[Crítica de cine y TV] Pequeños fuegos por todas partes

04 Septiembre 2020

“Little fires everywhere” invita a revisar esas brasas personales y familiares que queman, cuestiona a las comunidades donde vivimos, sus convencionalismos sociales y definición de roles.

Alejandro Nogue >
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En la primera escena de “Little fires everywhere” aparece una mujer de clase acomodada observando atónita como su gran casona se quema, momento en que un bombero se acerca y le dice que cree que el siniestro fue intencional, ya que encontraron “pequeños fuegos por todas partes”.

La frase aplica como metáfora de lo que está pasando en la vida de Elena Richardson (Reese Witherspoon), protagonista de esta serie que se basa en la novela homónima de Celeste Ng y que se ambienta en la localidad de Shaker Heights, un suburbio de Estados Unidos que se enorgullece por ser un lugar ejemplar, donde todo funciona, la gente es blanca y bella,  goza de buena situación económica, tienen un club de lectura y además califican como tolerantes dando un buen trato a los afroamericanos. Es como el sueño de Trump, concretado en un pueblo.

Elena es reportera del diario local, con su esposo abogado disfrutan de su buena ubicación social con cuatro hijos adolescentes, y cuando aparece una artista visual afroamericana, Mia Warren (Kerry Washington), junto a su hija Perl (Lexi Underwood), le facilita -a pesar de no tener antecedentes- el arriendo de una casa; porque son así, gente buena y caritativa.

Elena y Mia vienen de mundos muy diferentes, pero logran entablar una relación laboral y de cierta cercanía que las marcará para siempre. Los conflictos personales de estas dos mujeres es lo que aborda esta serie mostrando el choque de los dos mundos que representan ellas. Y lo hace desde una perspectiva femenina. Y feminista. Aquí los roles masculinos son insignificantes y solo sirven para remarcar el machismo persistente, como el uso que hace el hijo mayor de Elena de sus parejas, el sentido de propiedad hacia una chica que desarrolla otro hijo más sensible o la figura del padre ausente que delega todo en la madre que representa su esposo.

Las hijas, por lo contrario, son personajes mucho más interesantes, ya que se enfrentan a la adolescencia y a las potentes figuras de sus madres, teniendo que resolver sus propios problemas, como un embarazo no deseado y la opción de abortar, el homosexualismo solapado, la sobreprotección y el desamparo, todo repartido de manera absolutamente desigual entre ellas.

¿Cuánto de responsabilidad tienen las madres en los problemas de sus hijas e hijos? Es una de las interrogantes que plantea esta realización. Elena proviene de una familia conservadora, siente que debe mantener ese mundo perfecto a como dé lugar, es manipuladora y llega a límites extremos para controlar todo. Y es que los cambios al interior de su clan ya no cuadran en la foto de familia feliz que se saca cada año para Navidad. Dejó una promisoria carrera periodística y una pasión juvenil para conformar esta familia ideal, y eso, es una carga que en cualquier momento la hará explotar. Mientras que Mia es un artista liberal, sensible, que huye de su pasado, esconde el secreto de la paternidad de Perl y exorciza sus demonios a través del arte. Ambas han traspasado las frustraciones a sus hijas y la lucha entre ellas se gatilla cuando aparece la adopción de un bebé asiático que fue abandonado en la calle por una inmigrante y que ha sido acogido por otra familia ideal, algo que hace tambalear la paz en Shaker Heights con esta disyuntiva acerca de si una madre que abandonó a su hijo al nacer tiene derecho a recuperarlo.

Con diálogos y actuaciones intensas y muy bien logradas, que se acompañan de reversiones de canciones de Alanis Morissette como armonía y lírica de fondo, esta serie si bien en los primeros episodios uno no sabe muy bien hacia donde va la trama, al correr los capítulos la tensión crece y se repasan varias temáticas complejas, como la proyección que hacen las madres para que sus hijas logren las metas que ellas no pudieron alcanzar o algo más devastador, como que una madre asuma que simplemente no se siente apego, ni amor por una hija que se ha desviado del camino que le tenía trazado. También se aborda el racismo, de manera particular entre quienes predican lo políticamente correcto, pero cuando esa igualdad amenaza el orden, asumen que hay diferencias culturales que los separan y no dudan en presionar al sistema para les ponga el pie encima.

“Little fires everywhere” invita a revisar esas brasas personales y familiares que queman, cuestiona a las comunidades donde vivimos, sus convencionalismos sociales y definición de roles, que terminan encerrando a las personas en jaulas, impidiendo que cada una desarrolle su naturaleza, lo que lleva a las mentiras y a convivir en mundos falsamente felices. Y plantea también que enfrentar esas mentiras personales, familiares y sociales, es la llave que abre las puertas de esas jaulas para lograr ser libres y quienes realmente somos. 

“Little fires everywhere”. Actuación: Reese Witherspoon, Kerry Washington, Joshua Jackson, Rosemarie Dewitt. Dirección: Liz Tigelaar. EE.UU. 2020. Por Amazon Prime.