motivo que fue acusado constitucionalmente por notable abandono de deberes y suspendido de ejercer sus funciones. Ahora bien, sin querer indagar en ese asunto, uno de sus acusadores es el ex alcalde de Viña del Mar Rodrigo González, quien fue destituido en su oportunidad del cargo por el mismo motivo que ahora él acusa a Beyer. Sin embargo, al ser un país de corta memoria, el ex alcalde ha sido electo diputado con importantes mayorías en las últimas elecciones.

Un viejo dicho dice que “los pueblos tienen las autoridades que se merecen” y en buena medida, nos merecemos tener a estos señores como autoridades, puesto que han llegado a donde están en base a pitutos, haciendo prebendas en sus campañas y utilizando suculentas donaciones de gente con mucho dinero.  

Así, el mechero o lanza es catalogado como el peor miembro de la sociedad e incluso sigue siendo tratado de la misma manera una vez cumplida su condena. Mientras que los delincuentes de cuello blanco cometen fraude al fisco, aumentan sus sueldos y asignaciones, usan bonos de la más variada especie, ponen a sus amigos en puestos claves, son recibidos con alfombra roja y les tocan el himno nacional. Pero lo más importante es que todo el mundo les llama señores…