Verónica Jara Troncoso

Docente Adjunta de la Facultad de Ingeniería

Universidad Andrés Bello

El término “estrés” proviene de latín “stringere” que significa “apretar” o “estrujar”, que dio origen al inglés “stress”, relacionado a fatiga de material y a la respuesta fisiológica de nuestro organismo frente a situaciones que percibimos como amenazantes o de una demanda incrementada. El impacto del estrés en nuestra salud puede ser significativo tanto física como emocionalmente; a largo plazo, los efectos del estrés se acumulan en nuestro cerebro y nuestro cuerpo debilitando el sistema inmunológico.

Varios de nosotros seguimos trabajando desde casa a raíz de la pandemia, lo cual trajo consigo un sinnúmero de cambios, incluyendo la sobrecarga tecnológica y de conectividad. Si bien el teletrabajo ha salvado millones de empleos en todo el mundo, también  vino a exacerbar el problema del estrés, y particularmente el “tecnoestrés”: aquél que se experimenta como resultado del uso de las tecnologías de la información y la comunicación.

Existe evidencia de que incluso aquellas personas que poseen habilidades tecnológicas, o estaban acostumbradas a un trabajo donde el uso de la tecnología era muy importante, se han visto enfrentadas a esta nueva situación. El tecnoestrés es un estrés específico derivado del uso excesivo de tecnología en ambientes tanto laborales como personales, y  conlleva efectos psicosociales negativos ya que implica una mala adaptación para tratar con las nuevas tecnologías. 

Este tipo particular de estrés está en aumento en nuestra población, debido a la masificación de smartphones y tantas otras situaciones en donde el estrés es resultado de un desajuste entre demandas y recursos disponibles, lo cual conduce al desarrollo de actitudes negativas y perjudiciales. Da la misma forma, existe también la llamada “tecnoinvasión”, es decir, cuando los individuos se encuentran con que el trabajo se entromete en su tiempo personal. Los dispositivos usados para la comunicación privada también se utilizan para la comunicación laboral, al mismo tiempo que debemos lidiar con problemas de conectividad en el hogar, lo que está fuera de nuestro control.

Para abordar el tecnoestrés, se recomienda la formación e incorporación de nuevos hábitos y procedimientos de trabajo que resulten saludables y ayuden a disminuir la posibilidad de padecer problemas de salud. Es importante separar la vida laboral de la vida personal buscando espacios de tiempo protegidos,  técnicas de autocontrol, meditación y relajación, así como el cuidado de nuestras rutinas, dando tiempo al ocio y a la diversión, respetando nuestras horas de sueño, estimulando nuestro cerebro, reduciendo la dependencia de aparatos tecnológicos, motivarnos por la lectura y el descanso de nuestra mente. Pero, ¿cómo podemos descansar nuestra mente? Es recomendable que por cada rutina de trabajo tomemos descansos, cambiando de esta forma el foco, lo que resulta altamente beneficioso y estimulante.